5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
14 de febrero de 2022 / 18 Comentarios
Yo no soy asistente social, por poco. La denominación cambió en 1981 con la incorporación de la disciplina al conjunto de estudios universitarios. Cursé la diplomatura entre 1990 y 1993 y hace algunos años cursé el grado. Es obvio pues que no soy asistente social aunque peine canas. Tantas tengo que las visitas a la peluquería son continuas y doy por seguro que cuando comencé la carrera alguna de mis lectoras ni siquiera estaba en el mundo. Que digo yo que alguna lectora tendré nacida después de 1990 (si no es así menudo fracaso de blog...)
Llevo tiempo rumiando esta entrada. Cuando empecé a ver en las redes la famosa frase no soy asistente social, soy trabajadora social me pareció una cosa anecdótica, sin embargo no es así. El dicho aparece cada vez con más frecuencia. Es casi un lema y no acabo de entender la razón.
Sinceramente, no comprendo por qué a mucha gente de la profesión le molesta que se le llame asistente social. A mí me lo han llamado continuamente durante mis veinte años de ejercicio y la verdad es que no me ha importado en absoluto. Claro que yo soy viejoven.
Aunque no soy asistente social (en sentido literal) considero un triunfo que se conozca la profesión con el nombre que sea. Otra cosa es el sentido que le demos a ese nombre, que es lo que da lugar al lema de marras y también a la entrada de hoy.
No cabe duda de que el paso hacia la diplomatura universitaria es un avance. Y que ese paso habrá venido acompañado de una mejora sustancial en la epistemología de la disciplina. Asimismo en los conocimientos que se estudian. En la proyección de la profesión, por supuesto.
Como también es cierto que muchas asistentes sociales en España y sobre todo en Latinoamérica tuvieron una mentalidad más revolucionaria y vanguardista que la del paradigma hegemónico en la profesión del trabajo social en nuestro país. El párrafo que abre esta entrada, escrito por Sela B. Sierra, es parte del libro Formando al nuevo trabajador social. Algunos de sus capítulos fueron escritos ¡en 1976! Yo tenía 4 años. Uno de los capítulos de este libro sirvió de inspiración a Luis Barriga 33 años más tarde para escribir su ponencia El sexto sentido en trabajo social de la que he hablado aquí en innumerables ocasiones.
El lenguaje modela el pensamiento, es evidente, pero el hábito no hace al monje. De nada sirve que se nos llame trabajadoras o trabajadores sociales si nuestras prácticas son cada vez más controladoras, más paternalistas y menos empáticas. Y, por desgracia, cada día observo más profesionales en esa línea, veteranas y no veteranas a partes iguales. Como muestra, valga este botón que me he encontrado hoy mismo en redes sociales.
Si a la mayoría de profesionales la denominación asistente social les produce emociones negativas, cabría reflexionar sobre la antipatía creciente que las trabajadoras sociales estamos generando en la ciudadanía. Al menos quienes diseñan y comparten memes como este. Con estos mimbres tendremos que inventarnos otra denominación profesional dentro de unos pocos años.
A mi me siguieron llamando asistente social hasta que dejé el ejercicio en 2018. Es peor, en realidad me llamaban lasistenta o la Belén, sin más. Sobreviví al trauma y quedaron pocas secuelas.
18 Comentarios
Gracias, Belén, por tu valiosa aportación. Yo no veo ahí más que un sinónimo, pero no he sabido explicarlo tan bien como tú. Me ha impactado que haya compañeras que se toman tan a pecho lo de corregir a la gente que le dice Asistente Social en lugar de Trabajadora Social, que hasta dicen que sufren y les duele muchísimo el no conseguir corregirlo. Menos mal que alguien ha puesto un enlace a tus publicaciones. Gracias.
Gracias a ti, Nieves, por comentar y bienvenida a este espacio.
Hola compañeras, el problema no es en sí que te digan asistente social, a pesar de llevar mas de 40 años siendo trabajadores sociales, por lo general la poblacion (incluso otros profesionales lo utilizan en mi ámbito de trabajo) es que digan la ASISTENTA, que no es lo mismo que asistente, un saludo.
Bueno, bueno. Me encantan vuestros comentarios.
Yo soy de las Asistentes Sociales, que corría delante de los grises por corear algo tan revolucionario como: «Universidad, para Trabajo Social». Rimaba.
Me han llamado de todo: Asistente Social; Asistenta Social; Social a secas, en tono muy peyorativo en organismos de igualdad; Asistonta en organismos de servicios sociales e incluso he oído a un presidente de mí comunidad: » que él mandaría a todas las asistentas sociales a limpiar con sidol los pomos de la diputación».
Personalmente me gusta más ser denominada como Trabajadora Social, sobretodo por las connotaciones negativas que tienen las otras acepciones:
asistencialismo, caridad, falta de rigor científico, beneficencia……. y me parece que esta acepción es como más universal, da cómo una mayor perspectiva de intervención en la comunidad. Pero tampoco me gusta la deriva que está tomando el trabajo social como tal, burocratizado, desarraigado de la realidad, centrado en la gestión y no en la persona etc..etc…. Al final la acepción de Trabajadora Social, parece que cuadra más con una función más tecnócrata, menos personalizada.
totalmente de acuerdo con tu comentario 😊
Hola Belén, no te voy a mentir, no siempre leo tus artículos, pero siempre que lo hago me tocan de alguna manera, de muchas en realidad.
Yo misma he corregido a veces a alguna persona con la que estaba trabajando para decirle que era trabajadora social, no asistenta, como si fuese peyorativa la propia denominación…pero realmente me daba igual cómo me llamase, estábamos trabajando porque esa persona tenía una dificultad o un anhelo (no todos son problemas), o un derecho, y yo como profesional podía ayudarla, orientarla, acompañarla; la situación de ambas, no obstante, era circunstancial, podemos estar en un lado o en otro de la mesa y, en mi opinión, la base fundamental de esa relación es el respeto mutuo, el trato exquisito que nos debemos las personas y entender que como profesionales tenemos herramientas, conocimientos y técnicas, además de un marco institucional que, por decirlo de alguna forma, nos ampara. La persona que va a recibir nuestra atención viene sola con sus circusntancias, se pone de alguna manera en nuestras manos, y eso supone una responsabilidad brutal, en la que no cabe abusar de nuestra posible autoridad y no ofrecerle toda la información que le permita, con nuestro acompañamiento, tomar la decisión respecto de, no lo olvidemos, su vida.
Un abrazo grande.
Hola, María del Mar, no te voy a mentir, no siempre leo los comentarios… Es bromaaa jjaja. Ya en serio, en primer lugar si ya agradezco el hecho de que me hayas leído aunque sea una sola vez imagínate que te hayas tomado tu tiempo en comentar.
Me parece además una reflexión llena de sensibilidad, rigurosidad y buen hacer. Coincide plenamente con el sentido que quería darle a la entrada, y es que lo importante es esto que tú señalas de forma magistral. Muchas gracias de nuevo. Pásate de vez en cuando, por favor. Me encantará leerte.
Estoy de acuerdo que el lenguaje debe ser cuidadoso y lo más exacto posible, pero cuando existen procesos de transición entre los nombres hay que saber valorarlos, porque lo nunca he entendido es la critica negativa. Las asistentes sociales, al igual que las/os trabajadoras/es sociales, los había buenos, regulares y malos, como en todas las profesiones habidas y por haber.
Por ello, me agarro, más a ese mensaje demoledor, que pones Belén, de como se nos ve desde fuera, eso si que es de autoanálisis y autoevaluación.
Porque como ya han dicho unas compañeras y tu misma, a estas alturas de la película, como me llamen-siempre con respeto, el mismo que yo les debo a las personas que atiendo-me da un poco igual (y eso que hace unos años me empeñaban en corregirlo) lo que aprecio es que se marchen con una buena valoración del trato y del servicio.
Para mi eso es lo más, como en este S. Valentín que una usuaria me acerco un poco de chocolate y me dijo «por ser un amor», pues que quieres que te diga, que me llame asistenta o trabajadora quedó en un segundo plano!
«Lo que aprecio es que se marchen con una buena valoración del trato y del servicio. Para mi eso es lo más, como en este S. Valentín que una usuaria me acerco un poco de chocolate y me dijo «por ser un amor», pues que quieres que te diga, que me llame asistenta o trabajadora quedó en un segundo plano».
Has resumido magistralmente lo que quería transmitir.
¡Bravo!
Desde mi más completa ignorancia, pero siendo usuaria (por la parte parterno_actual que me toca). Asistente social: la persona que me asiste en cuanto a lo social que hay en los cuidados a los que podemos acceder gracias a la existencia de los mismos en instituciones civiles y laicas.
Trabajadora social: espero que lo mismo.
Un abrazo
Muy buena reflexión para una inmunóloga. En esas estamos, en que sea lo mismo. Un beso.
¡FANTÁSTICA!
¡SIN MÁS!
YO SI HE SIDO ASISTENTE SOCIAL Y GRACIAS A ESA FORMACION QUE TUVE HE PODIDO DAR CLASES DE TRABAJO SOCIAL.
GRACIAS BELEN POR PONER LOS PUNTOS SOBRE LAS IES
Escribía esta entrada pensando entre otras, en ti, maestra. Un abrazo. Espero poder verte pronto (tengo un regalillo que te va a gustar).
Totalmente asistenta. Si tienes un problema, ves a la asistenta a que te ayude. Brava Belén, como siempre. Espero verte en el congreso estatal de Ciudad Real en mayo. Saludos cordiales!
Mi señora madre. Una mujer que nació en el 38. Hizo dos cambios de denominación y la que más le costó fue la de asistente social a Trabajadora social. Decía que en esta nueva denominación había un poso de más asépticas. Que faltaba “misericordia” yo pensaba antes, que quería decir empatía, pero con el tiempo creo que no. Que quería decir, lo que decía. Lo he sabido Cuando he dejado de pelearme con el poso cristiano de la caridad y la denominación ayuda.
MISERICORDIA
nombre femenino
1.
Inclinación a sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda.
Ahí te dejo eso. Besos
Pues me dejas una reflexión de incalculable valor para todas nosotras, Heidi. Muchísimas gracias. Un beso.
Se me olvidaba, colgaré en alguna entrada un artículo sobre la ética de la misericordia de Concepción Arenal.
Pues voy a “fuchicar” y leerlo que últimamente le doy muchas vueltas a esto