5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
10 de mayo de 2023 / 9 Comentarios
Acabé la entrada de la semana pasada con dos interrogantes, referidos a la gestión del servicio de ayuda a domicilio: ¿Por qué prescribir domingos y festivos simplemente si la familia lo pide? Y no solo se trata de domingos y festivos ¿Por qué a algunas profesionales les cuesta tanto suspender un servicio por incumplimiento de deberes?
Es evidente que, como comentaba la compañera María en la entrada anterior, ante los conflictos hay que buscar soluciones donde ambas partes puedan estar bien. Dicho esto, hay problemas que obligan a tomar partido, por decirlo de algún modo.
En primer lugar, es obvio que las profesionales que gestionan el servicio de ayuda a domicilio tratan de ofrecer la mejor atención a las personas que lo reciben. En segundo lugar, seamos francas, a veces es más cómodo no tener que lidiar con las peticiones —incluso exigencias— de la familia. Aún así, a mi juicio estas dos cuestiones no terminan de explicar las dificultades que vengo observando para empatizar con las auxiliares de ayuda a domicilio.
Como sabemos, el capitalismo postindustrial trajo consigo una fragmentación cada vez mayor del mercado de trabajo que ha dado lugar a una atomización de la clase trabajadora. Una clase trabajadora que no se identifica por el hecho de ser trabajadores y trabajadoras por cuenta ajena frente a la patronal. El grueso de trabajadoras y trabajadores han acabado por aglutinarse en torno a los intereses de su profesión o incluso a los intereses de la profesión en determinado sector.
La triste consecuencia de todo esto es que las trabajadoras sociales del sector público rara vez empatizamos con las demandas de las trabajadoras sociales del tercer sector o del sector privado. Las profesionales del tercer sector por su parte nos miran con recelo cada vez que desde el sector público denunciamos las privatizaciones en lo social porque interpretan que es un ataque hacia ese colectivo y nada más lejos de la realidad, al menos por mi parte.
Durante el proceso de elaboración de la Ley de servicios sociales de Andalucía las instituciones representantes de las diferentes figuras profesionales implicadas en el sector (trabajo social, educación social y psicología) estuvieron más preocupadas de la posición en la que quedaban sus representadas que de los peligros que la ley encerraba. Lo deseable hubiera sido la unión para conseguir una buena ley para la ciudadanía y dejar las luchas identitarias para después, pero no fue así. Lo digo porque lo viví.
Los grupos con los que las personas nos identificamos son cada vez más reducidos. Si soy trabajadora social, de lo público, de servicios sociales comunitarios ¿Qué me importan a mí las reivindicaciones de las trabajadoras sociales sanitarias? ¿En qué me beneficia a mí apoyar la lucha de las profesionales del tercer sector? Así las cosas ¿Por qué íbamos a empatizar con las auxiliares de ayuda a domicilio? A pesar de que son clase trabajadora como nosotras, mujeres como nosotras. Explotadas, precarizadas, además... ¡Vulnerables! Razón de más ¿No?
Sin embargo, la cosa continúa con un trato inadecuado al camarero que nos atiende, al mensajero que nos trae el paquete o a la canguro que cuida de nuestras criaturas. Vivimos en una espiral de clasismo que desemboca en individuos pidiendo comida a domicilio en plena tormenta Filomena.
Terry Eagleton en su libro Como leer literatura afirma que en esta sociedad individualista todos nos consideramos especiales, lo que en realidad significa que nadie lo es.
La existencia de la diversidad en las sociedades ya no necesita cuestionarse, es un hecho indiscutible. El éxito o el fracaso de la convivencia radica en cómo gestionamos esta diversidad; somos diferentes y es lícito que podamos tener intereses distintos, es cierto. Pero no es suficiente. No si queremos vivir en una sociedad justa.
Comencé esta entrada con un fragmento del libro Diario de una buena vecina, de Doris Lessing. Cuenta la historia de la relación que se forja entre Janna, una abogada pija bastante desagradable y Maudie, una anciana pobre con síndrome de diógenes. Dos mujeres que a pesar de no tener nada en común serán capaces de forjar una amistad. Porque hay algo que, por encima de sus diferencias, les une: Ser personas. Diferentes pero iguales. Personas. Ni más ni menos.
9 Comentarios
Como siempre, muy acertada tu entrada. Mirar alrededor a veces asusta. Hay una mayoría tan desclasada que ni siquiera son conscientes de la lucha que van perdiendo y las imposiciones de la clase dominante. Verlo en nuestra profesión es más descorazonador. Conozco muchos casos en los que se actúa con verdaderos aires de superioridad frente a compañeras como las auxiliares de ayuda a domicilio o el personal administrativo, por ejemplo.
Espero que entradas como esta contribuyan a corregir esta situación.
Gracias, Belén.
Efectivamente, es descorazonador, camarada.
Un abrazo.
Belen, muy apropiado hablar de cómo ya no nos identificamos con nadie, dejando la empatía a un lado.
Gracias, José Luis. Un abrazo desde el sur.
Hola, Belen:
No sé si he entendido muy bien tus dos últimas entradas.
Como trabajadora social pienso que una prestación básica como es el servicio de ayuda a domicilio cuya finalidad es la autonomía personal y la permanencia en el entorno hay que prestarla en las condiciones que establece la ley de la dependencia, porque estamos hablando de derechos subjetivos.
Lo que cueste prestar ese servicio, en las condiciones que establece la ley, ese es el problema de la administración y la administración es la responsables de que las auxiliares cobren un sueldo digno.
Me imagino que vistes este tuiter
En Lluita sector social
@ILluita
·
9 oct. 2022
Hoy se celebra la EXTERNALIZACIÓN de la función pública en el ámbito de los derechos sociales. Hoy celebran la MERCANTILIZACIÓN de servicios que les ahorra la inversión necesaria en los salarios de los profesionales y los costes de los servicios.
Lo digo por mí, cuando hago una crítica a la privatización de un servicio me refiero a lo anterior, no hago una crítica a las tareas que desarrollan los profesionales del tercer sector o de la empresa privada. Pero consideró que lo que hay que reivindicar son condiciones laborales dignas, para todos los profesionales, sean del sector que sean, pero no detrimento de servicios.
Por eso empiezo diciendo que no sé si he entendido muy bien estas dos últimas entradas.
Una maravilla la novela que abre esta entrada.
Un abrazo. Cheli
Éste es un ejemplo más de cómo se refleja en nuestra profesión la alineación social y laboral en la que nos encontramos. Pero que digo yo que se nos espera con un poco de valores éticos profesionales y porqué no también personales que no nos sitúen en posiciones tan arrogantes y ridículas sobre todo con el/la que se encuentra en la posición más vulnerable. Como ciudadanos/as…. vale, pero cómo profesionales…..
¡Hola, Cheli!
Lamento no haberme sabido explicar. Verás, en estas dos entradas lo que he querido poner de manifiesto son las dificultades que observo para empatizar con las auxiliares por varias razones, entre ellas las que señalo en esta entrada.
Pongo como ejemplo dos situaciones que nada tienen que ver con el derecho subjetivo: Una, auxiliares que reciben un trato vejatorio por parte de la persona o la familia y no son protegidas por la trabajadora social, que tendría que amonestar y en su caso suspender temporalmente como correctivo. Al menos en Andalucía la gente tiene que firmar un contrato de derechos y deberes al comenzar el SAD. Ni yo ni mis compañeras toleramos ese trato y hay instrumentos para prevenirlo y evitarlo, pero no en todos los centros se utilizan.
Dos, prestación en domingos y festivos CUANDO NO ES NECESARIO. En municipios pequeñitos con pocas auxiliares les negamos el derecho al descanso por prestar un servicio que perfectamente podría cubrir la familia. Tenemos que ser conscientes de la realidad de los municipios pequeñitos, pensando en las auxiliares, no en la empresa. Recordemos que el SAD no es para casos que requieren atención las 24 horas, al menos en Andalucía. Cuando es necesario por supuesto que lo prestamos y si no hay auxiliares la empresa tendrá que «pintarlas».
Espero haberme explicado. Un abrazo.
¡Buenas tardes, Belén!
Ahora te he entendido perfectamente, se ve que últimamente no estoy muy fina…
De lo que tú hablas es una falta de respeto y eso es intolerable y esas actitudes hay que cortarlas la primera vez que se dan y quien tiene que cortarlas es la trabajadora social responsable del seguimiento y si ella no lo hace, la que tiene que tomar cartas en el asunto es su responsable. Estamos hablando de «una muy mala praxis».
Ese documento creo que se firma en todos los lugares, pero independientemente de firmar o no firmar un documento, una falta de respeto a una persona que está realizando un trabajo es intolerable y como profesionales tenemos la obligación de ser contundentes con estas situaciones.
La entrada que hiciste sobre el comportamiento del empleado de la compañía eléctrica con una persona que solicita el bono social de la luz, desde mi punto de vista, también hablabas de una falta de respeto, ese además era tan prepotente que tuvo el valor de hasta ponerlo por escrito.
«Con la falta de respeto no se insulta a otra persona, pero tampoco se le concede reconocimiento; simplemente no se le ve como un ser humano integral cuya presencia importa…» El respecto. Richard Sennett.
Teresa Zamanillo en una conferencia que le escuché decía que este ensayo tendría que ser de obligada lectura para todos/as las trabajadoras sociales y pienso que tiene razón.
Un abrazo y buen fin de semana.
Cheli
Yo también escuché esa conferencia y el libro es magnífico, sí, sí. Un abrazo, Cheli.