5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
11 de abril de 2023 / 7 Comentarios
Pues ya estaría. Esta frase encierra casi todo lo que hay que decir del poder en trabajo social. Se encuentra en el capítulo dedicado al poder del libro Epistemología del trabajo social. Es un libro sobre el que he escrito en muchas ocasiones (y las que vendrán).
Mi relación intelectual con el poder nace de la propuesta que me hicieron Miren Ariño, Ainhoa Berasaluce y Charo Ovejas de participar como docente en un curso de posgrado sobre supervisión que organiza la Universidad del País Vasco. La asignatura en cuestión se titula Poder, burocracia y trabajo social ¿Cómo decir que no a semejante temazo?
Posteriormente ellas me encargaron la redacción de un capítulo con el mismo nombre para una publicación que acaba de ver la luz. Te confieso que la redacción del capítulo me ha costado la misma vida; partiendo del capítulo de Teresa comencé a tirar del hilo y llegó un momento en el que la cosa, francamente, se me fue de las manos.
Agradezco a Miren Ariño que recondujese el asunto. Me recuerdo durante una semana en pijama, rodeada de papeles cuya procedencia ya ni recordaba y con los mismos pelos de recién levantada a las 10 de la mañana que a las 10 de la noche. Esto lo cuento para que nuestras amigas de la academia lo visualicen antes de echarnos en cara a las profesionales lo poco que escribimos (aquí te enlazo una forma de remediarlo, jeje). Una semana de vacaciones duró el parto, pero no me arrepiento. El pijama me lo fui cambiando, eso sí.
¿Qué descubrí sobre el poder en trabajo social? Lo cuento en el capítulo del ensayo. El libro, advierto, cuesta 75 euros. Es caro, dije yo ¿Y qué cuestan unas zapatillas deportivas y todo el mundo se las compra? contestó Izaskun Ormaetxea. Izaskun 1, Belén 0. Caro o no, es muy bueno. Si no lo puedes comprar, pide a tu colegio profesional que lo haga.
Descubrí que muchos pensadores (y pensadoras como Rosa Luxemburgo o Hanna Arendt) han reflexionado sobre el poder y que esas reflexiones nos pueden ayudar mucho a mejorar nuestro desempeño. Entendí, por ejemplo, que el poder no es algo que podamos eludir en la profesión. Que mirar al poder de reojo solo nos lleva a ejercicios profesionales peligrosos. También constaté que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, cosa que no dijo ni Spiderman ni su tío sino el narrador del comic, Stan Lee.
Bromas aparte, tan cierto es que nuestro ejercicio profesional tiene el poder de ayudar a las personas en sus malestares como que tenemos el poder de hacer mucho daño. Sí. Un daño que comienza con prácticas iatrogénicas y acaba en violencia institucional. Pedro Celiméndiz describió magistralmente la iatrogenia en trabajo social durante su ponencia de Barakaldo sobre trabajo social relacional; recuperaré la iatrogenia en una próxima entrada.
Por otra parte, me pareció muy interesante la aportación del feminismo al poder. Encontré una tesis doctoral que es oro molido. Es de María de la Fuente Vázquez; su investigación me permitió elaborar esta tabla que sintetiza las aportaciones al poder por parte del feminismo de la segunda ola:
El poder como recurso lo vemos a diario en nuestro día a día. Mientras que una parte de la sociedad es ciudadana de pleno derecho, la otra ve negado sistemáticamente su acceso a los derechos más elementales. Por su parte, el poder como dominación se ejerce al establecer relaciones autoritarias y controladoras con las personas que atendemos y suele ser el producto de un conjunto de prejuicios hacia las personas empobrecidas. Por ende, la consecuencia de una forma, errónea e indigna a mi modo de ver, de entender la protección social. Tendríamos que hacérnoslo mirar...
Si entendemos el poder como cuidado estaremos en disposición de capacitar a quienes atendemos para la búsqueda de una vida autónoma, para lo que es necesaria la libertad. Libertad de decidir sobre la propia vida desde la responsabilidad y, sobre todo, desde las propias competencias y capacidades. Yo no estoy de acuerdo con que un buen uso del poder tiene que ver con situarnos en una posición de no saber. Por supuesto son las personas quienes son las expertas de su propia vida, pero nosotras somos —o deberíamos ser— expertas en la relación de ayuda para abordar los diversos malestares objeto de nuestra competencia. La formación y la ética son las herramientas para hacerlo bien.
En resumen, es el poder como verbo y no como sustantivo lo que debería interesar al trabajo social. Y ya estaría.
7 Comentarios
Gracias Belen, una vez mas, como tu dices la frase de Teresa lo dice todo, pero creo que es necesario seguir dandole vueltas a este tema y seguir profundizando en la reflexion, por lo que tu aportación seguro que nos abre otros caminos por los que seguir profundizando. Por algun motivo no soy capaz de ver cual es el titulo de la publicacion de la que hablas y en la quee has participado. Podrias indicarme el titulo? Unha aperta.
Hola, compañera. Resulta que el enlace que puse ya no es válido, te envío otro https://www.lajuridica.es/supervision-hacia-un-modelo-colaborativo-y-transdisciplinar-9788413917405/
Espero que la publicación te guste, gracias por el interés y por comentar, claro.
Graciñas .
Me ha gustado tanto tu artículo que lo he leído varias veces y he sentido la necesidad de darte las gracias. GRACIAS BELEN.
Decía Julio Anguita que «la libertad es eso a lo que puede empezar a aspirar quien ya tiene asegurado techo y comida que llevarse a la boca».
Que buen trabajador social hubiese sido!!!!
Un abrazo
¡Hola, Marisa! He tardado en contestarte porque quería hacerlo con calma. Hay un libro de Daniel Raventós muy bueno que lleva por título «Las condiciones materiales de la libertad» y va en la línea de lo que dice Julio Anguita.
¡Gracias por comentar!
Como siempre superinteresante. Ya me he comprado el libro .
¡Gracias, Mónica! Trato de ser útil…