5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
5 de abril de 2021 / 30 Comentarios
Fragmento de este artículo sobre el síntoma en terapia sistémica.
Esta es la segunda parte de la reflexión que inicié en la entrada anterior sobre los vigilantes de seguridad en servicios sociales. Enmarqué la creciente presencia de estas figuras en lo que me he propuesto llamar bunkerización de las instituciones. Cuando digo instituciones también me refiero a las privadas, como por ejemplo las entidades bancarias. En unas y en otras, cada vez es más difícil entrar a las oficinas, hablar por teléfono con alguien o formular una queja. Y el vigilante de seguridad es uno de los elementos de esta bunkerización.
Alguna vez, tras un incidente con una persona o familia, he oído decir a alguna profesional de servicios sociales que sería necesaria la presencia de vigilantes de seguridad en los centros. Entiendo perfectamente que en algunos casos las profesionales puedan llegar a sentir miedo. A mí me ha pasado. Sé que las agresiones cada vez son más frecuentes, pero opino que el vigilante es el síntoma de algo que explicaré despues. Sostengo además que la presencia de vigilantes en llamémosle comunitarios, atención primaria o de base es contraproducente. En primer lugar, lanza un potente mensaje: Las personas que vienen son peligrosas por lo que es necesaria la presencia de seguridad. Un mensaje del todo inadecuado en un servicio que pretende, al menos en teoría, ayudar y acompañar a las personas.
En segundo lugar, el vigilante no está entrenado en el manejo de la relación de ayuda por lo que no previene las escaladas, al contrario, en algunas ocasiones las genera. Dicho de otro modo, la capacidad que las propias profesionales tenemos de resolver un conflicto o un conato de agresividad a través del diálogo es mayor que la del vigilante. Al margen, claro, de que la mejor vía de resolución de estos conflictos es prevenir que ocurran. Sobre todo porque en la mayoría de las ocasiones el vigilante no nos librará de la primera bofetada.
En tercer lugar, la presencia del vigilante puede contribuir a la distorsión del rol profesional y al empeoramiento de nuestro desempeño. La existencia del vigilante suele, digamos, relajarnos. Sin la presencia del vigilante el esfuerzo por mantener una buena relación profesional es mayor, lo digo sin rodeos. Por propia supervivencia. Además, se suelen delegar en el vigilante asuntos que acaban convirtiéndolo en un profesional más del servicio sin tener la formación para serlo.
Lo ideal en mi opinión es crear en equipo un clima en el que las personas se sientan respetadas y atendidas, independientemente de la resolución de sus asuntos. Por muy agresivo que sea el comportamiento de este o aquel ciudadano, un trato respetuoso es un seguro anti agresiones. Digo respetuoso, no timorato. Un trato respetuoso genuino y adulto. Soy consciente de que eso no impedirá los conflictos, sin embargo los reducirá ostensiblemente. Y en el caso de que se produzcan es necesario haber establecido un protocolo de actuación que evite la agresión. Es básico, vaya.
El vigilante es el síntoma de que las instituciones están fallando. Lejos de servir a la ciudadanía, la mayoría contribuyen al mantenimiento de la maquinaria del estado o de las grandes corporaciones. No hay más que ver el aumento de las externalizaciones y el funcionamiento de esos servicios externalizados. Que los vigilantes puedan llegar a los servicios sociales es el síntoma de que definitivamente habremos perdido o nos habrán arrebatado la función de ayudar y acompañar, sustituyéndola por la del control de pobres neoliberal. El vigilante es el síntoma, no la consecuencia.
Por ahora ¿Podemos hacer algo? Siempre. Debemos manejar el encargo social con sumo cuidado. Precisamente la arbitrariedad que encierran la mayoría de los programas de rentas condicionadas nos permiten un mínimo de margen de actuación. Dicho de otro modo, muchas veces está en nuestra mano facilitar o complicar la vida a la gente. No me estoy refiriendo a la polémica con el IMV, mi opinión es harto conocida. Aplaudo la iniciativa de muchos colegios, puesto que es otra de las vías de acabar con el odioso control de pobres y facilitar, de verdad, la vida a las personas. Ya basta.
Por otra parte, podemos dar la información que se nos solicita partiendo de la complicidad con la persona o partiendo de la complicidad con el sistema. Comprendiendo o juzgando... Podría seguir, pero creo que a estas alturas se me entiende. Cada una de nosotras deberá conocer las consecuencias del desempeño que está dispuesta a realizar. Es cierto que también hay programas que son un riesgo en sí mismos, como el programa de tratamiento familiar.
En este caso es la propia configuración del programa la que pone en riesgo a las profesionales. No se puede diseñar un programa que es a la vez terapeútico y de control. Es como sorber y soplar, una especie de programa voluntario-obligado. No quisiera estar en la piel de ninguna de las compañeras profesionales pues su labor es complicadísima. Por no hablar de la presión que reciben de los propios servicios sociales comunitarios y los servicios de protección de menores...
Equipos de tratamiento familiar al margen, que poniendo en práctica todo lo que he expresado en la entrada pueda producirse alguna agresión, no lo niego. Que es difícil que suceda, estoy convencida. El vigilante es el síntoma de que la situación es insostenible y requiere de una transformación, de cambios cualitativos de segundo orden.
30 Comentarios
Hola Belén, desconocía que esta figura del vigilante se estaba demandando en Servicios Sociales Comunitarios. En mi experiencia las situaciones de violencia son excepcionales, y no creo que en Servicios Sociales se den más que en otros sistemas o dispositivos sanitarios o educativos, por ejemplo.
Estoy de acuerdo con todo lo que dices, pero también es cierto que ocupamos un lugar de «chivo expiatorio» en el que la frustración de la ciudadanía respecto a las deficiencias de la protección social se vuelve contra nosotros.
Manejar eso no siempre es fácil y en función de otras variables (presencia de actores que potencian esa proyección contra nosotros, por ejemplo), puede que en algunos lugares con elevada presión asistencial requieran de planes de prevención de la violencia que recojan, entendería que de forma temporal, esa figura del vigilante de seguridad.
En otro orden de cosas, yo sí que creo que pueden diseñarse programas terapeúticos y de control, compatibilizando voluntariedad y obligatoriedad. Cierto es que son complicados y que requieren de profesionales expertos y formados, pero en algunas ocasiones es la única manera de trabajar algunas problemáticas.
Un abrazo.
Es cierto que ocupamos un lugar de «chivo expiatorio» en el que la frustración de la ciudadanía respecto a las deficiencias de la protección social se vuelve contra nosotros, sí sí, totalmente de acuerdo, eso lo he pasado un poco por alto refiriéndome al control de pobres, pero sí, es más que eso.
Con respecto a lo de diseñarse programas terapeúticos y de control, compatibilizando voluntariedad y obligatoriedad también estoy de acuerdo, el tema aquí es el mediocre diseño del programa lo que pasa es que a esto habría que dedicarle una entrada ¡Anímate! ¡Un abrazo!
Me añado a los comentarios anteriores. Muy buen articulo. Muy claro, contundente y inspirador.
Referente a lo que comentaba Isabel sobre la conferencia de Itziar Gonzalez, también comentaba que frente a «unos SS enmurallados, defensivos, donde se considera al otro enemigo potencial…» nos animaba a crear, des de SS, estructuras de confianza con la ciudadana, abrir el diálogo, la escucha activa y plantear propuestas legislativas frente las necesidades detectadas. Enfatizaba la importancia de ir de la mano….
Qué bonito esto de ‘estructuras de confianza con la ciudadanía’… Muchas gracias por comentar.
Gracias por tus reflexiones Belén, no puedo estar mas de acuerdo con todo lo que expones en esta entrada… Necesitamos actuación inmediata, pues nosotras mismas… Nos cargamos la profesión… Mas allá de lo que el sistema deja mucho que desear…
Si hay algo que me gusta del blog es encontrar a tanta compañera lúcida y comprometida ¡Bravo por el comentario!
Gracias por comparti. No puedo estar más de acuerdo con todo lo que has expresado. Desde hace un tiempo, tengo la sensación que que por parte de las profesionales y de las entidades en las que estamos insertas, se está descuidando el establecimiento de un clima de confianza y de respeto que posibilite la relación de ayuda y, en caso de que sea necesario, la resolución de los conflictos tras el velo/ protección de la figura del vigilante. Personalmente me niego a que sea así no voy a normalizar que cada vez este más extendida como forma de trabajo, de abordaje a ciertas situaciones el que se atendien a las personas o con el vigilante de seguridad dentro del despacho o apostado en la entrada, con la puerta abierta.
A la espera de tu próxima publicación que seguro nos segirá invitando a reflexionar.
Saludos
Amén, Mónica. Un comentario impecable. Gracias, me encanta encontrar compañeras PROFESIONALES.
Gracias por comparti. No puedo estar más de acuerdo con todo lo que has expresado. Desde hace un tiempo, tengo la sensación que que por parte de las profesionales y de las entidades en las que estamos insertas, se está descuidando el establecimiento de un clima de confianza y de respeto que posibilite la relación de ayuda y, en caso de que sea necesario, la resolución de los conflictos tras el velo/ protección de la figura del vigilante. Personalmente me niego a que sea así no voy a normalizar que cada vez este más extendida como forma de trabajo, de abordaje a ciertas situaciones el que se atendien a las personas o con el vigilante de seguridad dentro del despacho o apostado en la entrada, con la puerta abierta.
A la espera de tu próxima publicación que seguro nos segura invitando a reflexionar.
Saludos
Gracias por tu artículo, siempre una nueva mirada lúcida a temas complejos que explicas de manera clara. Muchas gracias!
Gracias a ti por tus amables palabras…
Gracias Belén por continuar desarrollando el tema…
Con una compañera estábamos escuchando una conferencia de Itziar González que viene al pelo de lo que tú estás abordando. (CSSB 2018).
Ahí Itziar habla de unos SS enmurallados, defensivos, donde se considera al otro enemigo potencial, donde la relación es violenta porque es la de un sistema que normativiza el sufrimiento. “Como si se pudiera excluir a alguien por lo que le pasa “, dice.
En ese sentido propone una imagen: los SS podemos ser o puerta de entrada (y una puerta sirve para abrir pero también para cerrar) o un lindar, un espacio de paso, de cambio, de acogida y despedida, de transición que no de tramitación. “O todo queda contagiado de empatía o todo queda contagiado de violencia” añade.
Y una de sus ideas es que no enviemos más fichas, informes, o protocolos a la institución, que relatemos lo que escuchamos, que enviemos grabaciones y relatos…
Isabel, estuve allí y la escuché con atención. Intervención valiente, creativa y clara.
Un abrazo!
¡Qué interesante! ¿Puedes enviar reseña para escucharla? Muchas gracias.
Si, mira:
https://vimeo.com/305686832
¡Muchas gracias!
https://vimeo.com/305475893 . La conferencia está en catalan. No he encontrado ningún video con traducción
Muchas gracias igualmente
El síntoma, siempre el síntoma. La evidencia, lo que observamos y conecta con nuestras emociones. Que importante es lo que señalas ¿qué provoca ese síntoma? Probablemente es la consecuencia de algo. A veces no deja ver la dificultad principal y también oculta las capacidades. Por eso es fundamental la valoración social, estar con la persona, conocerla, comprenderla. Bravo compañera
Sí, el síntoma en terapia sistémica juega un papel importante y quise hacer este símil con lo del vigilante de seguridad ¡Gracias por comentar!
Artículo certero, como siempre exponiendo temas complejos de una manera clara y concisa.
Añadiría como un factor más que opera en el sistema, la inmediatez en la respuesta, instalarnos en la acción-reacción, atender personas como si de una cadena de producción se tratara. Esto genera sensación de frustración y enfado en todas las partes implicadas en el trato: en la ciudadanía que acude a los servicios y en las profesionales que atendemos. Desde el enfado y la frustración nadie actúamos ni tratamos al otro de manera adecuada.
Completamente de acuerdo en la definición del síntoma, quizás como uno de los cambios de segundo orden, podríamos empezar a establecer espacios de reflexión, como la supervisión y la intervisión. Desde donde poner palabra al malestar, donde poder pensar y re-pensar diferentes aspectos y niveles de nuestra pràctica….en fin, nada nuevo que no se haya dicho ya pero que más que decirlo, habría que seguir haciéndolo donde es posible y empezarlo a hacer donde todavía no es más que una reivindicación de los equipos.
Ante el síntoma, diagnóstico y tratamiento de la situación: para empezar, una sesión de supervión cada mes y un espacio de intervisión a demanda…..
Gracias Belén!!! da gusto reincoporarse al trabajo leyendo tu entrada!!
Totalmente, Chus, la «taylorización» ha llegado para quedarse. Establecer espacios de reflexión, como la supervisión y la intervisión, es imperativo, coincido contigo. Muchas gracias por tu interesante reflexión.
Fantástico artículo una vez más para reflexionar. Enhorabuena y gracias pir compartir.
Gracias a ti por leerme, sin vosotras el blog carece de sentido.
Una segunda parte impecable y coherente a la primera realizada. Enhorabuena 👍
Y gracias por hacernos reflexionar 💕
Gracias a tí por leerme y contribuir con tus comentarios a la reflexión.
Fantástica y excelente reflexión. Imagina la «presión de SSSS comunitarios y de menores» a los prejuicios sociales y familiares sobre adicciones. Sólo recordar tb la labor de tod@s l@s q estamos en este ámbito q trabajamos con familias, ámbito sanitario, educativo, tutela de adultos, ….y, al menos en mi centro, ninguna figura coercitiva, (ni policía, ni vigilante…).
Reitero: excelente reflexión.
Fijate, que la primera persona que me habló de los problemas, de los roles profesionales y de todo lo que he tratado hoy fue una psicóloga de un centro de tratamiento ambulatorio de adicciones donde trabajé. Aprendí muchísimo, por cierto. Un abrazo. Gracias por comentar.
Belén, estupenda entrada, como siempre. Admiro tu capacidad de concretar y relatar tu siempre certero análisis de la realidad y sus circunstancias. Hace unos mantuve «una agria discusión» con compañeras de mi equipo de SS munipales que proponían vigilantes e instalación de tumores antipático en nuestras mesas de despacho, a todo lo que yo me oponía y que por ello fui considerada como poco solidaria y poco «compañera» ante las «necesidades» de algunas de ellas. No se llegaron a colocar ni lo uno ni lo otro, pero por pura desidia de la propia Admon, no porque no se decidiera al final la instalación del timbre de marras, que resulta muy descriptivo que se denomine «anti-panico» lo que me genera la duda de si las profesionales que sienten pánico en su trabajo, deberían dedicarse a él mientras no se trabajen personalmente esa dificultad que, en mi opinión, les dificulta (sino imposibilita) establecer relación de confianza, imprescindible para la la atención e intervención social.
Lo triste es que debido al Covid han aparecido los vigilantes para el control de acceso y….seguro que han llegado para quedarse y «bunkerizar» aún más los servicios públicos aunque, paradójicamente, se sigan denominando «comunitarios».
Siempre ávida de leerte compañera, aunque sea con retraso!
¡Gracias, Miren! Me alegro de tenerte por aquí ¡Un abrazo!