5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
24 de febrero de 2025 / 2 Comentarios
El otro día recibí un correo electrónico del que extraigo este fragmento:
Como trabajadora social que lleva muy poco recorrido profesional y pertenece a una nueva generación muy distinta a la que veo cuando me reúno con otros profesionales, no puedo evitar que me invada muchas veces un sentimiento de desasosiego con respecto al trabajo.
A nosotros se nos llama muchas veces la generación de cristal, pero más allá de eso creo que la gente con más edad no entiende que somos una generación a la que se nos ha criado desde la desmotivación y es algo que veo, lo veo en la manera en la que muchos jóvenes tienen de ver el mundo y los derroteros que llevan. Pero yo me pregunto ¿Cómo quieren que seamos de otra manera? Si cada vez que queremos avanzar sentimos que nos damos con un muro en toda la cara, es decir, ni una vivienda a la que acceder, ya no te digo si quieres formar una familia… tienes carrera, idiomas... Etc.
Y esta visión / situación que vivimos los de mi quinta yo la asemejo al sentimiento que sueles tener cuando te dedicas a una profesión dedicada a ayudar a las personas, por ejemplo, si acabas de entrar a los servicios sociales y te encuentras a profesionales que más que una inspiración son una desmotivación y el panorama que te plantean te invita a irte, ya sabiendo de base que eres de la generación de la desmotivación, dices ¿Entonces cuándo me voy a sentir realizada?
A diario recibo correos de todo tipo: Quejas de ciudadanía, consultas de compañeras sobre casos... y de vez en cuando me llegan algunos como este. Es de María, una jovencísima trabajadora social. Me escribió angustiada ante el panorama profesional que se le presenta y no le falta razón. Le prometí una respuesta en forma de entrada porque sus palabras me dieron que pensar. Aquí la tienes:
María, esta que te habla pertenece a una generación, la generación X, que se ha criado rodeada de certezas. Teníamos la certeza en que estudiar nos llevaría a lograr nuestras metas. Creíamos en los grandes proyectos de la humanidad como la libertad y la justicia. Seguimos el ejemplo de nuestros padres y con esfuerzo y un ascensor social que funcionaba gracias a las políticas públicas pudimos llegar más o menos adonde habíamos planeado.
Vosotras, en cambio, sois hijas de la incertidumbre, del nihilismo y del hastío. Es comprensible: Descubrir la mentira que esconde la meritocracia y la igualdad de oportunidades os ha dado, nos ha dado una bofetada de realidad. Sois la primera generación que está mejor preparada que sus padres y sin embargo vivirá peor: Es una triste paradoja. Vuestras vidas están atravesadas por la precariedad. Es difícil ofreceros esperanza, no obstante lo voy a intentar.
Quienes habéis estudiado trabajo social tenéis, que duda cabe, salidas profesionales. Un empleo público ofrece un sueldo digno y eso es un comienzo. Dicho esto, considero un tremendo error estudiar trabajo social solo por seguridad económica; esta carrera requiere vocación y yo sé que tú la tienes.
Por eso te diré que profesionales como tú son hoy más necesarias que nunca. En una sociedad individualista, insolidaria, inhumana donde los sistemas de protección social se resquebrajan, o mejor dicho, los destruyen lenta e inexorablemente las políticas neoliberales, las profesionales, las profesionales de verdad, somos fundamentales.
De nosotras depende dañar o no dañar, acompañar o controlar, ofrecer calor o convertirnos en témpanos de hielo. De nosotras depende convertirnos en un cajero automático o poner toda nuestra creatividad al alcance de las personas. El optimismo de la práctica marca la diferencia. Yo me aferro a él cada día.
Las profesionales veteranas a las que aludes actúan mal. Una cosa es estar cansada o enfadada con el sistema y otra muy distinta desmotivar a las compañeras jóvenes. Sin ir más lejos, yo dejé la atención directa porque me agoté, así que entiendo muy bien el cansancio.
Sin embargo tenemos la obligación moral de cundir con el ejemplo con vosotras las jóvenes. Como dices en tu correo, de ser inspiración. Incluso voy más allá: Las trabajadoras sociales tenemos la obligación moral de infundir una cierta esperanza a la ciudadanía que acude a nosotras ¿Para qué estudiar esta carrera si no? Y si no se está en disposición de hacerlo (que es legítimo y hasta lógico) están las bajas laborales, la terapia, la supervisión, el autocuidado o, en definitiva, la puerta.
Yo no creo en el actual sistema de servicios sociales, pero sí creo en la función pública, en muchas de sus profesionales y por supuesto creo en la ciudadanía. Creo que las profesionales veteranas podemos ofrecer el ejemplo de un buen desempeño, la transmisión de nuestra experiencia. Yo tuve la suerte de convivir con grandes profesionales que lo fueron y lo son. Sin ellas no hubiera sido la trabajadora social que fui y que pervive dentro de mi. Ellas fueron mi inspiración y ahora espero poder ser yo la de muchas otras.
También opino que las profesionales jóvenes nos podéis enseñar mucho sobre los cambios que atraviesa la sociedad, cambios que, confesémoslo, nos están cogiendo a contrapié. Somos mujeres, somos feministas, juntas somos más fuertes y seremos mejores profesionales. Aprovechémoslo, como hemos hecho siempre, para mejorar nuestro ejercicio porque nuestra labor es importante.
De eso se trata, de desempeñar nuestro trabajo con el firme convencimiento de que es importante y de que nuestra actitud puede conseguir mejoras expansivas. Por eso son tan necesarias profesionales como tú. Que se cuestionen, que se interroguen, que se angustien, que quieran crecer.
Te aseguro que la ciudadanía lo capta perfectamente. Y lo agradece cuando ayudamos a atravesar un problema, una crisis... Es una sensación maravillosa. No te prives de los muchos momentos que no me cabe duda que vivirás porque ese día nadie te borrará la sonrisa del rostro. En esos días te habrás dado cuenta de que elegiste bien al estudiar trabajo social.
Me despido regalándote una frase que un día me regalaron a mí y espero que algún día puedas regalar tú a una joven trabajadora social.
No permitas que nadie robe el sol de tu balcón.
2 Comentarios
Son tiempos difíciles, a pesar de que logramos, una parte de la humanidad, un bienestar impensable en otras épocas. Quizás porque somos conscientes de que los recursos naturales son finitos y los intereses económicos, mercantilistas, infinitos. Porque vamos a un huida hacía adelante. Leo tu entrada sin dejar de pensar en el documental que vi la noche anterior «no other land» y pienso en lo afortunada que soy de haber nacido en esta parte del mundo, a pesar de todo. Me costo verlo, durísimo. Hoy ha estado presente en todo momento, sobre todo en la atención social de esta mañana, que ha tenido otro matiz, otra mirada. Un abrazo.
La verdad es que sí, en el fondo somos afortunadas. Por cierto, me estoy leyendo «Sin relato» de Lola López Mondéjar y me está encantando. Es un ensayo profundo y filosófico que busca respuestas a la escasa introspección que nos aqueja, por decirlo fácil. Creo que le va a gustar a una profesional reflexiva como tú.
Un abrazo.