He vivido una semana inolvidable con motivo del Día Mundial del Trabajo Social. Las diferentes actividades en las que he participado, las conversaciones distendidas entre compañeras y el hecho de poder conocer personalmente a amigas de las redes me han supuesto un importante crecimiento personal y profesional; como colofón, los días en Lleida, que quedarán grabados en el alma.
En la actividad organizada por Agora Treball Social(Espero no haber parecido una abuela cebolleta)Emociones aparte, de todas estas experiencias me traigo algunas ideas que expongo aquí con el objetivo de compartir la reflexión y contribuir al debate:
- Es crucial trazar una ruta compartida por la que queramos transitar como profesionales. Silvia Navarro lo explicó muy bien en Lleida: Si no sabemos hacia adonde queremos ir, en el mejor de los casos seremos barco a la deriva, y, en el peor, serán vientos ajenos a nosotras los que marquen el rumbo de nuestra nave.
- Es importante aumentar nuestra conciencia acerca de qué paradigmas sociopolíticos orientan las sociedades actuales y actuar en consecuencia (sea para apoyarlos, sea para enfrentarnos a ellos, sea para modificarlos): El trabajo social actual, como el resto de ciencias sociales (y las ciencias en general), es producto de la sociedad posfordista y su devenir como disciplina es, en gran medida, víctima de las contradicciones de un modelo de bienestar que se sustenta sobre el workfare y que, digámoslo sin rodeos, ha fracasado.
- Urge recuperar lo relacional como eje sobre el que pivotar nuestra acción profesional: Aparcar la gestión en pro de la intervención basada en lo relacional es garantía de supervivencia. Lo curioso es que nos agarramos a la gestión, en una suerte de síndrome Gollum que no acabo de entender. Luis Barriga señalaba que esto se debe a que la intervención pura y dura navega por el proceloso mar de la incertidumbre y resulta muy ansiógeno para las profesionales, que preferimos, en el fondo, la certidumbre de los papeles.
- Es imprescindible incorporar -de una vez- el feminismo al trabajo social: Si el trabajo social persigue la trasformación social, no tiene sentido seguir legitimando con nuestra praxis dinámicas patriarcales. Incorporar la perspectiva feminista es, por otra parte, pagar una deuda que las trabajadoras sociales tenemos con nuestras predecesoras. (El último libro de Silvia Navarro es referencia obligada, lo traeré próximamente al blog)
- Tender puentes entre la teoría y la práctica es fácil si es lo que queremos realmente: Seamos honestas ¿No será que no nos interesa confluir porque estamos más cómodas cada una a la suya? Y es que ¡Mira que es fácil! Hay mil caminos por descubrir si existe interés por recorrerlos. En esta línea aplaudo la iniciativa de la Complutense De Marrones, Dilemas y Conflictos Éticos. Me hubiese encantado poder asistir, pero tendré que conformarme con verla por youtube.
- Es necesario mirar de frente a los movimientos sociales y ofrecer propuestas desde el trabajo social: Los movimientos sociales constituyen auténticas herramientas de participación ciudadana, y por ello la búsqueda de alianzas es impepinable. No podemos obviar que son espacios maravillosos desde los que desplegar trabajo social comunitario, a pesar de la problemática de los escraches, que debe ser abordada con seriedad por las administraciones y es que no es admisible dejar a las profesionales a los pies de los caballos. Desde luego yo no quisiera ponerme en la piel de las compañeras que hayan sufrido esta canallada ¡Los escraches, en todo caso, a la clase política, señores!
- Los espacios horizontales de intercambio de ideas son muy enriquecedores: En todas direcciones. Los congresos, jornadas y seminarios actuales funcionan bien como transmisores de conocimiento, pero si lo que se persigue es el intercambio y el enriquecimiento mutuo existen otros formatos en los que debatir desde posiciones de igualdad. Esa fue la apuesta de Ágora Treball Social en Lleida para el Día Mundial y doy fe de que fue todo un éxito.
- Las jóvenes tienen mucho y bueno que decir: Si se les deja espacios, claro. Congresos como el de Almería, organizado por la Universidad y dirigido especialmente a jóvenes investigadoras, son, en mi opinión, todo un acierto. Escuché comunicaciones que me dejaron boquiabierta. Aquí me voy a permitir ser tajante: O somos capaces de ofrecer a la gente joven espacios en el que tengan cabida o la ruptura que estamos padeciendo entre una generación de trabajadoras sociales y otras (que está ahí aunque no la queramos ver) se acrecentará.
- Generar estados de opinión, una asignatura (aún) pendiente: A través de la escritura en medios de comunicación locales, de la participación en programas de radio, de TV. Por otras vías, el arte (de eso saben mucho Israel Hergón y Alejandro Robledillo), lo que sea ¡Salgamos a opinar! ¿A qué esperamos?
- Perder el miedo es vivir mejor: Mi última reflexión en este decálogo que me he sacado de la manga es, más que una reflexión, un motivo para la esperanza. Parece que vamos perdiendo, por fin, los miedos. Solas no podemos, con amigas sí. El miedo a objetar cuando nos ordenan acciones que vulneran nuestro código deontológico aminora si contamos con el apoyo colegial y constato un buen avance por parte del Consejo en esa línea. Por otra parte, hay compañeras que nos abren el camino para la reivindicación: el Foro de Servicios Sociales de Madrid, las Plataformas Valencianas de Dependencia o en Defensa del Trabajo Social, la Red Canaria en Defensa de los Servicios Sociales, Ágora Treball Social, Llei D´Engel, gente de Cantabria, de Galicia, de Euskadi y muchas otras de las que me olvido y espero sepan perdonármelo. Desde Andalucía sigo a estas plataformas con mucha admiración y envidia, todo hay que decirlo, pero Andalucía es harina de otro costal. Dedicaré una entrada a ello.
No puedo cerrar esta entrada sin agradecimientos, perdóname el momento autobombo, pero no sería bien nacida si no soy agradecida: A Óscar Cebolla, por incluirme en su dibujo (un honor que no merezco), al Colegio de Trabajo Social de Galicia por pensar en mí para entrevistarme, al Colegio de Trabajo Social de Cataluña, delegación de Lleida, a la Universidad de Lleida y a Ágora Treball Social por su calurosísima acogida y por hacernos pasar unos días inolvidables en Cataluña (una tierra fantástica, oscurecida por demasiadas interferencias políticas y mediáticas) a las compañeras que se me han acercado en las distintas actividades para hablar de este blog, y al blog mismo, porque gracias a tí, Trabajo Social y tal de mi alma, he conocido a gente maravillosa y la que me queda por conocer...
Dedico esta entrada a Alba Pirla, una trabajadora social de los pies a la cabeza, catalana y rumbera por los cuatro costados.
El Garrotín de Lleida es una mezcla de Garrotín clásico
y rumba catalana, que se canta sobre la base de un estribillo que se repite
una y otra vez y estrofas que son improvisadas por quien se anima a ello.
El Garrotín de Lleida es una maravilla porque gira en torno a la participación colectiva.
Traigo hoy una muestra de Garrotín de Lleida y de Garrotín clásico, que es un
palo del flamenco, propio, sobre todo, de Cádiz. Que lo disfruten...
¿Tú que opinas?