5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
10 de diciembre de 2024 / 6 Comentarios
Cada curso escolar suelo dar una charla al alumnado de trabajo social en la Universidad de Almería. Jesús Muyor, compañero y amigo, tiene la gentileza de llevarme; yo lo disfruto mucho y se lo agradezco. Este año el encuentro ha sido especialmente fructífero. Me alegró comprobar que el alumnado de este cuarto es bastante bueno, sus preguntas han sido inteligentes y sus reflexiones me han dado qué pensar.
De hecho, una de esas reflexiones es el tema de la entrada de hoy, día 10 de diciembre, día de los derechos humanos. Una alumna me planteó lo siguiente (más o menos):
Ahora en cuarto me pregunto si realmente quiero ser trabajadora social, y con las cosas que nos cuentas todavía más. En la sociedad actual veo imposible ser agente de cambio ni transformar nada. No podemos alcanzar la justicia social porque esta sociedad es muy injusta y eso me angustia mucho. No estamos estudiando para hacer papeles, por lo menos yo, y por eso pienso que igual me he confundido de carrera. ¿Qué me puedes decir? ¿De donde sacas tú la energía, la ilusión que nos estás transmitiendo?. (Cuando interacciono con estudiantes trato de inspirar manifestando todo el amor que siento por la profesión).
Lo primero que sentí fue una profunda tristeza al contemplar la desmoralización de una chica que ni siquiera ha terminado la carrera. Después de escucharla con atención le ofrecí mi respuesta con el razonamiento que constituye la entrada de hoy.
Teresa Zamanillo hace un interesantísimo análisis sobre el poder en su libro Epistemología del trabajo social. Lo he mencionado en otras entradas. En ese capítulo Teresa viene a plantear, entre otras muchas ideas, una reflexión fundamental. El trabajo social debería dejar de cargar algunas mochilas como el poder salvífico. También debería abandonar la mochila que contiene planteamientos mesiánicos sobre la búsqueda de la justicia social y la transformación social. Anteriormente Teresa había realizado un aporte fundamental a la profesión: Definir el malestar psicosocial como objeto del trabajo social. Esto es importante.
En línea con este posicionamiento, Josefa Fombuena escribe en su artículo Convertir el trabajo social en una profesión posible: Cambiar para permanecer:
Un componente prestigioso y trascendente en trabajo social es la búsqueda de la justicia social, la lucha por los derechos humanos y por el fin de las desigualdades. Este componente prestigioso es sobre el que se asienta una parte fundamental del trabajo social y obliga a posiciones específicas a la disciplina y a la profesión. Sin embargo, incluso este componente prestigioso puede transformarse en una condena debido a la magnificencia de este objetivo: el trabajo social ha de reducir la injusticia social.
Bien al contrario, frente a objetivos grandilocuentes, conviene detectar los pequeños avances y hasta pequeñísimos pero valiosos, los esfuerzos incesantes hacia más salud y más integración social de las personas en zona de exclusión, para valorar el trabajo social en su conjunto y en su justa medida. Frente a un trabajo social siempre insatisfecho, exigente y severo, va apareciendo, en un avance considerable, un trabajo social amable, prudente y cada día más consciente de la envergadura de sus objetivos.
Así pues, sentándome a su lado, le dije a esta chica que las trabajadoras sociales cometíamos un error pensando que nuestra misión es transformar la sociedad o erradicar la injusticia. Aproveché para señalar que la universidad debería dejar de transmitir este relato. Teresa lo ha repetido hasta la saciedad: Las trabajadoras sociales no estamos aquí para cambiar el mundo.
Los derechos humanos, la justicia social... son valores, no propósitos ni misiones. Son valores loables que deben orientar nuestra praxis. Y son valores además comunes a cualquier profesión de ayuda en el sentido más amplio del término.
Nuestro propósito es el abordaje de los malestares psicosociales. No somos responsables de la sociedad que nos ha tocado vivir. No somos Atlas, no tenemos que cargar el mundo sobre nuestros hombros. Abandonemos, pues, las mochilas que tanto pesan y que nos dificultan avanzar. Y, de paso, paremos los pies a cierto sector de la academia.
Le dije a esta chica que hay que practicar la empatía, pero también la ecpatía. Que nuestra única obligación es tratar de hacerlo bien, y aludo de nuevo a Teresa y la voluntad de poder que recoge del filósofo Nietzsche. Le conté que mi energía viene de esa voluntad de poder, de querer hacerlo mejor creciendo en el proceso, de disfrutar acompañando a las personas (ahora a mis compañeras) y de la creencia de que el trabajo social puede ser útil a la sociedad.
Le advertí que si ella abandona vendrán otras, que posiblemente no se hagan preguntas como la suya. Que no se preocupen de hacerlo cada vez mejor. Porque esa es, ni más ni menos, la voluntad de poder: Querer hacerlo cada día mejor con el apoyo de la formación, el rigor, la ética y la autocrítica. Trabajar creyendo en la dignidad de las personas. Ejercer con ilusión e inconformismo, para volver a casa con la convicción de que lo hemos intentado.
6 Comentarios
GRACIAS Belén!!
Tus palabras son un estímulo para quienes ejercemos, o al menos intentemos ejercer, el Trabajo Social con compromiso, confianza en la persona o personas que atendemos, a la vez que en nosotros como profesionales de ayuda para, desde lo micro, co-crear situaciones menos injustas y contribuir a la justicia social
¡Hola, Toñi! Has expuesto una idea que me parece clave: Lo micro. Muchas gracias por comentar y por tus amables palabras.
Completamente de acuerdo Belén! Creo que tenemos que quitarnos el peso del buenísmo e idealismo! Centrarnos en los malestares y apostar por un trabajo social humano, amable, cercano y valiente.
«Apostar por un trabajo social humano, amable, cercano y valiente…» Qué bonito, compañera… Un abrazo cálido en este invierno incipiente.
¡Qué guay, Belén! En medio de mis nervios por la clase que tengo que dar esta tarde, tú me has dado la entrada, porque yo iba a empezar en plan denso, ¡pobres chicas! Tú sí que vales, tú que estás trabajando y transmitiendo reflexiones pegadas al terreno con ese compromiso tan característico tuyo, con continuidad y creyendo en lo que dices. ¡Gracias!
Camino a hombros de «gigantas», maestra.
Un abrazo, Tere.