5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
20 de mayo de 2024 / 6 Comentarios
Acababa de llegar al Instituto Almeriense de Tutela, en Almería capital. Era febrero de 2018. La oficina se encontraba en pleno centro de la ciudad y mi trabajo consistía, entre otras cosas, en realizar innumerables gestiones bancarias para las personas tuteladas por nuestra entidad, así que pasaba mucho tiempo callejeando.
La desaparición de Gabriel Cruz supuso un terremoto en la provincia de Almería y especialmente en la capital. La madre del pequeño, Patricia Ramírez, era compañera nuestra en la Diputación y el equipo de gobierno le ofreció toda la ayuda posible en la búsqueda del niño. En el edificio no se hablaba de otra cosa. Ni en las cafeterías, con una televisión monotemática de fondo. Tampoco en las calles se hablaba de otra cosa que no fuese la desaparición y el deseo de que el pequeño apareciese vivo, cosa que cada vez parecía más difícil.
Una mañana entraba yo al palacio provincial y me encontré un revuelo tremendo que no entendí hasta ver que del edificio salían Patricia, la madre de Gabriel, Ángel, el padre de Gabriel y Ana Julia, por entonces novia del padre. Me los crucé, de hecho, en la puerta. Venían de dar una rueda de prensa con multitud de espectadores para pedir la liberación de su hijo o noticias acerca de su paradero. Confieso que además de sentir mucha pena experimenté un cierto hartazgo porque, como he dicho, no existía otro asunto que no fuese la desaparición del pequeño.
Cuando tristemente apareció el cuerpo de Gabriel no quise ir a la concentración que se celebró en Puerta Purchena. No le encontraba ningún sentido a asistir, ya había espectadores de sobra, así que permanecí de guardia y es que el edificio se quedó prácticamente vacío. Me dolió, como a todos, el desenlace de la desaparición y pensé que al menos esos padres ya podrían descansar porque las varias veces que —muy a mi pesar— los había visto estaban rotos de dolor y cansancio.
La mañana del entierro presencié la llegada del féretro a la iglesia que, mala suerte, estaba muy cerca del banco al que me dirigía con la bendita ignorancia de quien hace todo lo posible por no saber. Las aceras estaban plagadas de espectadores, yo maldecía habérmelo encontrado. El visionado de hechos como este siempre me ha generado una sensación incómoda, obscena. No es producto de una decisión moral, es simplemente que veo ciertas cosas y me da un vuelco el estómago.
Afortunadamente la madre de Gabriel tuvo y tiene un comportamiento digno de admiración y no alimentó el espectáculo más allá de lo necesario para encontrar a su hijo. Su comportamiento y sus declaraciones son un ejercicio de serenidad, de sensatez. Lo fueron durante la desaparición del niño y también cuando se descubrió la verdad, lo que es verdaderamente meritorio. Lo son ahora pidiendo que el documental de su hijo no vea la luz. Ha lanzado el hastag #nuestrospecesnosevenden.
Considero que este tipo de documentales y series, denominados True crime, deberían regularse de algún modo, máxime si hay menores de por medio, por muchos potenciales espectadores interesados en el morbo que puedan captar. Soy consciente de que la libertad de prensa es un derecho constitucional y de que regular jurídicamente estos temas debe de ser difícil. Sin embargo considero un escándalo que la asesina confesa del pequeño vaya a aparecer en televisión, encima cobrando. No consigo entender que la familia no pueda objetar nada al respecto ¿Qué puede contar Ana Julia Quezada que beneficie a alguien que no sea ella misma? ¿Qué interés periodístico puede argumentarse aquí más allá del morbo?
El dolor que ha inflingido a los padres de Gabriel es inimaginable, como también tiene que serlo para ellos rememorar un asunto tan doloroso. Por si no fuera suficiente, se les condena a escuchar y ver a la persona que ha matado a su hijo lucrándose a causa de esta barbaridad ¿Estos padres no tienen derechos? ¿El niño tampoco? Estamos hablando de la imagen de un menor, aunque esté muerto ¿No debería su recuerdo gozar de una mayor protección?
El documental es, de nuevo, tema de conversación en oficinas, bares y corrillos en la cola de la carne. Lo peor de todo esto es que ese documental, si se emite, será visto por millones de personas, independientemente del daño moral a la familia que su visionado les produzca. Así es imposible hacer un duelo en paz. No me cabe duda de que se emitirá porque lo que manda es el dinero y seguramente gozará de una gran audiencia, entre ella, muchos almerienses que hoy se echan las manos a la cabeza y andan lanzando muestras de solidaridad a Patricia Ramírez. Esto es así porque antes que personas somos espectadores. En Almería, en Oviedo, en Toronto y en Pekín. Es lamentable.
6 Comentarios
Totalmente de acuerdo con todas vosotras. Yo no voy a contribuir ni con un segundo de visualización. Es más, podríamos iniciar una contracampaña para que al menos no sea consumida.
Detrás de cada uno de este tipo de programa, aunque no sea una serie ni de un caso con tanto eco social hay otras víctimas, las viene habiendo siempre y habrá desgraciadamente. Por otros y por estos y estas que saldrán algún día.
Claro que sí, es que a mi lo del «True crime» de verdad, es que me parece… Convertir la violencia real en entretenimiento… En fin… Patricia Ramírez está haciendo campaña, ojalá tenga éxito.
Gracias por comentar.
Es el reflejo de la sociedad actual: entretenimiento, consumismo y rentabilidad económica, no importa que sea a costa del sufrimiento de los otros. Una sociedad cada vez más deshumanizada y banalizada, que se ha convertido en un gran patio de vecinos, en el mejor de los casos. No existe el pudor y cuando desde algún sector de la población se denuncia y/o se señala, se les tilda de moralistas, de cercenar la libertad. Nos estamos convirtiendo en una sociedad obscena.
Hoy no tengo buen día: continua el genocidio en Palestina, hemos tenido a la plana mayor de la ultraderecha en Madrid, la noticia de que Vox sube en la intención de voto entre los jóvenes entre 18 y 25 años y la amenaza de un conflicto bélico mundial con tanto loco que nos gobierna en el mundo.
Bueno, bueno, lo de Gaza es que no tiene nombre. O si: EXTERMINIO.
Un abrazo, amiga.
Ufff q acertado tu reseña de hoy, porq tengo la misma sensación y sentimientos, desde Galicia con el caso Asunta, y la serie-documental de Netflix recién estrenado!
Que no dudo de la buena interpretación de los actores, ni de la calidad de la serie, pero es que es recrearse en la sordidez de un crimen y en las múltiples hipótesis de lo q pudo haber sido Me resulta incomprensible!
Noticias diarias de como fue, de lo q ocurrió o no sucedió, de lo q se dijeron fuera y dentro de prisión…agotador!!
Una menor fallecida, una madre que se quita la vida y un hombre q dice q sólo desea salir prisión para desaparecer de este mundo…y gente q aprovecha el tirón q esto ofrece…
Los dramas son eso, DRAMAS, pero recrearse en ellos no sé a quién beneficia…
Fíjate que pensé también en el caso Asunta, del que no conozco los detalles (ni quiero).
Recrearse en los dramas en morboso, qué lamentable…
Un abrazo.