5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
26 de septiembre de 2023 / 4 Comentarios
He tenido el inmenso placer de compartir dos días de formación con las compañeras y compañeros de la Diputación de Jaén (bonicas y bonicos sois...). Junto con Granada y Almería formamos lo que se conoce como Andalucía oriental, aunque en realidad se nos debería conocer como la Andalucía olvidada. Creo que por eso nos entendemos bien quienes habitamos estas tres provincias.
Nuestras vecinas han hecho una valiente apuesta formativa, dirigida a ir transitando desde el actual paradigma de gestión de prestaciones hacia uno más relacional. Tras la formación (que continúa con otros ponentes) quiero compartir contigo una de las ideas que me pareció oportuno abordar en ese foro.
Describe Saúl Karsz tres categorías de profesionales del trabajo social: profesionales colaboracionistas (cómodas con el modelo neoliberal de gobernanza), profesionales resignadas y profesionales reactivas (a ese modelo neoliberal). En sucesivas entradas profundizaré en esta categorización, con la que estoy parcialmente de acuerdo. Por ejemplo, yo añadiría la categoría profesional proactiva, que es a la que deberíamos dirigirnos todas. Como digo, ampliaré este asunto en próximas entradas...
De momento lo que busco, por una parte, es señalar que estos tipos ideales son, en su mayoría, producto de un desempeño más o menos acertado. Opino además, que estas categorías no son compartimentos estancos sino gradaciones dentro de un continuum. En otras palabras, son roles producto de un contexto interno y externo en un momento dado. Por ello el tránsito entre una categoría a otra es un camino de ida, y también de vuelta. Hay quien no tiene remedio y tal y como ha nacido así se morirá; esas personas deberían dedicarse a otra cosa.
Sostengo, por otra parte, que estas metamorfosis no se experimentan de un día para otro y que hay gestos cotidianos que podemos incorporar para trabajar mejor. Diseñé para Jaén un termómetro de la interacción profesional, en ese caso, en servicios sociales (pero vale para cualquier ámbito). Es este...
Una interacción excesivamente fría, ausente de empatía, centrada en los protocolos y restringida a lo que el sistema pueda o no ofrecer es una interacción burocrática. En el mejor de los casos ofrece poca colaboración y en el peor de ellos daña a las personas a las que supuestamente tenemos que ayudar. Recordemos que este tipo de interacciones son en sí mismas un peligro pues suelen desembocar en violencia institucional.
Una interacción relacional debería ir dirigida a ofrecer una relación genuina de colaboración a la persona. Parte de la creencia en las competencias y capacidades del otro, ve a la persona por delante del problema y busca generar vínculo. Como bien dice Alfonsa Rodríguez, las intervenciones que promueven el cambio no están en el contrato sino en la relación que se establece.
Una interacción crispada suele venir derivada de una inadecuada gestión de la relación profesional, bien porque la persona que tenemos delante nos toca algún disparadero personal o bien porque no sentimos cuestionadas. Sea porque nos hayamos tomamos alguna recriminación como algo personal y hayamos entrado en una escalada o por lo que sea, el caso es que no hemos desarrollado adecuadamente nuestra propia ecpatía. Por eso es tan importante el autoconocimiento, así sabremos qué tipo de emociones afloran en nuestro ejercicio diario y como manejarlas.
La interacción violenta (no me refiero a violencia física) produce mucho sufrimiento. No solo para la persona profesional (que puede incluso acabar siendo agredida), también para la persona o personas que estamos atendiendo en ese momento. Llegar a este punto es casi un camino sin retorno.
Una profesional que interacciona de manera relacional trabaja mejor, sufre menos y es más feliz al llegar a casa. Ese fue, en síntesis, mi mensaje a las compañeras y compañeros de Jaén. Y la moraleja del cuento de hoy es que los caparazones son útiles como prevención de un presunto ataque, sin embargo hacen muy lento y dificultoso nuestro caminar, no hay más que observar a quienes los llevan. Yo no soporto escuchar eso de quienes estamos en las trincheras porque no luchamos en ninguna guerra, creo yo. No es necesario el caparazón cuando no hay nada grave de lo que defenderse.
4 Comentarios
Que ganas de que volvieses Belén. Espero que renovada y descansada después del necesario descanso. Me temo que el caparazón cada día está más duro por diversos motivos más allá de los entornos profesionales. Me parece imprescindible poner el foco en este aspecto de la profesión. Cada vez más necesarios los espacios de trabajo personal, supervisión y deduzco de» intervision», elemento que introdujiste en una entrada pero que ya no sé si retomaste y que me gustaría leer con atención y gratitud si lo haces. Llegar a la ecpatía es difícil cuando pones mucha emoción y pasión en lo que haces. A mí últimamente me trae loca. Lo sigo intentando. Agradecida como siempre
¡Hola, Ana!
Efectivamente el trabajo personal es básico. Con respecto a la intervisión, estoy pendiente de publicar una entrada, allí os contaré.
¡Muchas gracias por tus palabras!
Enhorabuena nuevamente por la entrada, Belén.
Me ha gustado el termómetro que propones. También descubrir la ecpatía. Completamente de acuerdo en todo.
Gracias.
Gracias, camarada ¡Nos vemos muy pronto!