5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
25 de noviembre de 2020 / 7 Comentarios
Acerca de la violencia machista se ha dicho todo, o casi. Se ha manoseado este tema hasta convertirlo en una sucesión de eslóganes bienintencionados que en realidad esconden el origen del problema: el patriarcado. La violencia machista no es una lacra (término que aborrezco), no es un vicio. Es un grave problema social y la más trágica consecuencia de un sistema que oprime a la mitad de la población.
La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, en su artículo 1.1. la define en los siguientes términos: Es la manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres. Se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. Comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad.
Me propongo hacer una entrada útil en este día y apuntar algunos elementos que, como profesionales del trabajo social, nos pueden ayudar a atender a mujeres que sufren violencia machista. Es un tema complicado, muy complicado. Tanto, que no es tan importante saber qué hacer como saber qué no hacer. Parece un trabalenguas, lo sé. Vayamos por partes.
El adecuado manejo de nuestras emociones es básico. Se trata de una demanda que nos va a generar emociones intensas. Primero, por la dureza del relato. Si se produce hay que escuchar con calma, atención, empatía y sin aspavientos. No procede preguntar detalles truculentos. Nos centraremos en desplegar la relación de ayuda y en procurar que la mujer se sienta atendida en un entorno seguro. Hay que evitar a toda costa la revictimización y conviene, por ello, saber entrevistar leyendo, formándonos, etc.
En segundo lugar, las mujeres suelen demandar ayuda en dos momentos: tras una agresión o cuando por fin emerge la idea de romper con el maltratador. Si acude a nuestro servicio tras una agresión es imperativo atenderla inmediatamente ¡podría no volver! Si tenías en agenda a otras personas, busca una solución, pero atiéndela. El ciclo de la violencia, de Leonore Walker, te dirá por qué. Y recuerda lo de los aspavientos, las secuelas de la agresión pueden resultar impactantes. Tendrás que estar preparada por si decide actuar, por lo que deberás conocer previamente los protocolos y tener a mano la información que necesitas (teléfonos, etc.).
Si se está planteando abandonar al agresor es posible que no formule una demanda directa por vergüenza, por miedo, por malas experiencias con profesionales, por infinidad de razones. En ese caso buscará alguna excusa para acudir. Con pericia profesional hay que detectar y tirar cuidadosamente del hilo, sin prisa, sin correr, sin forzar. Por mucha angustia que te produzca la situación que está viviendo. Lo importante es lograr un vínculo. Lo prioritario es que la mujer se sienta escuchada y atendida. El objetivo es lograr una segunda entrevista.
Hay algunas cuestiones que no debemos perder de vista en el proceso de la relación de ayuda con estas mujeres.
Pervive un fuerte estereotipo acerca de las mujeres maltratadas en el imaginario colectivo. Ana Orantes ha quedado grabada a fuego en nuestra memoria. Y así sea, su historia no debe ser olvidada. Pero no todas las mujeres víctimas están casadas, son amas de casa y tiene hijos. No todas tienen un comportamiento socialmente irreprochable ni falta que les hace. Incluso habrá algunas que además de víctimas puedan ser, en cierta medida, victimarias si hay menores de por medio (de ahí la necesidad de observar desde el prisma de la complejidad). No se puede juzgar la violencia en función del perfil de la víctima. No existen gradaciones.
El relato de la víctima provocará una emoción muy negativa hacia el agresor. Normal. Pero no es recomendable entrar en juicios de valor sobre él ni pivotar la intervención en el reconocimiento de su maldad. El agresor fue la persona que ella eligió y probablemente vivieron momentos de amor y bienestar. Seguramente también muestre sufrimiento y la víctima sea consciente de eso ¿Quiero decir con esto que es positivo que la víctima sienta pena? No, al contrario. Quiero decir con esto que la víctima tendrá sentimientos ambivalentes que hay que reconocer y validar. Por ello el foco debe ir dirigido a hacer entender a la víctima que una relación con violencia no es una relación de amor, es una relación que solo produce sufrimiento y que tiene derecho a vivir sin este sufrimiento. Que más allá de las palabras de su pareja, la realidad es que la está violentando y le está impidiendo ser una persona libre. La clave está en hacerles ver que la cuestión no es lo que dice, es lo que hace.
Inasequibles al desaliento. Atender a mujeres que sufren violencia machista supone acompañar, comprender, escuchar, orientar, promover y actuar. No estamos para juzgar, dirigir ni ordenar. No somos las protagonistas de la intervención, lo son ellas, por lo tanto no cabe que nos decepcionen como tampoco que nos obedezcan. Nunca. Tanto si lo abandonan como si se van a vivir a Nueva Zelanda con él. El proceso es duro y los resultados inciertos. Habrá fracasos. Lo único cierto es que un buen desempeño profesional garantiza un mejor resultado. Y eso a veces, algunas veces, marca la diferencia entre la vida y la muerte, compañeras.
7 Comentarios
[…] hicimos pasar al despacho y en la entrevista nos contó que, recién casada, había venido con su marido, de su misma nacionalidad. El […]
Muy importante lo que planteas sobre la intervención profesional, que no significa, en ningún caso, que la mujer actúe a nuestro dictado. El acompañamiento es vital, sin juicios, aportando herramientas que puedan ayudar en la toma de decisiones… Duro, complejo y apasionante, como la propia esencia del trabajo social.
Un abrazo.
Sabias palabras, Carmen…
El patriarcado
Si uno va al diccionario de la RAE edición 1970, encontrará la palabra «feminismo» definida. Como el movimiento que intenta que se reconozcan a la mujer capacidad y derechos reservados antes a los hombres.
En el mismo diccionario, no encontrará el término «machismo», porque no exist´ía. Era solo lo que había.
Los problemas se arreglaban en casa y cada uno sabía lo que había en la suya.
El camino es largo.
Pero solo en al final se sabe si era posible.
Hay que caminarlo.
Buenísimo apunte, amiga.
Magistral como siempre, por muchos protocolos que se elaboren, por muchas directrices que nos den o encontremos en nuestro camino profesional para mí sólo existe una vía, la del acompañamiento y la gestión del caso como la mujer te vaya dictando al final son ellas las que deciden, siempre con tu acompañamiento
Gracias, Inma, en salud tenéis mucha experiencia en este tema y seguro que tendréis mucho que contar. Un abrazo.