La
debacle de los sistemas de servicios sociales está dando lugar a una preocupante distorsión en el papel de las trabajadoras sociales y, en consecuencia, a un importante empobrecimiento profesional. Sobre esta afirmación me propuse escribir la semana pasada una serie de entradas con el objetivo de aportar soluciones, hoy traigo la primera.
Creo que todas estamos de acuerdo en que, en palabras de Pedro Celiméndiz, los servicios sociales se han convertido (con excepciones) en una gestoría de prestaciones. Esta problemática es generada, como es obvio, por la crisis económica combinada con los recortes sociales, sin embargo también se debe al deslizamiento de contexto provocado por las propias profesionales que, con un martillo como única herramienta, tendemos a tratarlo todo como un clavo.
Trataré de explicarme mejor. Para ello voy a partir de la entrada de mi compañero Nacho Santás en su blog Pasión por el Trabajo Social titulada la entrevista y el síndrome de estocolmo, más concretamente de un párrafo que suscribo y comparto aquí:
La entrevista individual, empleada con quien realmente no tiene motivación para protagonizar un cambio, se convierte (nos pasaría a cualquiera) en “dar la chapa”: una pérdida de tiempo por ambos lados y para el propio Sistema.
Efectivamente, dar la chapa no debería ser el cometido de las trabajadoras sociales de atención primaria ¿Por qué se produce entonces la intervención individual chapística? A mi juicio, se dan cuatro aspectos que interrelacionan entre sí:
- Perversión de las ayudas económicas, condicionadas erróneamente al logro de objetivos impuestos por el sistema, en lugar de tratarse de objetivos marcados por la persona atendida (No entraré aquí en el importante asunto de si las ayudas económicas deben ir o no acompañadas de proyecto de intervención o condicionadas al cumplimiento de objetivos)
- Establecimiento de contextos de intervención inadecuados.
- Actitudes profesionales paternalistas.
- Escasa formación psicoterapéutica en muchas profesionales del sistema.
En mi opinión, el trabajo social de casos se ha convertido en el chivo expiatorio de los males del sistema de servicios sociales: Se le culpa de restar tiempo para otras cuestiones, se le culpa del abandono de los otros niveles del trabajo social (grupal y comunitario), se le culpa de posicionamientos acomodaticios en despacho, etc... ¡Pobrecito mío!
Esta miopía hacia el trabajo social individual-familiar redunda en un menosprecio que desemboca en el empobrecimiento profesional del que hablaba. Por ello, la solución no puede ser matar al padre (en este caso a la madre) sino
recuperar el trabajo social de casos,
pero el de verdad, no la gestoría de prestaciones ni la charla sacerdotal ¿Cómo se hace esto?
En primer lugar, lo evidente: Como profesionales es imperativo exigir al sistema desde lo corporativo que nos descargue de presión asistencial, no obstante, también debemos liberarnos del síndrome Gollum, del que ya he hablado en otras ocasiones, consistente en querer toda la demanda para nosotras. Aquellos actos administrativos que no requieran valoración diagnóstica ni intervención deben ser asumidos por personal administrativo, pongo por caso la tramitación del título de familia numerosa.
En segundo lugar, animo al aprendizaje acerca de los contextos profesionales de cambio. A mí me han ayudado a mejorar ostensiblemente el trabajo individual-familiar. Afortunadamente en España contamos con dos autoridades en la materia, como son Josefa Cardona y José Francisco Campos, de la Universidad de las Islas Baleares. De hecho, la tesis doctoral de Cardona lleva por título
La Definición del contexto de intervención en el trabajo social de casos. Tienen además artículos muy interesantes,
aquí enlazo uno de ellos.
En tercer y último lugar, formación, formación y formación. Para que las personas atendidas puedan protagonizar un cambio es necesaria la motivación, cierto, por eso existen modelos que precisamente nos orientan hacia la adquisición de la motivación necesaria para afrontar cambios. Se me ocurre a bote pronto el
modelo transteórico, cuya aplicación a los servicios sociales de atención primaria podría ofrecer buenos resultados, ya que una de sus patas es precisamente la
Entrevista Motivacional de Miller y Rollnick, de tipo conductual.
Hay otros modelos de corte humanista, modelos no directivos basados en Carl Rogers y, por supuesto,
el universo sistémico, cuya rama narrativa está de rabiosa actualidad. Los modelos feministas juegan también un papel fundamental en el giro hacia intervenciones que rompan con las dinámicas patriarcales, en fin, que hay perspectivas para todos los gustos, lo importante es formarse e intervenir con criterio.
Abogo, por tanto, por una recuperación del Trabajo Social de Casos con mayúsculas ¿Que le resta tiempo a otros niveles del trabajo social? Esa, amigas, es otra historia. Me la reservo para la semana que viene.
9 Comentarios
Gracias a ti por salvaguardar el derecho a la imagen de Mary.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ahora sí Belén, ahora la reconozco.
Mil gracias,
Maite
Muchas gracias por tus amables palabras, Maite, espero que podamos conocernos en Mérida, o en cualquier otro lugar donde el trabajo social nos lleve.
¡No me digas que he suplantado la personalidad de nuestra Mary! Es una foto de Internet, pobrecica mía, lo miro a ver, la pobre no gana para disgustos…
Gracias Belén, es una alegría que volvamos a coincidir!!gracias por tu acertada reflexión y por tu agudeza y humor.
Efectivamente, volvamos a recobrar Trabajo Social de Caso y toda la riqueza legada por nuestras pioneras en el Diagnóstico Social de M. Richmond.
Por cierto Belén, la foto que aparece en el texto, de donde procede? Tengo que decirte que no reconozco a nuestra querida fundadora y maestra.
Un abrazo y espero que tengamos ocasión de conocernos.
Maite Esnaola
Síp. Malos tiempos para la lírica…Gracias.
¡Muchas gracias! Estoy en ello.
Malos tiempos para el Trabajo Social en los Servicios Sociales… Comparto.
Excelente post Belén, que comparto totalmente.
No tardes en publicar los siguientes.
Un abrazo grande!