5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
22 de enero de 2024 / 9 Comentarios
El tema se complica por tanto porque en este continuo tenemos, al menos, tres actores. El primero de ellos es el propio destinatario, que estará situado en un determinado punto del mismo.
El segundo son los profesionales encargados del diagnóstico, gestión e implementación de la política. En función de donde se sitúen, esto es, de sus paradigmas, de su modo de comprensión de las problemáticas que deben atender, aplicarán las medidas de un modo u otro.
Y en tercer lugar, las normativas. Depende de qué valores las inspiren, el diseño de las medidas será de un modo u otro.
La combinación de todos ellos es de lo que dependerá por tanto la eficacia de las medidas. Una de las soluciones más propuestas para contrarrestar este problema de la eficacia (suponiendo que haya este interés, lo cual es mucho suponer…) es evitar el “sesgo del profesional”. Se diseñan las políticas de la manera más aséptica posible, evitando cualquier tipo de interpretación profesional. Las posibles valoraciones y/o diagnósticos quedan sustituidas por labores de comprobación y certificación. Protocolos y procedimientos automatizables se imponen por ello en este tipo de construcciones.
Ello permite que los profesionales vayan desapareciendo, primero relegados a categorías con menores cualificaciones, de gestión administrativa y, en un segundo paso, sustituidos por procedimientos informáticos en el que el usuario-beneficiario se relaciona con la administración sin la intervención o mediación de ningún profesional.
Se vende como una ventaja operativa indudable, una gestión mucho más eficiente, que permite al usuario acceder a las medidas desde la comodidad del ordenador de su casa y, todavía mejor, desde su teléfono móvil.
Naturalmente, ya hemos dicho que la centralidad son las prestaciones económicas y que las normativas no diferencian las características idiosincráticas de cada beneficiario o de grupos de ellos, con lo cual este modelo de relación individual con la administración se está imponiendo con fuerza y rapidez. Pero una vez establecido el modelo, no tardaremos en verlo aplicado también a esas “políticas de activación” que suelen acompañar esas prestaciones económicas.
En los mejores sueños de algunos planificadores cualquier persona rellenará un cuestionario que, por una parte, evaluará sus necesidades económicas, siéndole concedidas de modo inmediato las prestaciones a las que dicha situación le dé derecho.
Paralelamente se evaluarán sus recursos personales, perfil y necesidades de formación, tras lo cual podrá acceder a una miriada de cursos on-line que le capacitarán para acceder al mercado de trabajo en unas nuevas y mejores condiciones, mercado del cual, una vez acabada la formación, recibirá las ofertas más adecuadas a su nuevo perfil.
De este modo aséptico e individual, sin la intervención de profesionales (al fin y al cabo la subjetividad individual es la medida de todas las cosas en el posmodernismo que nos invade) la política social se hará cargo de este fenómeno de la pobreza y/o exclusión social.
Un final feliz presidido por protocolos y algoritmos automatizados y autorevisables. El fin de las profesiones inhabilitantes. Un final feliz si no se olvidase dos cuestiones importantes:
Los protocolos que en el ámbito de las ciencias naturales marcan indefectiblemente las decisiones y los pasos a dar en cada proceso no funcionan del mismo modo en la intervención social. En un protocolo “natural”, si la problemática no se ha resuelto se puede identificar con exactitud quién, qué, o cómo no lo ha aplicado correctamente. Esto es, seguir el protocolo con exactitud garantiza la resolución del problema.
En el ámbito de la intervención social no es así. En este sentido la realidad social tiene una mayor complejidad, influyendo en ella múltiples variables interrelacionadas, algunas de las cuales no hay posibilidad de identificar. Ello hace que seguir el protocolo no siempre garantice la intervención.
El problema es creer que sí. O aplicarlo para dar respuesta a la inseguridad que la impredecibilidad de lo social puede crear a los profesionales. En el fondo, seguir el protocolo libera de responsabilidad.
De ahí la tendencia a estandarizar todo tipo de procesos, cediendo cada vez más margen de la discrecionalidad profesional en aras de esa construcción colectiva que llamamos protocolo y que nos llena de seguridad y, como decimos, libera de responsabilidad. En el fondo es como hacerse trampas a uno mismo jugando al solitario.
En la intervención social, los profesionales han de seguir los protocolos teniendo en cuenta que, para cada paso del proceso, hay multitud de tareas que hay que realizar y que no están estandarizadas. Estas tareas sólo pueden realizarse si el profesional tiene como fin la resolución del problema, y no simplemente seguir el protocolo. La actitud profesional es fundamental en este territorio.
El protocolo en la intervención social no es un gps que marca ineludiblemente cada decisión y cada dirección, cuyo seguimiento nos lleva sin duda a nuestro destino.
En nuestro campo el protocolo es más bien una especie de brújula. Marca la dirección general (si no hay campos magnéticos que la distorsionen), pero en el camino hay obstáculos y alternativas que el profesional tendrá que ir evaluando en cada momento cómo salvar, cómo rodear o cómo no abordar y dar un paso atrás.
La intervención social es ciencia, naturalmente, pero también tiene algo de artesanía. Sólo así puede dar respuesta a las complejas realidades sociales a las que tiene que responder. Y a diferencia de los que muchas veces se plantea, considerar esta parte “artesanal” no la hace menos científica, ni supone ningún demérito o desprestigio.
Tener en cuenta esta vertiente no supone plantear que “todo vale”. Una artesanía sólo puede aplicarse bien tras adquirir una sólida técnica.Pero volvamos a la pregunta principal: ¿Cómo conseguir que nuestras intervenciones se desarrollen en el recorrido 4, esto es, incrementando el bienestar de nuestros usuarios de una forma relevante y perdurable?
Y aquí hay otra clave importante, que tiene que ver también con lo relacional. Se trata de la capacidad de trabajar en redes porque no somos individuos aislados. Formamos parte de un ecosistema más amplio en el que influimos y dentro del cual a su vez nuestra situación encuentra sentido. Y dentro de este ecosistema cobran especial importancia dos tipos de redes: las redes familiares y las redes profesionales.
Considerar relacionalmente los individuos y sus problemas requiere ser conscientes de las redes familiares y sociales en las que participan de modo significativo, y en las que, en muchas ocasiones, encontraremos en algunas ocasiones las razones para el mantenimiento de estos problemas y muchas veces, los recursos necesarios para superarlos.
Es algo también que requiere de método y de tiempo.
Al igual que método y tiempo requiere coordinarse con las redes profesionales. Y en este tema hay que hacer algunas salvedades:
Coordinarse no es juntarse para compartir la información sobre la intervención que cada operador, institución o terapeuta está haciendo. Esto es necesario, pero no basta con ello.
Coordinarse supone modificar nuestra intervención en función de las intervenciones de los demás, conscientes de que es en la Red de Atención conjunta donde reside la capacidad de proporcionar ayuda, y no en la intervención aislada de cada profesional. Eso requiere de dos habilidades importantes: la humildad y la generosidad.
Fin.
9 Comentarios
¡ Buenas noches!
Muchas gracias, Pedro por tus reflexiones sobre la pobreza y la exclusión social, en la primera entrada decías que eran cualitativas y que podían tener bastante sesgos, por el lugar donde desarrollabas tu tarea. Pedro, llevo más o menos los mismos años trabajando que tú , y trabajo por población en el séptimo municipio de España y la trayectoria es muy parecida por no decir la misma.
Muchas gracias , Belen, por traer a tu blog a Pedro.Ha sido un placer leer estas tres entradas.
Os agradezco vuestra generosidad y vuestro tiempo.
Un abrazo. Cheli
Buenas, Cheli. Pedro ha sido muy generoso compartiendo sus reflexiones en este espacio, además me ha dado tres semanas de vacaciones, jjajjajajaja…
Un abrazo.
Muchas gracias, Belén, por traer a tu blog a Pedro. Es un gustazo leeros a los dos. Esperé a esta tercera entrada para hacer un comentario, porque quería tener la visión completa del artículo. Me ha encantado la teoría de los estratos (que no conocía y me parece acertadísima), el recordatorio de la diferencia entre pobreza y exclusión social, visibilizar las fallidas políticas que mezclan todo y no sirven para casi nada, el futuro distópico que nos espera y hacia el que nos dirigen a las y los profesionales y el argumento final de la importancia de tener en cuentas las redes (de todo tipo).
La realidad es en ocasiones desesperante. Desde hace tiempo procuro mirar hacia quienes están avanzando a pesar de todo, hacia quienes están proponiendo una forma muy diferente de enfocar la labor profesional y hacia quienes pelean por hacer del trabajo social una profesión cada vez más digna. Menos mal que esa realidad también existe. Contracorriente se nada mejor.
Un abrazo grande.
Gracias por tu valoración. La teoría de los estratos sólo es una metáfora gráfica que se me ocurrió para reflexionar sobre algunos aspectos de la política y la intervención social. No tiene más desarrollo ni pretensiones. Saludos.
Estupenda reflexión. Yo estoy ya cansada de decir ,a quien me quiera oír ,que para seguir a pies juntillas protocolos no hacen falta Trabajadores Sociales. Que nuestra profesión es un arte ,que se construye con muchas fuentes de conocimiento y que mejora con la práctica reflexiva y crítica.
Gracias siempre y abrazo asturiano a los dos
Suscribo todas y cada una de tus palabras, Trini. Un abrazo desde Almería…
Maravilloso todo tu blog. Gracias
Perfecto, Pedro. Y esta va a ser la deriva. Está cantada, no interesa que profundicemos en la complejidad de las historias humanas. Al poder le da igual por muy perversa que sea esta afirmación. Me duele.
Es cierto, Teresa. Vivimos en un constante «como sí…», sin un genuino interés por solucionar las situaciones de sufrimiento y malestar, y priorizando el aparentar que se hace algo sobre el verdadero trabajo en las causas y orígenes de dichas situaciones. Un abrazo.