5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
16 de abril de 2020 / 14 Comentarios
Así comienza David Casassas su recomendable libro Libertad incondicional. Con escasa vergüenza le he fusilado el párrafo porque es perfecto para enmarcar esta entrada. En mi descargo juro por Bob Esponja que compré el libro. Con la gorra puesta comienzo la segunda parte de la trilogía que inicié el lunes sobre garantía de ingresos y trabajo social. Pretendo hacer una incursión en el interior de algunas creencias (concretamente tres) que sustentan los prejucios más relevantes acerca de la renta básica. El lenguaje bélico está tan de moda que no puede una resistirse a sus encantos ¡Será posible!
Los prejuicios, producto de creencias y sesgos, están muy arraigados, no solo en la gente sino en la profesión. Aunque muchas veces pasemos el detalle por alto, somos también gente —ruego reflexión sobre lo que acabo de escribir—. Bien. Según Ortega y Gasset, las ideas se tienen, en las creencias se está. Dicho de otro modo, tenemos ideas y somos creencias, por lo que estas últimas son casi inamovibles. Digo casi porque de lo contrario sería del todo imposible cambiarlas y no tendría sentido, entre otras cosas, escribir esta entrada. Por otra parte, muchas de las creencias que suponemos propias nos las han trasmitido o, peor aún, inoculado. Veamos tres que bloquean la RBUI (renta básica universal incondicionada).
Una de estas creencias inoculadas es el valor del trabajo. Albert Sales lo explica de maravilla en El delito de ser pobre. Este librito debiera incluirse como lectura obligatoria en todas las facultades de trabajo social de nuestro país. Dice el autor:
La construcción de la pobreza tal y como hoy la conocemos es fruto de la industrialización y de la organización capitalista del trabajo. Antes de la revolución industrial ni el trabajo era una actividad deseable ni la pobreza (o la carestía de alimentos) era el resultado de la inactividad. La nobleza feudal no necesitaba justificar su poder o su bienestar en base a su mérito o trabajo. La justificación teocrática asignaba a los siervos la obligación de producir para la clase dirigente. La revolución industrial y el desarrollo del capitalismo implusan la ética del trabajo que, sobre todo desde los púlpitos protestantes, lleva a cabo una agresiva campaña para inculcar a los nuevos obreros y obreras industriales que la dignidad humana nace del esfuerzo y del trabajo sean cuales sean las tareas asignadas y la compensación económica (p. 17)
Esta ética del trabajo casi impuesta a las clases populares ha acarreado funestas consecuencias. Recordemos que este precepto se aplica exclusivamente a los pobres. Como ya expliqué en la entrada anterior, la existencia de ociosos en las clases pudientes no parece molestar a nadie. No se les puede negar a los poderosos la inteligencia en su estrategia de criminalizar la pobreza y endilgarnos a la mayoría social la exclusiva responsabilidad de nuestra propia supervivencia. Siempre cito en este punto a Ulrick Beck: Vivimos en una sociedad que proporciona soluciones biográficas a contradicciones sistémicas.
La historia de la gorra es magnífica para comprender el modo en que el capitalismo ha venido desvirtuando las prácticas y redes de solidaridad popular. A nadie se nos habría ocurrido pensar que un término tan despectivo como vivir de gorra proviene de una práctica tan antagónica como esa. Su intención no era vivir de gorra, sino vivir con la gorra. Vivir para leer...
La ética del trabajo se ha remodelado al contexto actual, dando lugar a la cultura del esfuerzo. Una insoportable cantinela que se ha dotado de un sofisticado marco teórico. En lo que a la gente empobrecida se refiere la cosa es más simple porque en la práctica lo que se hace es clasificarla en merecedores y no merecedores según el grado de esfuerzo demostrado por salir de su situación. Como si se pudiera salir de la pobreza tan solo con esfuerzo individual.
Los pobres merecedores son dignos de nuestra conmiseración y apoyo. Los segundos no, pues carecen de los hábitos adecuados o son vagos y se han acostumbrado a vivir así porque es más cómodo. Me pregunto cuáles serán las bondades de rebuscar en un contenedor, tirar durante kilómetros de un artefacto cargado de chatarra, pasar horas a la cola de un banco de alimentos, vivir sin electricidad o exponer tu fracaso personal a una trabajadora social.
Lo curioso de todo esto es que lo realmente importante no son los resultados del esfuerzo sino la demostración del esfuerzo en sí. Si te esfuerzas mereces una recompensa, aunque dicho esfuerzo no sirva para nada. ¿Es que acaso no somos conscientes de la inutilidad de las tareas que encomendamos a los perceptores de RMI? Leer a Daniel Parajuá es una manera de entenderlo. En un momento explicaré la cuestión del merecimiento. Me interesa antes introducir una reflexión de Adela Cortina.
Vivimos en sociedades libres. En teoría. Exceptuando este período de confinamiento podemos desplazarnos por donde nos plazca, excepto si eres una persona en situación irregular de residencia. Podemos disfrutar de nuestro tiempo como queramos, excepto si lo que queremos es realizar alguna actividad que tenga algún coste monetario y carecemos del dinero necesario. Podemos trabajar donde queramos excepto si no podemos permitirnos rechazar un trabajo precario y alienante. A nadie se nos obliga a firmar el contrato, sin embargo faltaríamos a la verdad si dijésemos que es un pacto entre dos personas libres e iguales.
Adela Cortina hace un interesante análisis de las sociedades contractuales en su libro Aporofobia, el rechazo al pobre. Lo explica de maravilla en este video, son cinco minutitos de nada. Si quieres ir al meollo de lo que quiero introducir vete al minuto 2:30. No obstante te recomiendo que lo veas entero, para azuzar tu curiosidad no voy a explicar el contenido.
Desde chiquitilla he experimentado una poderosa atracción hacia la revista ¡Hola! Sus fotos, a toda página, a todo color, de casoplones con piscina y una cocina gigante donde jamás se había frito un huevo eran un potente imán para mis ojos infantiles y proletarios. A medida que crecí fui siendo más crítica, pero cada vez que tengo posibilidad de ojearla lo hago con deleite. No la compro por no darles un beneficio pero sobre todo por pura vergüenza. Es una obra maestra en el arte de retorcer el lenguaje. De hecho me encantaría encontrar su manual de estilo. Me fascinan sus frases; una de ellas, muy recurrente, es simplemente excelsa Unas merecidas vacaciones.
Porque normalmente los sujetos de este predicado suelen ser aristócratas de países tales como Linchestein o Luxemburgo y dudo yo que estas personas se hayan cansado de trabajar alguna vez. Pero las merecidas vacaciones coartan la posibilidad de que las lectoras siquiera se planteen si se las merecen o no. Se toman unas merecidas vacaciones en la Costa Azul y punto. Es lo adecuado si por ejemplo te llamas Alejandro Borja Thyssen-Bornemisza de Kászon et Impérfalva.
En cambio, las clases empobrecidas, que suelen tener nombres bastante más cortos y vulgares, están sometidas sistemáticamente a una intensa evaluación de si merecen o no merecen esta o aquella prestación, esta o aquella beca, este o aquel subsidio. El control y monitoreo de los pobres se ha vuelto una práctica implacable en intervención social; en esta gestión neoliberal de la pobreza a la trabajadoras sociales se nos asigna un papel de juez que califico de odioso quedándome muy corta. Sobre el particular recomiendo el monográfico de la revista Cuadernos de Trabajo Social. También el libro Por una acción social crítica que reseñé en la revista del Consejo.
Hay un debate pendiente en trabajo social acerca del merecimiento y la condicionalidad . Estos son dos conceptos que guardan relación, sin embargo, siguiendo a Guijarro, Noguera y Quesada, habría que analizarlos por separado. Ellos lo hacen en un artículo titulado Heurísticas del merecimiento, resumen de la tesis doctoral del mismo nombre. Analiza las percepciones éticas sobre si los beneficiarios de las ayudas sociales realmente "las merecen" (o "heurísticas de merecimiento") que se apuntan como una prometedora explicación en el diseño y gestión de la intervención social. Vale la pena leerlo. Como muestra, este gráfico:
Este artículo me ha encantado porque evidencia algo que muchas ya sospechábamos: Que las creencias juegan un papel primordial en el desempeño profesional. Por esa razón es tan importante ser conscientes de nuestras creencias y contrastarlas con los planteamientos científicos. Las creencias de cada cual son respetables siempre y cuando no conculquen derechos de terceros. Sostener que la gente es pobre porque es vaga o incompetente además de erróneo es injusto y atenta contra sus derechos, máxime si de nuestra intervención depende su garantía.
El ingreso mínimo vital que va a poner en marcha el gobierno es la crónica de un fracaso anunciado. Es la enésima vuelta de tuerca a los subsidios condicionados, un infierno burocrático. Por eso y porque está ampliamento demostrado que el empleo ni dignifica ni saca a la gente de la pobreza es la hora de la RBU. No es casual que cada vez sea más defendida por sectores dispares de la economía mundial. Ellos son más conscientes que nosotros de que es necesaria para mantener el engranaje económico. No seamos ingenuos, que la gente pueda vivir de gorra o vivir con la gorra les importa muy poco. En macroeconomía una RBU es calderilla. Las ayudas a la banca entre 2009 y 2017, según los datos actualizados por el Banco de España a 31 de diciembre del año pasado, superaron los 64.000 millones.
Dije en la entrada que escribí recientemente para Llei D´Engel No sé si la militancia contra la mentira forma parte del código deontológico, en todo caso el artículo 7 dice: El Trabajo Social está fundado sobre los valores indivisibles y universales de la dignidad humana, la libertad y la igualdad, tal y como se contemplan en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las instituciones democráticas y el Estado de Derecho. Proteger estos valores, por tanto, sí que forma parte de nuestros deberes profesionales.
PD. Acceso al manifiesto del Foro de Servicios Sociales de Madrid, aquí. Si lo suscribes, por favor difunde.
14 Comentarios
Buenas tardes Belén, me ha emocionado leerte, aunque no domino esto de las redes, se me ha hecho imposible salirme de tu blog sin escribirte algo. Me has dado mucha luz y ganas de seguir lidiando con compañerxs y no con la profesión. Pues mi conflicto lleva años en una lucha que me cegaba. Me estoy encontrando y creo que estoy en el camino. Gracias por alumbrarme.
¡Muchas gracias, Virtudes! Me alegra serte de utilidad, será un gran placer tenerte como lectora, espero que sigas visitándome. A mí también me anima conocer personas que piensan de manera similar ¡Un abrazo!
He disfrutado mucho tu entrada, Belén. Me saca del pesimismo y me reconforta con la profesión. Esto de remar siempre a contracorriente de las creencias más extendidas cansa, agota, y leerlo me ha hecho sentirme acompañado. Un beso muy fuerte!
Tienes razón, Pau, agota remar contracorriente, por eso el apoyo y cuidado mutuo es tan importante. Tu comentario también me reconforta a mi. Un abrazo.
Buenas tardes, muy interesante y aclaratorio de esa Renta Mínima de inclusión. Finlandia llevo cabo un proyecto así en 2018 y no funciono, estaba creado para motivar la búsqueda de empleo.
Pienso como tu , hay que ayudar con unos ingresos pero… para empoderar.
Gracias
Empoderar, esa es la palabra, sí señora. Gracias por comentar.
Hola Belén : acabo de conocerte y se me ponen los ojos como platos y los pelos como escarpias (llevo diez años jubilada, tras haber trabajado toda mi vida laboral en «El Estado de Bienestar». Me parece que este momento es histórico cómo para darle vuelta al T.S. Yo desde el Colegio de T.S. a cuya junta pertenezco, estoy intentando empaparme de todo vuestro trabajo y promover un grupo de reflexión, ante esta encrucijada en la que nos hallamos. Veo que ya tenéis mucho adelantado. Muchas gracias por vuestro trabajo y por haberlo compartido y por ponerlo «masticado» al alcance de todas. Gracias
¡No sabes como me agrada conocer a compañeras jubiladas que siguen dando el callo! ¡Bravo! Encantada de conocerte. Aquí estoy para cualquier cosa que necesites. Efectivamente es la hora de posicionarnos sobre qué sistema de garantía de rentas queremos. Un abrazo.
Creo que no solo debemos posicionarnos ante la garantía de rentas, sino ante ls Derechos Sociales de todas las personas. Seguiremos en contacto. Un beso
Sin duda, sin duda, otro besote de vuelta.
Belén, tu post… tan accesible, tan iluminador, tan reflexivo… tan, tan que es para tocar campana! me encantó. Gracias.
¡Gracias a ti, preciosa! Por cierto, vamos a publicar un video desde el IAT que te gustará, sale alguien a quien quieres y que te quiere…
Magistral tu post Belén, porque resume perfectamente en ñocas líneas mucha teoría condensada. Gracias por hacerlo así de accesible. In abrazo y toda mi admiración compañera y amiga!
Eres muy amable, Karina, muchas gracias ¡Un abrazo!