Hasta que lo vieron la una con los ojos de la otra. Desde lo alto de la colina, en lugar de árboles elevados, zanjas embarradas y montañas nevadas en la distancia, veían todos los sitios a los que irían algún día. De noche, se escabullían de sus casas vecinas y quedaban en la carretera. A orillas del río Pilchuck fumaban cigarrillos robados, cantaban Billy, Don’t Be a Hero a voz en cuello y se lo contaban ...
Le encantaban los secretos. El secreto de que nadie supiera lo que pasaba por tu cabeza, de pensar lo que quisieras sin que nadie lo supiera. Todos los demás chicos hablaban por los codos de sí mismos, pero eso no proporcionaba poderío ni placer. El poderío y el placer se encontraban en lo opuesto, en ser contrario a la confesión de la misma manera que uno practicaba el contragolpe, y él lo sabía sin necesida...
Mucho antes de servirme copas, el bar me sirvió la salvación. Me devolvió la fe cuando era niño, cuidó de mí de adolescente, y me acogió cuando me convertí en un hombre joven. Aunque me temo que nos sentimos atraídos por aquello que nos abandona, y por lo que parece más probable que vaya a abandonarnos, finalmente creo que nos define lo que nos acoge. Yo, naturalmente, correspondí al bar y lo acogí tambi...
El rol del trabajador social no es precisamente ayudarlo aunque pretenda hacérselo creer. No olvide nunca que él tiene la misión y está esencialmente ahí para hacer que usted acepte lo que le va a proponer [...]
Para lograr sus fines lo halagará, utilizará palabras persuasivas explicándole que su función es ayudarlo. Sépalo bien: no es de ninguna manera posible eludir los subterfugios de que se vale al ...
Este es el momento de la valentía, y para mí la valentía no es la ausencia de miedo. Es la determinación de actuar a pesar de tener miedo.
Es el momento de relatos más complejos: no basta saber cómo sufren los refugiados o de qué modo no encajan en una nueva sociedad; también debemos saber qué hiere su orgullo, a qué aspiran, y quién arma las guerras que los convirtieron en refugiados para empezar, de ...
Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo.
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