5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
23 de marzo de 2021 / 6 Comentarios
El prejucioso del sheriff ignora que ese detrás de ese andrajoso infraser hay un ex marine condecorado con el corazón púrpura y una pilísima de medallas más. Está buscando a su hija de 21 años secuestrada por la secta del séptimo día. Dejaron de hablarse por un quítame allá ese novio y mira como ha terminado la niña con tal de llamar la atención del padre.
Se me olvidaba decir que mucho Estados Unidos mucho Estados Unidos pero las autopistas tienen hoyos como cráteres de Marte. A lo que voy: el sheriff con las (horteras) gafas de espejo, después del deténgase se baja del coche, se espatarra delante del prota, tan cerca que se aprecia el aliento a perrito caliente con mostaza y comienza su interrogatorio: Que si dónde vas, que si a Black Mountain pa qué, que si vas a cazar que y la escopeta y que salgas del pueblo mañana es tarde. Mientras el sheriff dale-que-dale Mariquilla al torno, nuestro aguerrido ex marine piensa para sus adentros no te meto dos hostias a mano abierta por respeto al uniforme, mequetrefe.
Total, que yo veía esas escenas entre fascinada por la templanza del protagonista y escandalizada por la chulería del poli. Luego supe que lo del protagonista no era templanza sino incapacidad del actor de poner otras caras. La cuestión es que al acabar la película siempre llegaba a la misma conclusión: Menos mal que no vivo en Estados Unidos. Y es que desde niña llevo regular el tema de la autoridad, máxime si se trata de la vertiente porque lo digo yo y punto.
Traigo esta historia a colación porque me horroriza que nos parezcamos cada vez más a EE.UU. en estas cosas, bueno, en casi todo. Habrá quien me tache de ingenua pues las prácticas de abuso policial en España distan mucho de ser recientes. Lo sé. Lo mismo ocurre con los vigilantes de seguridad cuya presencia, por otra parte, es cada vez más frecuente en las administraciones públicas y las empresas que prestan servicios externalizados. Esta es la idea central de mi entrada de hoy. Vaya por delante que no estoy en contra de quienes ejercen como vigilantes de seguridad, faltaría más. He tenido la suerte de conocer a seguratas que son personas estupendas. Hombres a quienes guardo un gran cariño tras mi paso por el Instituto Almeriense de Tutela que han trabajado con profesionalidad y mucho respeto hacia las personas tuteladas. No se trata de eso.
Opino que la introducción creciente de los vigilantes de seguridad en las administraciones es una muestra más del proceso creciente de bunkerización que se está produciendo. El ejercicio público, en general, cada vez es más defensivo y menos proactivo. Más centrado en los medios y menos en la misión. En palabras de Philip Alston, aquejado de una mentalidad burocrática que permite a las autoridades eludir su responsabilidad, autoridades que valoran más el formalismo que el bienestar de las personas. La COVID 19 y el auge de la administración electrónica han puesto la puntilla.
Las modernas leyes que otorgan derechos a los otrora administrados / as hoy ciudadanos / as son papel mojado. Menguan y se recortan tanto los derechos de las personas como su capacidad de respuesta ante los abusos institucionales. Poner una reclamación, conocer el estado de una solicitud o hablar personalmente con alguien es cada vez más difícil. Intrincados procedimientos electrónicos, carteles tipo deténgase en las puertas o presencia de vigilantes cumpliendo el encargo de filtrar la entrada son ejemplos de bunkerización, que da lugar a una vergonzosa indefensión de la ciudadanía frente a la máquina burocrática. Hablar de violencia institucional está dejando de ser excepción. Aunque la violencia institucional merece análisis aparte, la bunkerización es un ejemplo de ello.
Me preocupa mucho que la bunkerización a la que me refiero se instale (definitivamente) en los servicios sociales. Una bunkerización, conste, que no tiene nada que ver con la clásica dicotomía despacho / calle. Como expliqué en Cádiz, soy una firme defensora del despacho porque considero que las técnicas y los escenarios son neutros. Lo que no es neutro es el uso que se haga de ambas cosas. Un despacho puede ser un espacio idóneo para el acompañamiento, la reparación y la escucha. Una visita a domicilio o una intervención grupal pueden constituirse en elementos de control social. De hecho muchas veces lo son. También dedicaré una entrada a este tema.
Mención aparte merece el odioso mandato social consistente en hacer informes y certificar pobreza para cualquier institución, pública o privada, que tenga la ocurrencia de pedirlo. Una práctica directamente relacionada con las ganas que tienen la mayoría de las profesionales de servicios sociales de emigrar a Barbados, entre ellas, servidora.
No nos equivoquemos: es nuestra manera de entender la relación de ayuda y el trabajo social la que nos define, aquí o allá. También la configuración de los servicios, por eso tengo la firme opinión de que, al margen del odioso encargo social, los vigilantes de seguridad en servicios sociales hacen más mal que bien porque contribuyen a esto de la bunkerización. La semana que viene, basándome en mis errores en el IAT, lo explicaré.
6 Comentarios
Hola Belen, te leo desde hace un tiempo y tus aportaciones son un estimulo a pensar y revisar.
Esta última me trae lo que nos está ocurriendo en algunos centros de SS de barcelona: amanecen con pintadas que dicen: «hemos venido sin cita previa» , «ya no aguantamos mas » o con nosotros o contra nosotros»…
Hay un malestar social cada vez mas importante y frente al que parece nos atrincheramos. Nos “bunkerizamos” que dices tú. Pero tenemos que tomar partido y yo siento que la toma de postura individual, aunque necesaria, es insuficiente en este contexto que nos coloca como muro de contención, cada vez mas solas defendiendo …a quien?.
Gracias de nuevo por tus reflexiones.
Me preocupa mucho todo esto. Tienes mucha razón en todo lo que comentas, nos están colocando a los pies de los caballos. Quiero dedicar una entrada (más, he escrito algunas) al mandato político-técnico y como sobrevivir a todo esto desde mi parecer. Recibe un fuerte abrazo y todo mi apoyo (aquí no hemos llegado a eso pero casi)
¿Alguna vez pensaste en ser guionista? Es que me maravilla cómo describes las situaciones, atrezzo incluido, de las realidades que quieres contar. Dicho esto, te cuento: Tengo la esperanza que la abundancia de «seguratas» en las puertas de los servicios esenciales, desaparezcan cuando todo el mundo este vacunado y mas allá ( que después vendrá el periodo de por si acaso y seguirán mucho tiempo en la puerta). Es que es verdad, están en las puertas, en las que dan a la calle, donde ya hay una fila mas o menos grandes de personas, esperando que la fila avance. No es eso, los seguratas no molestan, lo que molesta es que te pregunte que quieres, oiga y a usted que le importa
– Seguridad: a donde va, que quiere, cualquier pregunta que me haga tiene que ir en ese sentido
– Yo: quiero pedir una cita personal con mi doctora, oiga que estoy sorda y no lo puedo entender
– Seguridad: perorata que deduzco que me dice porque porque su mascarilla se mueve al hablar.
– Yo: escríbamelo aquí por favor, que no puedo escucharlo ( saco libreta y lápiz que ya llevo siempre, también por si las moscas).
– Seguridad,( gesto con las manos) : pongase ahí, me cuela, no me manda al final de la fila, me pone a su lado, ya dentro y cuando me toca me señala la pegatina del suelo delante del mostrador ( a mas de dos metros) ….
Y vuelta a empezar, pero ahora el dialogo de besugos es con la funcionaria que da las citas. Ahora si, ahora la funcionaria toda sensible y entendiendo que no vamos a acabar nunca, se baja la mascarilla y me dice lo que yo sabia, que no hay citas personales, le explico que no oigo el teléfono…. se sube la mascarilla, coge el teléfono, habla con alguien… se quita la mascarilla y me dice: he hablado con tu doctora, dice que te llamara a ultima hora de el día d y que tenga a alguien conmigo para que me sirva de interprete…. ¿Qué cómo me quedo? pues frustrada, dolida, impotente…
Y lo peor no es eso, lo peor es que no hay nadie que me pueda servir de interprete telefónico…
Solo deseo que los búnkeres estos de los que tu hablas pasen pronto… y todo vuelva a la medio normalidad que teníamos antes de que este maldito bicho lo pusiera todo patas arribas.
¡Me estoy acordando mucho de las personas con problemas auditivos en esta pandemia! Tengo una amiguita de 9 años que es sorda y me bajo la mascarilla a la vez que me alejo para hablarle porque entiendo que es de primero de sentido común ¡Un abrazo!
Como siempre das en el clavo, tendemos a una deshumanización de los servicios.
Los protocolos son increíbles para regular intervenciones y situaciones, pero a veces mecanizamos de tal manera estos q lo hacemos cual máquina de churros y perdemos la cercanía y la humanidad, los cuerpos de seguridad y los/as trabajadores /as sociales🤭
Efectivamente, los protocolos son muy importantes, pero no podemos perder el trato human ¡Gracias por comentar!