5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
20 de febrero de 2024 / 6 Comentarios
Recuerdo un día en el que, hablando por teléfono con Izaskun Ormaetxea, me quejaba del precio de un libro que ambas queríamos comprar. Ella me respondió que nadie protesta por el precio de las zapatillas deportivas de marca cuando las compra. Qué razón tenía. Además, a diferencia de las zapatillas, hay libros que valen mucho más de lo que cuestan y uno de ellos es este.
En esa obra encontré la idea que traigo hoy, 20 de febrero, Día mundial de la justicia social. También es el Día internacional del gato; supongo que coincidirán por algo... Desde luego mi gata Juanita reparte cates a diestro y siniestro en su incansable búsqueda de justicia gatuna frente al opresor canino. De justicia, social en este caso, me propongo reflexionar en este día. Hoy digo no a la justicia social y voy a explicar por qué.
Josefa Fombuena escribe uno de los capítulos del libro. Se titula Convertir el trabajo social en una profesión posible: Cambiar para permanecer. La tesis central del capítulo es (cito textualmente): Para poder permanecer como profesionales y mantener una identidad colectiva, las trabajadoras sociales han de ser capaces de abandonar algunos elementos que formaron su identidad en el pasado, incorporar aquellos nuevos que le dan vigencia y mantener aquellos útiles para la sociedad actual, de manera que pueda elaborar y transmitir sus acciones valores y creencias como elementos de estabilidad en un mundo en crisis.
Continúa Fombuena planteando: el trabajo social puede convertirse en una profesión realmente imposible cuando su propio ejercicio produce un malestar insostenible tanto en las personas de las trabajadoras sociales como en su vertiente profesional. Para convertir el trabajo social en una profesión posible, la autora comienza revelando los mitos fundacionales de la profesión.
Uno de ellos es la búsqueda de la justicia social. Este componente prestigioso, continúa argumentando, puede convertirse en una condena debido a la magnificencia de este objetivo: el trabajo social ha de reducir la injusticia social. Eso nos convierte en una profesión siempre insatisfecha, exigente, severa. Frente a esta profesión, Fombuena aboga por un trabajo social más consciente de sí mismo. Yo opino igual.
¿Eso quiere decir que la justicia social deba desaparecer de nuestro ideario? En ningún caso. Digo no a la justicia social entendida, en primer lugar como un objetivo y no como un valor. En segundo lugar digo no a la idea de la justicia social como un valor patrimonio exclusivo de esta profesión. En tercer lugar digo no a la creencia de que el trabajo social en su conjunto persiga la justicia social. No lo creo.
La justicia social es una idea, asociada a la denominada cuestión social, que bebe de las diferentes fuentes del socialismo del siglo XIX. Y desde luego no es patrimonio exclusivo de esta profesión sino de todas aquellas personas, colectivos y profesionales en general que entienden que la justicia social se asienta sobre la convicción de que todos los seres humanos tienen derecho a un trato equitativo, apoyo para alcanzar sus derechos humanos y distribución justa de los recursos sociales.
Opino, en línea con Josefa Fombuena, que convendría liberarnos de mochilas tan pesadas. Digo no a un trabajo social grandilocuente y maniqueo y digo sí a un trabajo social cargado de optimismo inteligente, un concepto de Silvia Navarro que desarrollaré la semana que viene. Me despido con una frase harto conocida, pero no menos acertada. Es de Mary Wollstonecraft, escritora y filósofa:
Es justicia y no caridad lo que necesita el mundo.
6 Comentarios
He oído a Izaskun hacer esa comparación entre el libro y las zapatillas. Cuestión de prioridades.
En cuanto a la canción que has puesto, me quedo con la maravillosa Dolly Parton y su versión del tema original. Desconozco por qué has decidido traer esta canción, pero que triste es pedirle a una mujer que no se le robe al marido y no al marido que se le vaya con otra y aún más que su vida gire entorno a él. El mito del amor romántico.
Gracias por tus análisis que nos permiten reflexionar sobre nuestra práctica diaria y sí, qué mal estamos.
¡Hola, Cris!
Te voy contestando. Verás, cuando quiero compartir una canción antigua me gusta colgar una versión reciente porque las «covers» me encantan. Considero que una cover es una manera de mantener viva la canción y darle un aire nuevo. La versión original es maravillosa y es la que tengo en la lista de Spotify de trabajo social y tal.
Cuelgo las canciones por semejanzas que yo encuentro; en el caso de Jolene, conocía la letra, claro, y me pareció que tan absurdo es pedir a una mujer que no te «robe» al marido como querer arrogarse el patrimonio exclusivo sobre la justicia social. Ya ves que mis analogías son, digamos, exóticas… (me divierte hacerlas).
Muchas gracias por acercarte a este rinconcillo. Un abrazo.
¡¡¡Menos mal que ya se habla de esto!!!
Pues sí, hace tiempo que va siendo hora de poner sobre la mesa ciertos mantras… Un abrazo, maestra (¡Nos vemos pronto!)
Sigo sorprendiéndome día a día del malestar que existe entre las profesionales de Trabajo Social, tanto «maduras» cómo jóvenes y también entre las personas usuarias de los servicios sociales y las instituciones ¡ que lejos aquellos años 70 – 80 tan cargados de ilusión y esperanza……¡¡¡. Me duele mucho que se haya llegado a este estado de cosas y que las colegas ( muchas de ellas exalumnas) no sean felices y estén insatisfechas con su trabajo. Habíamos puesto el listón del T.S. demasiado alto??? Nos creímos las salvadoras del mundo, adalides de la justicia social???. No hemos sabido adaptarnos a los tremendos cambios que nos han sacudido??
Ser felices.
Efectivamente, compañera, creo que el listón está demasiado alto (en según qué cosas).
Un abrazo.