5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
4 de marzo de 2024 / 10 Comentarios
A mí se me da fatal el desempeño de ciertas tareas de la dirección. De hecho no tenía vocación de jefa. Llegué empujada por la necesidad de alejarme de la atención directa. Poco a poco le he tomado el gustillo al puesto sobre todo porque aunque nuestras funciones están muy restringidas puedes modelar tu estilo de liderazgo con libertad.
Se habla poco del papel de las trabajadoras sociales en puestos de responsabilidad. Solemos denunciar los techos de cristal que padecemos al tratarse la nuestra de una profesión feminizada. Techos que en algunas administraciones son de hormigón, como ocurre en instituciones penitenciarias.
La semana pasada traje al blog el optimismo de la práctica, de Franco Basaglia. Silvia Navarro lo desarrolla en su libro Saber femenino, vida y acción social (p. 214 en adelante). Le robaré un par de párrafos, vamos con el primero:
El optimismo inteligente es capaz de vislumbrar aquello que es preciso cambiar sin por ello dejar de valorar lo que tiene y es. Al enfrentarse a una nueva realidad la percibe como un nuevo escenario, en el cual sabe que lo que al fin resulte depende de él y se esfuerza por afrontar el reto transformador de la mejor manera posible. Por ello podemos decir que el optimismo inteligente es reflexión, responsabilidad, entusiasmo, confianza y persistencia, orientado todo ello al cambio.
Como líderes de equipos —en mi caso de un equipo de servicios sociales— no podemos pedir una mirada optimista sobre la realidad si nosotras no la tenemos. Es más, esta nueva mirada que vengo defendiendo en mis formaciones, congresos, en el blog y donde me quieran escuchar debe comenzar por las personas responsables de las organizaciones de protección social. Practicar un optimismo inteligente desde el liderazgo me parece básico.
Opino que en las organizaciones de servicios sociales se tiende a reproducir las relaciones que las profesionales (a veces) generan con las personas atendidas. Nos inclinamos a tratar a las personas que están bajo nuestra responsabilidad con cierto infantilismo, pendulando además entre la sobreprotección y el abandono. Damos por hecho que nosotras lo haríamos mejor.
A mí se me da fatal confiar en otras profesionales, máxime si su estilo profesional es diferente al mío. Está feo, pero es así y lo tengo que reconocer. Por eso mismo el primer trabajo que me encomendé cuando comencé la jefatura fue confiar. Confiar no es abandonar a las compañeras a su suerte. Es partir del hecho de que son profesionales competentes y apoyarlas desde esa creencia, genuina, claro.
Confiar es darles espacio y esperar que pidan tu apoyo. Si recibes sus errores con calidez y asertividad vendrán a contártelos y las podrás ayudar (que es una parte importante de nuestro trabajo). Yo necesito además saber qué pasa en todo momento, creo que es mi obligación. Si no me lo cuentan no me voy a enterar, así que más me vale no ser una jefa petarda (o al menos intentarlo...).
Partir de la creencia en la competencia de las profesionales genera una especie de efecto Pigmalión que las hace mejores (y eso que ya son estupendas). Entender la complejidad de cada profesional es también importante para poderlas comprender y apoyar. Como ves, se parece mucho a la relación profesional con las personas y familias.
Nuestro desempeño es complicado porque muchas veces nos toca ser correa de transmisión de la institución; es así y yo desde luego no rehuyo de esa parte de mis funciones, no obstante también nos corresponde ejercer la defensa de nuestros equipos, de nuevo otra labor propia de las trabajadoras sociales.
Este cuadro es del libro Teorías contemporáneas del trabajo social, de Malcolm Payne.Segundo párrafo de Silvia Navarro: El optimismo depende de nuestra habilidad para construir y mantener ese faro de fuerza interna, la ilusión de una isla hacia la que nadar cuando la travesía se torna dura.
Este contexto neoliberal, individualista, insolidario y perverso con las personas más vulnerables es precisamente el más indicado para practicar el optimismo inteligente, porque solo él nos salvará del naufragio, de la desesperanza, del hastío. Y si no lo practicamos quienes manejamos el timón ¿Cómo podemos esperar que otros, que otras lo hagan?
10 Comentarios
Muy interesantes tus reflexiones, como siempre.
Sólo te digo una cosa: ¡quiero una jefa como tú!
¡Jjajjajaja! No creas, tengo mis defectos. Un abrazo.
Precioso y apreciado comentario Belén, gracias por ese «contar que es escuchar». Tienen suerte tus compañeras, suerte de tu miedo a ser jefa, suerte de tu optimismo inteligente, suerte de que te tengan como defensora y de que confíes en ellas y del efecto Pigmalión…
Gracias por compartir tus palabras que son también acción. Un abrazo
¡Hola, Miren!
En realidad la suerte es mía por contar con un equipo como el que tengo. Yo creo que, como decía Ainhoa en su comentario, este tipo de puestos requieren un buen gobierno de nosotras mismas. Hay que intentarlo al menos…
¡Un abrazo!
Qué necesario reflexionar sobre esto. Hasta ahora hay poca elaboración al respecto. En mi experiencia de más de 20 años dirigiendo equipos en Servicios Sociales he aprendido a base de errores y la formación la he tenido que buscar en otros contextos, pues la poca a la que he podido acceder dentro del nuestro me ha decepcionado. Creo que la dirección de este tipo de equipos tiene unas características muy particulares, (sobre todo dado el contexto en el que se desarrollan), y diferentes a las de otros entornos o sistemas. Gracias por aportar tus reflexiones en el tema. Un abrazo.
Totalmente, Pedro. Esto es autodidacta y efectivamente las características de nuestras organizaciones hacen que nuestro puesto tenga sus peculiaridades.
Un abrazo.
Querida, Belén:
Comparto plenamente la reflexión que planteas.
Pienso que no hay liderazgo sin un proceso previo de autoliderazgo que permita liderarnos a nosotras mismas antes de liderar a otras personas o equipos, desde la confianza en una misma para luego poder ser confiable para el equipo. Una construcción del estilo propio de liderar que tenga muy presente aspectos de género y de poder, y que incorpore entre las funciones de la figura de responsabilidad/jefatura no solo aspectos de gestión, sino también y, fundamentalmente, funciones de apoyo y acompañamiento técnico a los equipos profesionales.
Creo que como profesionales del trabajo social nos tenemos que animar a asumir el reto de un puesto de responsabilidad cuando nos lo proponen, porque las propuestas son escasas, porque nos permite incidir social y políticamente desde otro lugar, y porque somos capaces de hacerlo bien!
¡Hola, Ainhoa! «…Aspectos de género y de poder» ¡Qué importante es!
Gracias por leer y comentar. Un abrazo.
PD. Nos vemos prontico, ueeee!!!.
Maravillosa reflexión Belén!
¡Gracias a ti, que llevas el optimismo hasta en el nombre del blog, olé!