5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
6 de enero de 2022 / 10 Comentarios
Cada principio de año solemos hacer una lista de propósitos. En mi caso uno de ellos es ser mejor directora, soy novata y tengo mucho que aprender. Y es que en cualquier puesto, quienes trabajamos en la cosa pública debemos dar un buen servicio. Más si cabe que en la privada o el tercer sector (que también). Es un deber y también es una manera de obtener reconocimiento profesional. Porque a todo el mundo le gusta que reconozcan su trabajo, es así.
Sin embargo opino que habría que profundizar acerca de esto que llamamos reconocimiento. Como a mí me interesa mucho conocer el significado exacto de las palabras lo primero que he hecho es acudir al diccionario de la RAE. Entre otras acepciones que no vienen al caso el reconocimiento es la acción y efecto de agradecer un beneficio o un favor recibidos. No parece entonces que debamos ser reconocidas pues no hacemos beneficios o favores, digo yo. El término adecuado para aquello que tanto reclamamos es valoración: Acción y efecto de reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo.
Matices léxicos aparte, que nuestra profesión está poco valorada era un mantra persistente que, por si fuera poco, la pandemia ha amplificado. A mi juicio, un retroceso más... Con independencia de la pandemia y sus efectos, lanzo hoy dos preguntas, la primera ¿Por qué no se nos valora? —si es que es así— y muy relacionada con la anterior ¿Quienes tendrían que valorar nuestro trabajo?
Partiendo del hecho de que es imposible gustar a todo el mundo, la valoración no se busca, la valoración es el producto del trabajo realizado. Sé que estoy pisando terreno farragoso. Igual que los abogados en las películas de Hollywood, si me lo permite, señoría, en unos minutos llegaré al fondo de la cuestión, así que, permítanme, señorías, articular el hilo (¿Serán los juicios en EE.UU. iguales que en las películas? Me encantaría saberlo...)
Las trabajadoras sociales vivimos permanentemente tensionadas por la contradicción entre las funciones de ayuda y acompañamiento (por las que la mayoría estudiamos trabajo social) y el control y monitoreo de pobres, función que ocupa cada vez más espacio profesional. Digo contradicción, sí. Puntualizo: Es diferente el control, digamos, legítimo que ejercemos en protección a la infancia, a las personas mayores, etc. que el control perverso que se ejerce en los programas de renta mínima, ingreso mínimo vital y demás. Y es asimismo torticero porque, de nuevo la RAE, es injusto, no se arregla a las leyes o a la razón. El capítulo de Teresa Zamanillo sobre el poder en su libro no tiene desperdicio.
Es más, la implicación cada vez mayor en estos programas tan odiosos de garantía de rentas si no se maneja con precisión suiza puede llevarnos a colisionar directamente con el principio de defensa. Un principio que desarrolló Malcolm Payne en su libro: Las trabajadoras sociales abogamos por nuestros clientes. El por qué de esa implicación cada vez mayor la he desarrollado en otras entradas, así que no me detendré hoy.
En otras palabras: Hay cada vez más situaciones que nos obligan a elegir entre abogar por nuestros clientes o por las instituciones porque aumentan los programas que exigen un desempeño que nos acerca a la institución pero lo aleja de las personas. Como bien dice Xavier Pelegrí en su artículo sobre el poder (que puedes leer aquí), por diferentes razones (que no mencionaré hoy) nos identificamos con las instancias de poder en lugar de identificarnos con la población con quienes trabajamos.
Volvemos al punto de partida: Es imposible gustar a todo el mundo. En nuestro caso, menos todavía. Respondo en esta línea a las dos preguntas que me hacía al principio de este texto sobre reconocimiento. Vayamos con la primera: ¿Por qué no se nos valora? Yo creo que sí se nos valora, el tema es quien nos valora.
Creo que las instancias de poder sí nos valoran, aunque en gran medida como una herramienta de control. Me gustaría escribir otra cosa, pero es lo que pienso. Tengo pruebas de esa valoración. Una: Los numerosos contratos que se ofertan, la temática de dichos contratos y el paro escasísimo que hay en nuestra profesión. Otra: Cada vez que una trabajadora social de mi centro se va de vacaciones los alcaldes que les corresponden se ponen de los nervios.
Es verdad que los regidores municipales no solo nos valoran por estas funciones de control perverso de las que hablo. Es importante matizarlo. Hay una parte de reconocimiento, buen reconocimiento por parte de la clase política cercana. No obstante, el núcleo de esta entrada es poner sobre la mesa que ese ejercicio de control perverso nos aleja progresivamente de la ciudadanía. Es imperativo que visualicemos y analicemos esto.
Nuestro desempeño en servicios sociales es cada vez menos emancipador y más tóxico para las personas. Recomiendo la lectura de este artículo aunque escueza porque cuando escuece, desinfecta. O manejamos con sumo cuidado el encargo social dentro de los despachos y nos rebelamos contra él fuera de ellos o estamos perdidas.
¿Es que acaso no vemos como aumenta el número de agresiones, de escraches, de insatisfacción con la profesión en los servicios sociales? ¿Como pretendemos obtener reconocimiento de la ciudadanía? Para la mayoría social malgastamos el dinero con pillos que nos engañan. Y esto va a ir a más, ya se está encargando la ultraderecha de echar leña al fuego.
Para esos supuestos pillos que constituyen el grueso de nuestros clientes somos un tormento. Por otro lado, los casos de acompañamiento en toma de decisiones, de emancipación, de ayuda decrecen y decrecen mientras, como vengo diciendo, las tareas de control de pobres crecen y crecen.
Menuda entrada de año me he marcado ¡Con lo poco que me gusta a mí el tono apocalíptico! ¡Ay, señor, vamos a arreglarlo un poco! Como cada día de reyes, regalo un libro a la persona que más comentarios ha hecho durante el año anterior. La ganadora eeees ¡Enma! Envíame tus datos a través del formulario de contacto y te envío a casita un ejemplar del libro El trabajo social y su acción profesional. Por otra parte, sorteo este mismo libro en instagram. El sorteo estará abierto entre mañana a las 17:00 y el lunes a la misma hora ¡Participa!
Feliz 2022. Felices reyes.
PD. En Cañada Real siguen sin luz un año después.
10 Comentarios
Buenos días Belén,
Que tengamos todas un mejor año. Que creo que esta ha sido de los lentos de pasar.
Escribo para comentarte que uno de los enlaces a un artículo no funciona, el que tiene que escocer.
Hasta pronto.
Hola, Rosa. En primer lugar, muchas gracias por comentar. He probado a abrir el artículo desde otro ordenador y se abre bien. No sé qué habrá podido pasar.
Un fuerte abrazo.
Feliz año!!!
Gracias por tus reflexiones y por toda la información que aportas con ellas, me refiero también a los enlaces con artículos y libros.
En cuanto al tema, o los temas que tocas, (porque hay que ver lo que te da sí cada entrada!!!!) son cruciales en los tiempos que corren y no me refiero tanto al reconocimiento como al conocimiento que se tiene de nuestra profesión, las expectativas o la función que se espera que desempeñemos, el encargo social y la distorsión/manipulación de grupos como extrema derecha. Todo nos hace aún mas vulnerables, más aún cuando no pudimos alcanzar el desarrollo deseado en un sistema de servicios sociales. Se me viene a la mente esa imagen de la película de «Amanece que no es poco» cuando arrancan del bancal al hombre que se estaba haciendo y quedó cojo.
Un abrazo
Feliz año a todos/as y espero que disfrutarais de un bonito día de reyes, sobre todos los que tienen niños pequeños o más mayores, pero con igual ilusión.
De nuevo, creo que Belén das la clave en la diferencia de reconocimiento y valoración y estoy de acuerdo contigo en que «la valoración no se busca, la valoración es el producto del trabajo realizado». Touché compañera!!.
Por otro lado si parecía que la pandemia nos había dado sororidad como profesión, últimamente si percibo que aunque se reconoce más, tenemos el estigma de la fiscalización, los tramitadores, los burócratas…y es que quizás hemos perdido esa esencia del acompañamiento de nuestra profesión, por estar «sometidos» a normas y legislaciones, que en vez de apoyar en el acompañamiento, nos convierte en más controladores y fiscalizadores de la situación.
Así que toca seguir acercándose a nuestros usuarios, con el máximo respeto y tolerancia, obteniendo lo mejor de ellos/as para alcanzar los objetivos que la norma les solicita, pero tratando de que alcancen su autonomía plena y la capacidad de volver a tomar decisiones.
Un abrazo
Buenas tardes, Belen:
Muy buena entrada, muchos temas para reflexionar y para decidir cómo profesionales donde queremos ubicarnos, porque hay un margen y como bien dices hay que “manejar el encargo con sumo cuidado dentro de los despachos y rebelararse contra él fuera”, pero no todas las compañeras están dispuestas a rebelarse y te diría, que algunas profesionales están a gusto en ese papel y además hacen mucho ruido e impiden que se pueda tener en los centros un debate relajado sobre este tema.
Cuando empecé a trabajar hice un curso sobre atención primaria de servicios sociales con Amparo Marcel y ella hablaba de un término para referirse a lo que a ti tanto te preocupa como directora de centro: “servuccion”, decía que en un “servicio público todos los recursos tienen que organizarse para prestar el mejor servicio al ciudadano”. Estoy segura, que eres una directora estupenda, tienes mucha formación, has trabajado en la primera línea, pero dirigir en servicios sociales es complicado y nunca llueve a gusto de todos y las decisiones que algunas veces se tienen que tomar cuestan…
Un abrazo. Cheli
Excelente reflexión compañera, Gracias.
En mi servicio, pedimos la opinión de las personas que atendemos. Más que reconocimiento buscamos la valoración de nuestro trabajo. También, incluímos un campo abierto preguntando cómo mejorarlo. Es interesante y supone apreciar la humildad de reconocer los elementos de mejora.
Feliz 2022
Muy interesante… el tema del reconocimiento es complejo; yo hace tiempo que me planteo una previa: para reconocer es necesario “conocer”… Hace mucho que tengo la sensación que no somos capaces de explicar que somos y que hacemos, con lo que dejamos que sean los otros quienes construyan nuestro imaginario y en función de ese nos valoran.
Feliz entrada de año a todas. En este mundo donde cada día premia más la inmediatez, nuestros jefes nos valoran por la resolución de conflictos que eviten la prensa, pero no creo que les importe realmente como lo hemos hecho y como afecta esto a las personas con las que trabajamos, pero, para eso estamos nosotras.
Buenas y feliz día de reyes!!
A veces lo apocalíptico nos resuena y quizás nos activa. Lo que comentas me conecta con la necesidad de posicionarnos de maneras diferentes en nuestro día a día. Creo que, en algunos aspectos, hace falta regresar a los orígenes: posicionamiento político, trasnparencia y horizontalidad en las acciones, negarnos a cosificar a las familias que atendemos. Recuperar el trabajo social comunitario que nos rescate de los procesos administrativos y nos vincule con la ciudadanía ( de la que también formamos parte) Soy consciente de que caminamos por un alambre, como funambulistas y a veces sin red que nos recoja, de que la gestión nos desborda, que las exigencias son muchas…pero tenemos el contacto directo con las personas, sabemos de qué se duelen y qué nos duele…. Tal como tú dices ….» O manejamos con sumo cuidado el encargo social dentro de los despachos y nos rebelamos contra él fuera de ellos o estamos perdidas»… pues eso!
Un abrazo Belén y gracias una vez más por removerme!!
Estupenda entrada. Yo creo que sí se nos valora, pero no solo por las funciones de control sino también por la resolución de problemas.
Otra pregunta importante es
¿Por qué y desde cuándo las trabajadoras sociales se perciben a sí mismas como poco reconocidas? No quiero adelantar supuestos, por eso lanzó la pregunta al aire.
¡Feliz año!