5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
24 de mayo de 2023 / 13 Comentarios
En estos días estoy inmersa en preparar mi intervención en el Congreso de trabajo social de Madrid. Participo en una mesa sobre epistemología con nada más y nada menos que Teresa Zamanillo y Miren Ariño. Siempre me pasa con estos eventos: me pongo atacada y comienzo a recopilar información como si no hubiera un mañana. Luego es peor porque la búsqueda se me acaba yendo de las manos, pero yo erre que erre.
Entre otros, me leído parte del recomendable libro El trabajo social en un mundo en transformación. Se trata de un ladrillo de dos volúmenes que recoge el CIFEST 2018. El primer volumen me está aportando muchas cuestiones para la reflexión. De hecho hoy quiero escribir sobre uno de los capítulos: Convertir el trabajo social en una profesión posible, de Josefa Fombuena.
Fombuena plantea que el trabajo social se funda sobre un absoluto, la creencia de que se puede erradicar la injusticia y la desigualdad. Una creencia en parte responsable de lo que Álvarez Uría denomina ambigüedad constitutiva y constituyente del trabajo social, consistente en la tensión entre la búsqueda de la igualdad y los propios límites institucionales preestablecidos, la pendulación entre el control y la ayuda y la dicotomía entre cuidados y derechos, ésta última apuntada por la propia Fombuena.
Este absoluto, la búsqueda de la justicia social, es un componente prestigioso que, como bien dice Fombuena, se convierte en condena debido a la magnificencia de la misión. Las consecuencias: Un trabajo social siempre insatisfecho, exigente y severo.
Así, continúa Fombuena, el trabajo social puede convertirse en una profesión imposible cuando su propio ejercicio produce un malestar insostenible tanto en las personas de las trabajadoras sociales como en la ciudadanía.
Yo suelo añadir al cóctel del malestar el encargo de gestionar la subsistencia, sobre todo en las profesionales de servicios sociales públicos y parte del tercer sector. De este tema he hablado en otras entradas, como por ejemplo esta.
Este trabajo social hecho de paradojas —en palabras de la autora— tensiona la profesión en cualquiera de los factores que intervienen en su desarrollo. Para convertir el trabajo social en una profesión posible, nos recomienda conocer tres categorías de factores que afectan al desarrollo de la profesión en su conjunto. Uno, aquellos que se deben abandonar, dos, aquellos que se deben mantener y tres, aquellos que se deben incorporar. En esta entrada me interesan los primeros.
Abandonar los factores inútiles, que ya no sirven, no es fácil. El propio concepto, la palabra misma de abandonar puede generar un cierto rechazo. En general, abandonar no resulta agradable. Renunciar tampoco. Ambas nociones sugieren una idea de fracaso.
Los desafíos son dos. En primer lugar, abandonar el absoluto. Ha sido una herramienta, dice Josefa, de construcción para el trabajo social. Sin embargo abandonar el absoluto permitirá reintroducir otro valor, la esperanza. La esperanza, como la utopía, señala los caminos posibles, pero es humilde y permanece con las personas permitiendo abrir nuevas posibilidades.
En segundo lugar, derivado de lo anterior, recupero la idea de un trabajo social siempre insatisfecho, exigente y severo. Afirma al respecto: El trabajo social es una profesión excesivamente severa y exigente tanto con quienes se trabaja como consigo misma. Aceptamos mal los límites institucionales y las soluciones de compromiso se viven como insuficientes. Estamos atravesadas por una especie de poder salvífico, en palabras de Teresa Zamanillo. De ahí la conocida frase el principal recurso son las propias profesionales.
Conviene señalar —apunta Fombuena—que el principal recurso no son las trabajadoras sociales ni como personas ni como profesionales. El principal recurso es la agenda social que organiza y jerarquiza las cuestiones sociales, haciendo que la sociedad priorice estas cuestiones frente a otras.
Ni más ni menos.
13 Comentarios
¡Hola, Belen!
Qué provocadora te leo!!!
El sistema de servicios sociales, al igual que el sanitario, el educativo….y las agendas sociales y las prioridades de los mismos pienso que se deciden en las urnas, pero de esos sistemas, la actuación ética de sus profesionales son su principal valor o al menos eso quiero pensar y espero que esta convicción me dure por los menos 7 años más.
Seguro que tu intervención en el el Congreso de Madrid será muy interesante y acuérdate que Teresa Zamanillo, con la que compartes mesa, dijo no me acuerdo en qué comunicación qué:
“La Innovación Social mas avanzada y mas revolucionaria teconologicamente, sera la de aquel municipio que consiga por fin, una dotacion de personal suficiente y estable para garantizar la atención ciudadana.”
Y Belen, yo con Teresa, casi siempre estoy de acuerdo.
Un abrazo y buen Congreso.
Cheli
¡Hola, Cheli!
¡Jjajaja! Estoy inmersa en la preparación de la intervención de Madrid y las ideas me bullen. Verás, si lo piensas desde otra perspectiva, las palabras de Teresa me dan la razón, bueno, a mí no, a Josefa Fombuena. Una dotación adecuada de personal es la consecuencia de una estrategia que otorga valor a la protección social en general y los servicios sociales en particular (en este caso). Dicho de otro modo, si aumenta el personal es porque hay una agenda detrás que considera que nuestro sector es importante (o la sanidad, o la educación, etc.). No depende de nosotras la asignación de efectivos además.
Qué duda cabe que nuestra función es fundamental, claro, pero son las políticas las que cambian la vida de la gente. En mi opinión, la justicia social es un principio ético, no una misión. En el estado actual de las cosas nosotras podemos contribuir a aliviar el malestar. No creo que debamos caer en la trampa de encargos imposibles, lo que no significa que no debamos dar lo mejor de nosotras mismas cada día.
¡Vente pa Madrid!
Jo, Belen, si lo pienso desde esa perspectiva tienes toda la razón y lo peor es que las políticas ayudan poco…
Me encantaría escucharos, pero esta vez no va a poder ser, me tendré que conformar con leeros.
Un abrazo. Cheli
Ay Belen!!! que en Madrid no nos hemos recuperado todavia de las declaraciones negacionistas sobre la justicia social de nuestra presidenta. Es por ello que no estoy en condiciones para una reflexión tranquila y sosegada sobre ello.
Es verdad que el trabajo social no puede erradicar la injusticia social, pero la justicia social es uno de los valores más importantes que nos permiten mantener una actitud crítica. Tampoco creo que seamos transformadores del cambio, ni el principal recurso. Mas aun, todas estas máximas me han parecido siempre un postureo superficial para retroalimentar el ego de la profesión necesitada de referentes.
¡Marisa, qué coincidencia! Precisamente de justicia social hablaré en el congreso de Madrid, porque como MUY BIEN DICES, la justicia social es un valor (no una misión).
Un abrazo.
extraordinaria reflexión…
Muchas gracias, compañero. Un abrazo.
Otra buena entrada, Belén. Como siempre me hace reflexionar sobre cosas verdaderamente importantes. Es necesario soltar lastre, si. E incorporar la esperanza para avanzar.
Gracias.
Gracias, camarada.
Que difícil resulta despojarse de todo eso. Muy sugerente como siempre. Una pena no poder ir a escucharte con esa estupenda compañía. Abrazo asturiano.
Es difícil, sí. Muchas gracias y un abrazo de vuelta, Trini.
¿Qué no se puede erradicar la injusticia y la desigualdad? (sniff) ¿qué es lo siguiente que nos vas a desvelar? ¿qué los reyes magos son lo padres?
«Me he quedao hecho polvo pal resto la semana».
¡JJJAAAJJJAAA! Sobrevivirás…
Un abrazo.