5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
20 de enero de 2023 / 10 Comentarios
Vivir donde trabajas, o no, es un tema omnipresente no solo en el trabajo social sino en todas las profesiones de ayuda. A decir verdad, hasta hace poco creía que se trataba de una cuestión casi anecdótica. El asunto afloró en el transcurso de una charla a estudiantes de trabajo social de la Universidad de Almería meses atrás.
Posteriormente ha salido a relucir cuando algunas de mis compañeras de la provincia se han ido enterando de que me propongo establecerme en el municipio donde trabajo. Debo matizar que es el municipio cabecera de una comarca de ocho pueblos y una entidad local autónoma, o sea que en realidad trabajo en ocho municipios y una entidad local autónoma. La foto de la portada es de la Plaza porticada de Berja.
Confieso que me sorprende el interés que despierta esto de vivir donde trabajas. A mi no me ha supuesto nunca un problema en los diferentes lugares en los que esa circunstancia se ha dado, así que no me había parado a pensar sobre el tema hasta ahora. En realidad, lo que me ha hecho reflexionar es la aversión a vivir donde trabajas que plantean esas compañeras y el temor que me trasladaban las estudiantes.
Por mi experiencia, observo que esta aversión es consecuencia de dos miedos —infundados en mi personalísima opinión—: Uno, a perder intimidad. He notado que hay compañeras y compañeros que se cohíben cuando una persona a la que atienden les pregunta sobre su propia vida: si están casados o tienen hijos. He visto incluso mentir a compañeras y compañeros para que esa persona no tuviera esa información. Siempre me he preguntado ¿Y qué podría pasar?
En relación con la pérdida de intimidad asimismo percibo (aunque en menor medida) un cierto pudor ante la posibilidad de que las personas que atendemos nos descubran en un rol distinto al profesional. Pongamos por caso tomando tapas o bailando al ritmo de las mujeres no lloran, las mujeres facturan... (soy del equipo Shakira y mira que ha sido una defraudadora de impuestos, no lo puedo remediar, me encanta).
El otro tipo de miedo que observo a vivir donde trabajas es la posible intromisión de las personas atendidas fuera del trabajo con requerimientos de información, etc. Veo que esto resulta especialmente molesto a la mayoría de compañeros y compañeras. Hombre, que un sábado noche se te acerque alguien a preguntarte por el expediente de dependencia del padre no es el mejor plan. Esta intromisión, no obstante, es infrecuente. Lo habitual es que esto te suceda en la media hora del desayuno y ahí da igual que vivas o no en el pueblo.
En lo referente a las intromisiones, claro que hay personas impertinentes que molestan durante nuestro tiempo de ocio. Sin embargo cabría definir qué entendemos por intromisión, porque intromisiones hay de muy distinta índole. Dicho esto, las intromisiones (sean del tipo que sean) son más probables si la profesional no sabe poner límites o si la oficina ha entrado en un proceso de bunkerización. Y es que, a mayor facilidad de acceso a nuestro servicio, menor probabilidad de que la persona tenga que buscar vías alternativas. Y ese asunto tendríamos que hacérnoslo mirar.
En lo tocante a la intimidad, en mi desempeño profesional he hablado en incontables ocasiones de mi propia vida. La he compartido con personas atendidas no como un ejemplo a seguir, al contrario. He narrado algunos sufrimientos, temores y fracasos siempre con el propósito de contribuir a la relación de ayuda. Sin ir más lejos, mi propia experiencia como lesbiana ha servido a algunas madres y padres a aceptar la homosexualidad de sus hijos. Es más, algunos de esos hijos acudieron para que les ayudara a salir del armario.
Constato que aquellas compañeras que intercambian impresiones sobre la maternidad con mujeres que atienden, que cuentan que apenas han dormido porque al bebé le están saliendo los dientes son las que generan un mejor vínculo profesional porque esa actitud es el producto de un posicionamiento profesional más horizontal y más cálido.
Entiendo, obviamente, que cada una de nosotras es muy libre de compartir la información personal que estime oportuna. Sin embargo opino también que estos temores (llevados al extremo) son la manifestación de un desempeño profesional que yo respeto pero no comparto. En alguna entrada contaré la experiencia de la hospitalización de mi madre junto con la madre de una mujer marginal a la que atendía y como nos unió esta experiencia.
Y desde luego, vivir donde trabajas tiene muchos aspectos positivos. La gente te considera parte de la comunidad con lo que te ve de otra manera. Podría contar muchas anécdotas pero no quiero parecer cursi; lo único que pretendo con esta entrada es animar a perder todos estos prejuicios y decir que se puede hablar de nosotras con las personas que atendemos, vivir donde trabajas y ser feliz. Yo lo he conseguido.
10 Comentarios
Si, yo también lo veo así.
Quería explicar que , durante el confinamiento y la pandemia, en mi el equipo de servicios sociales, estuvimos trabajando desde casa y con nuestros móviles personales. Eso duró varios meses. Yo no pongo nunca número oculto, así que las personas que atiendo tienen mi número personal . Hasta la fecha, nadie ha hecho mal uso de él. Cuando me quieren contactar ponen un whats y , o llamo o acordamos hora de llamada.
Y , durante el tiempo de confinamiento, se generó una relación mucho más horizontal , en la que podíamos hablar de eso tan nuevo que nos estaba pasando.
He intentado mantener este tipo de relación ya mucho después. Creo que se me hizo muy evidente, frente a lo lo atrincheradas que estamos en nuestros despachos, cómo es trabajar acompañando y compartiendo.
Muchas gracias, Isabel, por compartir tu experiencia. Un abrazo.
yo tuve que elegir, a mi pareja no le gustaba el tipo de intervencion profesional que hacia siendo un miembro mas de la comunidad donde trabajaba. Luego, creó que por otras razones fue bueno cambiar de ciudad a partir de cierta hora del día.
Gestiono un programa de viviendas sociales que en 38 0casiones he tenido que recuperar para el programa social, viviendas mal utilizadas por funcionarios o familiares .El distanciarme de vecindad ,me ha permitido tomar decisiones y hacer propuestas de recuperar patrimonio publico y hacer un uso social del mismo.
Comparto todo tu punto de vista, sobre todo de los servicios bunkerizados.
Claro, para todo siempre hay excepciones. Trabajar en vivienda es complicado, tú tienes una función de control que es difícil de compaginar con la vecindad.
Un abrazo.
Buenas,
a mi me ha pasado lo mismo,tener cierto rechazo a vivir donde trabajo sobre todo si el lugar es un pueblo pequeño.
Falta de intimidad, dónde acaba lo profesional y empieza lo personal, tener más información fuera del trabajo de situaciónes que no son facilitadores para desconectar del mismo, vulnerabilidad ante situaciones donde intentan ofenderte por tu vida personal…
También es verdad y comparto la parte comunitaria, ser parte de la comunidad de vecinas, revisar el rol en este contexto y adecuarnos al mismo, no soy la profesional, soy una vecina más, con límite.
Mostrándonos de diferente manera, como decías, no es lo mismo estar en el trabajo en una intervención que con unas amigas de tapas un viernes por la noche o acompañando a una cita a una persona que compartir un espacio en el polideportivo del pueblo.
A veces la distancia en la intervención es importante y necesaria, recupero el concepto de ecpatia de otro post tuyo, pero también es importante formar parte de un mismo puzzle comunitario, hace que las dificultades a las que nos enfrentamos las vivamos,en mi caso, de una forma más colaboradora.
Muchas gracias por las reflexiones.
Un abrazo enorme
Hola, Juanix, sí, la distancia es importante, lo que pasa es que yo la entiendo como una distancia emocional más que física. Muchas gracias por comentar, espero que este blog te sea de utilidad.
¡Un abrazo!
Comparto mucho de lo que expones. Mi primer trabajo, como trabajadora social, fue en el municipio dónde vivo y duró unos añitos. Mi experiencia fue muy positiva porque me enseñó bastante a compaginar ese doble rol y, a poner límites cuando lo necesite (1 sola vez).
Creo que ante situaciones extremas el lugar de residencia no es un límite.
Y los años me han enseñado que hablar de algún aspecto personal puede ser muy útil.
Creo que la manera en cómo entendemos el rol profesional y el «rol de poder», que se puede atribuir al profesional tienen protagonismo en estas situaciones.
El rol de poder es un temazo, amiga Mati.
Un fuerte abrazo y gracias por comentar.
En mi ámbito esto es un temazo. Prisiones. Aquí se entrelaza la intimidad, el poder, pero dice todo la seguridad que en muchas ocasiones es la escusa perfecta para hacer ese uso de poder. Cómo si el propio contexto no lo trajese ya de serie lo suficiente. Yo precisamente juego a este equilibrio constantemente. No vivo cerca de donde trabajo.( Las prisiones y el personal ya están lo suficientemente dispersadas de la población en general y fuera de la comunidad). He comprobado cómo mostrarte cómo otro ser humano con dificultades para afrontar la vida genera un vínculo y una relación de respeto que tiene mucho potencial para la relación de ayuda. Eso sí, aprender a poner límites claros es primordial. En éste ámbito mucho más. Gracias BELÉN.
¡Hola, Ana! Gracias por compartir tu experiencia pues efectivamente esto es un temazo en prisiones. Y, como bien apuntas, poner límites es fundamental. Un abrazo.