5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
3 de febrero de 2025 / 6 Comentarios
Continúo mi reflexión sobre los tres escenarios deseables para el trabajo social del futuro. Hoy escribo la entrada que completa el segundo escenario: Un trabajo social ético. A ver si soy capaz de hilar bien el argumento que quiero compartir contigo.
En la entrada anterior señalaba el auge de lo motivacional (asociado al disfrute) en detrimento del deber. Hoy voy un paso más allá.
La deontología profesional, como sabemos, se encarga de regular los deberes, traduciéndolos en preceptos, normas morales y reglas de conducta. Determina deberes mínimamente exigibles a las profesionales.
En una entrada antigua analicé un artículo de Francisco Idareta sobre la ética cordial de Adela Cortina. En ese artículo Idareta decía que las y los profesionales del trabajo social saben qué es lo que deben hacer, pero no lo llevan a cabo o lo hacen parcialmente. Existe una desconexión entre el acto moral (¿Qué debemos hacer?) y el agente moral (¿Cómo debemos ser?), entre el deber y la virtud. Continuaba Idareta señalando que:
Un buen profesional no es aquel experto en su materia, aquel que conoce y reconoce los valores y principios éticos de su profesión, aquel que los cumple acríticamente, sino aquel que los siente y encarna diariamente, aquel que tiene la disposición de actuar del mejor modo posible en cada momento para ayudar a la persona usuaria, aquel que sabe y quiere practicarlos con prudencia y que por ello tiene la capacidad de autorregularse.
La deontología establece mínimos, a diferencia de la ética profesional, que indica cómo se debe actuar. Trata de reflexionar sobre el bien interno que ha de procurar cada profesión. La virtud, a diferencia de la ética profesional, señala cómo se debe ser. Es un hábito del obrar bien. Dicho de otro modo, son cualidades positivas que se consiguen a través de la adquisición de buenos hábitos y la repetición de estos en un proceso de interiorización de valores.
El asunto es que ser virtuosa en el ejercicio de la profesión es cada día más difícil. El desempeño profesional en un contexto que denomino neoburocracia (término sobre el que escribiré próximamente) obstaculiza la adquisición y repetición de buenos hábitos.
Fombuena menciona la noción de zona gris de Primo Levi en el capítulo que vengo analizando sobre los tres escenarios. El escritor, italiano y judío, fue prisionero del campo de concentración de Auschwitz. Es sabido que los prisioneros con cierta formación o ciertas habilidades eran utilizados por los nazis en ciertas tareas del campo de concentración. Eso les reportaba algunos privilegios en comodidad o comida y en muchas ocasiones suponía la diferencia entre vivir o morir.
Primo Levi definió la zona gris como el punto de contacto entre el bien y el mal, entre víctimas y verdugos, donde se producía un contagio de los inocentes. Y lo que atormentaba a Levi es hasta qué punto él mismo se había contagiado, lo que le llevó con el tiempo también a ver de otra manera a los que peor había considerado. “Sobrevivieron los peores”, sentenció años más tarde (extraído del artículo de El País, La ‘zona gris’ de Auschwitz: Primo Levi y el destino de los presos del Kommando 98).
Salvando las distancias, obvias, a veces me veo peligrosamente instalada en esa zona gris estableciendo alianzas con quienes debería confrontar porque con sus políticas dañan. Me descubro recurriendo a subterfugios en lugar de apoyarme en la ética profesional con la excusa de que así conseguiré más logros para el centro que dirijo. Todo eso me avergüenza y asusta a partes iguales.
Cita Josefa una frase demoledora de Tzevan Todorov: Es necesario atravesar el mal sin tomarse por una encarnación del bien. Te confieso que estas semanas atravesar el mal está siendo una tarea difícil, muy difícil, por eso he vuelto a leer ética. Necesito volver al trabajo social ético y reconectarme con la trabajadora social que un día fui porque la verdad es que esa joven mujer era mejor que yo.
6 Comentarios
Belén, amiga, tu texto de hoy me ha emocionado mucho, gracias.
Sólo un pensamiento en voz escrita…, esa mujer joven que dices te ha hecho ser la gran mujer que hoy eres, así que dale las gracias y, como te dice Pedro, cepíllate los zapatos y sigue!
Un abrazo
M;ren
¡Me alegro mucho de que te haya gustado! Y sí, quitarse el barro y seguir, no queda otra…
Un abrazo.
estoy completamente de acuerdo con Pedro. Me ha encantado tu reflexión. Te aseguro que ser auténtica en ética, si se está en un puesto como tú, no es igual que cuando eras joven.
Abrazos de otra Acuario.
Gracias, maestra. Es un honor compartir signo zodiacal 😉
Hola Belén. Una entrada profunda, en la que creo que te juzgas con excesiva dureza. Esa mujer joven, que dices que era mejor que tú ahora, no sabía lo difícil de las situaciones que tendría que atravesar, ni las heridas que se producen al hacerlo. Lidiar a diario con situaciones de malestar y de sufrimiento humano, en los entornos políticos que nos toca hacerlo, es una situación de extrema peligrosidad, en la que necesariamente (si estamos comprometidos con ellas) quedamos dañados. Es imposible caminar por los senderos embarrados que frecuentamos sin mancharnos los zapatos. No preocuparnos demasiado por cómo se han producido esas manchas, un buen cepillado y a seguir. Que tengas buena semana.
Muchas gracias, Pedro, tu comentario es sanador, llevo días mustia con tanta injusticia y tanto obstáculo para desempeñar mi trabajo.