5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
16 de septiembre de 2024 / 4 Comentarios
En verano nuestro centro de servicios sociales se convierte en una especie de oasis, un refugio climático, especialmente los lunes de mercadillo. Algunas personas entran a beber agua o simplemente hacen una pausa en sus recados al fresco del aire acondicionado. Me encanta que entren a entablar un poco de conversación con la auxiliar administrativa, conmigo...
Por muy ocupada que esté siempre me paro a charlar con personas que atendí en mis diecisiete años como trabajadora social en la zona. Pregunto por sus padres, por sus hijos... ellas hacen lo propio conmigo y yo les cuento.
Regresé al centro como directora el uno de diciembre de dos mil veinte y me encontré un búnker físico y emocional. En cierto modo era lógico porque aún estábamos viviendo la pandemia.
Lo primero que hice fue sacar el dispensador de agua del interior del mostrador y colocarlo al alcance de la ciudadanía, lo segundo fue retirar cierta cartelería, digamos, apocalíptica y lo tercero, abrir.
Esto último me costó. Aunque a las compañeras no les hizo mucha gracia quiero pensar que hicieron un acto de fe aunque más bien sería un gesto de obediencia al mando; el caso es que aceptaron. No podía imaginar lo que sucedió el día de la reapertura. Como es largo de contar lo haré en otra entrada. Un show...
Desde entonces mi principal objetivo ha sido y sigue siendo hacer de los servicios sociales Alpujarra un lugar amable; no puedo convertirlos en un oasis, pero es el horizonte hacia el que, como directora, camino. Sigo a rajatabla la premisa primero, no dañar. Porque, lo queramos reconocer o no, en muchas ocasiones los servicios sociales dañan. Dañamos.
Por eso no podemos hablar de agresiones sin contextualizar el marco en el que se producen. Decía una lectora, Baeza, en los comentarios de la entrada anterior: Sin justificar ningún tipo de violencia y con mi mayor solidaridad hacia la compañera, creo que debemos reflexionar sobre nuestra actitud como trabajadoras sociales ante las personas que acuden a nuestros centros.
Quiero dejar bien claro que, como ha señalado Baeza, la violencia es injustificable. Asimismo subrayo que mi análisis nada tiene nada que ver con la agresión concreta de Avilés, cuyos pormenores desconozco, pero Baeza tiene toda la razón: La mala praxis es el elefante en la habitación de los servicios sociales y del trabajo social. En la entrada que he enlazado doy mi opinión al respecto.
Dicho esto, la pregunta es ¿Qué hacemos con las agresiones? Es evidente: Prevenirlas. Si la institución no lo hace tendremos que hacerlo nosotras, partiendo de la dirección o la jefatura del centro, de la zona... A nosotras nos corresponde diseñar la estrategia como también nos toca salir a defender a la profesional en un altercado. Y quien no lo hace es una mala jefa o un mal jefe y una peor persona.
Lo primero que hemos de preguntarnos es qué tipo de equipo queremos ser y qué tipo de atención queremos ofrecer ¿Queremos ser un equipo reactivo, defensivo y poco empático siempre preparado para lo peor?
Entonces partamos de la idea de que nuestro trabajo se desarrolla en una trinchera (odio esa expresión y todo lo que encierra). Centremos toda nuestra energía en evitar que los usuarios nos mientan o se rían de nosotros. Aferrémonos a los protocolos y pongamos distancia con las personas que atendemos, no vayan a producirse malentendidos. Y por supuesto, pidamos un vigilante de seguridad. Él nos protegerá.
En cambio, si quisiéramos ser un equipo abierto a conocer al otro, honesto, flexible y, por qué no, simpático, yo comenzaría por dar una buena patada en el culo a la idea del vigilante de seguridad. Al vigilante no porque hemos dicho que estamos en contra de la violencia y además el pobre vigilante no nos ha hecho nada.
Mantengo una tesis contraintuitiva acerca de los vigilantes de seguridad en servicios sociales: Aumentan la probabilidad de agresiones. La semana que viene te lo explico y cierro el ciclo, ya sí, explicando las iniciativas llevadas a cabo en Alpujarra, mi oasis particular.
Quiero dedicar esta entrada a Ana, que cada viernes se monta su propio oasis: A solas en un bar, con un vino delante, lee la entrada que servidora ha publicado esa semana. Me siento muy honrada por ser parte de ese momento. De corazón, gracias, Ana.
4 Comentarios
Hola Belén, preciosa, la amabilidad, la simpatía y la confianza, aunque suene un poco a ingenuidad , siempre serán mejores actitudes que la indiferencia, el miedo o la agresividad. Si lo que deseamos en nuestra praxis es colaborar, necesitamos creer y confiar en las personas para que nos crean y confíen en nosotras. Gracias, una vez más, por compartir tus reflexiones , ¡me encantan!
La confianza es la clave, efectivamente. Escribí una entrada sobre ello hace poco… Muchas gracias, India, por tus palabras. Me dan calorcillo, mmm qué gustito…
Hola Belén. Necesarias siempre las reflexiones sobre la violencia. Un par de apuntes. Primero, que no creo que la violencia sea un problema en nuestro sistema, al menos en los entornos que yo conozco. Luego, yo distingo entre violencia-accidente (inevitable, puede suceder en cualquier sitio y lugar) y violencia contextual (hay elementos en el contexto que favorecen y sobre todo, explican los hechos violentos). La primera no merece más reflexión pero la segunda, la única manera de controlarla es analizar esos elementos contextuales (y particulares de cada sitio) e intervenir para modificarlos. Si en algún sitio se están produciendo hechos violentos con frecuencia, ese análisis e intervención estructural (probablemente con la ayuda de alguien externo) será imprescindible. Un abrazo y gracias.
Buenas, Pedro. Estoy de acuerdo en que las agresiones no son, hoy por hoy, un tema relevante en servicios sociales. Fíjate, el colegio de Almería sacó una cartelería «anti agresiones» al hilo de una agresión en sanidad y yo pedí a las compañeras que no la colocaran el el centro ¿Por qué «regañar» por algo que nunca ha sucedido? Es lo de la tirita antes que la herida.
Sin embargo, opino que la acción de la ultraderecha, los procesos de desprofesionalización y la deriva del sistema están dando lugar a cada vez peores praxis que, vaticino, conducirán a un aumento de las agresiones (o de los vigilantes de seguridad). Espero equivocarme…
Un abrazo.