5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
13 de enero de 2025 / 8 Comentarios
Hola, 2025. A ver qué nos deparas...
Una de mis funciones como directora es hacer que el centro funcione con eficacia. La eficacia es cada vez más importante porque la presión asistencial crece y crece y ese aumento de la demanda por desgracia no va acompañado de refuerzos en materia de personal. Suelo recordar a mis compañeras que la perfección es enemiga de la eficacia porque se frustran con frecuencia. Aunque entiendo la frustración (y hago lo que puedo por mejorar el servicio) la vida no se detiene ni la demanda tampoco.
Sin embargo, esa vertiente de la eficacia no es la única en el desempeño profesional. Voy a compartir contigo otra perspectiva sobre la eficacia en trabajo social.
Estoy releyendo un libro titulado El trabajo social y sus instrumentos. Elementos para una interpretación a piacere. Se trata de una obra colectiva coordinada por Josefa Fombuena. Ella abre el ensayo con un capítulo titulado La técnica y el otro en trabajo social.
En ese capítulo, Fombuena plantea que el escenario deseable para el trabajo social del futuro debería sustentarse sobre tres pilares: Un trabajo social eficaz, un trabajo social ético y un trabajo social holístico. Me propongo desarrollar esta idea en tres entradas, la primera de ellas es esta, dedicada a la eficacia.
Plantea Josefa que la eficacia debería consistir en que las personas mejoren alguno de los aspectos de su vida. No se trata, continúa argumentando, de cambiar la vida de la gente ni someterla a tratamientos. Al contrario, se trata de contribuir a operar cambios tolerables que se acomoden a los elementos preexistentes de la vida de las personas que atendemos. Dice textualmente:
Es necesario generar un proceso en el que los elementos novedosos se trencen con los antiguos pues los individuos no toleran el cambio radical.
El planteamiento me parece interesante por dos razones: La primera, porque ahonda en el trabajo social complejo (que no complicado), práctico y honesto que la autora predica y que yo suscribo. La segunda, porque efectivamente las personas no toleramos los cambios radicales, entre otras cosas porque ni siquiera son deseables. Tengo la sensación de que a veces caemos en el imperdonable error de pretender que muchas personas que atendemos se vuelvan del revés.
Para contribuir a ese cambio es imprescindible, según ella, establecer relaciones de autenticidad con las personas atendidas para que puedan tomar sus propias decisiones. Desde esa relación auténtica se produce un proceso de acompañamiento que debería poder transmitirse y enseñarse.
Josefa prosigue diciendo que la eficacia no puede limitarse a los resultados del cambio sino al proceso que permite que unas y otras continúen siendo únicas. Concluye la reflexión señalando que las trabajadoras sociales tienen una función simbólica que les permite ganarse la legitimidad de los usuarios y de la sociedad. Consiste en estar cerca del otro que sufre para que pueda sostener su vida.
Como vengo señalando desde hace tiempo en este espacio, opino que esa función simbólica está cada vez más cuestionada. De ahí la importancia de diferenciar entre la eficacia que contribuye a mejorar la vida de las personas y la que solo persigue maquillar números. Comencé esta entrada diciendo que como directora me corresponde hacer lo posible para aliviar la presión asistencial. Es así, por supuesto, pero no a cualquier precio.
8 Comentarios
En un mundo en el que el mayor valor se da a lo que se puede cuantificar, desglosar en datos, registros sin fin en el que las personas quedan reducidas a categoría impersonales, parece que no hay sitio para considerar a las personas con nombres y apellidos y trayectorias vitales propias, únicas y respetables.
Esa mirada, como aludes, es fundamental desde la autenticidad y el respeto. Me pregunto cómo transmitirlo si no es desde el relato total, con ejemplos claros, fidedignos.
Hace un par de años trabajé en un servicio en el que se recogía primorosamente la atención dada como trabajadoras sociales; después de leer varios planes de intervención (con formularios preestablecidos) no había mayor diferencia entre unos y otros: podría ser la misma persona/familia repetida o ninguna. No me decía nada de quienes eran.
Eso que no reflejamos (aunque lo hagamos en nuestra actuación) es lo esencial para una verdadera eficacia según el sentido que aquí le das. Y, sin embargo, no aparece recogido, por lo general.
Una de las cuestiones, es cómo mantenernos en ese baile entre las lógicas de nuestra profesión y las institucionales.
Gracias por tu continuada invitación a la reflexión y por la música. Y todas las referencias, por supuesto.
«Considerar a las personas con nombres y apellidos y trayectorias vitales propias, únicas y respetables». Qué bonito, Madely. Y tienes razón, el desafío es mantenernos en ese baile entre las lógicas de nuestra profesión y las institucionales.
Muchas gracias por compartir tu estupenda reflexión.
Belen muchas gracias, me he quedado con lo de la autenticidad y me lleva a pensar en que es el resultado de una elección: la de no mentir. Con la honestidad, con el deseo de ser de verdad. Lo contrario será no ser una misma… Puede ser…
Un abrazo auténtico!!!
M;ren
Qué bonito es esto que dices del deseo de ser verdad, amiga… La semana que viene profundizaré en la idea. Un abrazo.
En efecto, ¿qué es lo auténtico hoy en día? queda demasiado abstracta esta entrada. Tal vez se necesita una segunda parte en la que muestres tus dotes profesionales tan claras con algún ejemplo
¡Dicho y hecho! La semana que viene escribiré sobre ello…
Gracias Belén. Resulta interesante poner en relación la eficacia y las relaciones de autenticidad. Quizá sería necesario preguntarnos qué entendemos por una «relación auténtica».
Hola, Aurelio. Es una aportación interesante… Voy a darle vueltas. Gracias…