No suelo escribir sobre mis intervenciones profesionales exitosas. Por desgracia son muchas menos de las que me gustaría atribuirme. También debe ser porque siento que es más terapéutico hablar sobre las intervenciones en las que fracasé, o quien sabe, también influirán las enseñanzas de mi madre y los curas sobre la humildad. Recuerdo una frase que escuchaba en catequesis y yo no entendía: Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. Una frase de lo más apropiada para una niña de 8 años y una enseñanza a todas luces errónea sobre todo si pretendes comerte un chuletón de Ávila.
El caso es que ahora que soy adulta y desaprendí como se deshacen las cosas me propongo mostrar una intervención complicada con una evolución bastante satisfactoria, al menos por el momento. Tocaré madera. Se trata de Hipólita, una anciana cuya problemática expliqué en
esta entrada, hace cuatro meses. Estamos en el ajo el psicólogo del equipo y yo.
Este caso es uno de esos con alarma social, que en servicios sociales comunitarios rurales suele materializarse en excursión vecinal o de voluntarias de ONG o una combinación de ambas especies al despacho del alcalde, manos a la cabeza y vena patiño:
¡Haced algo por dios! ¿Es que no se dan cuenta las asistentas de que esta mujer donde mejor está es en una residencia? ¡Que cualquier día aparece muerta en un balate! (Que significa: si aparece muerta en un balate es por culpa de los servicios sociales)
Hay dos matices que me gustaría señalar antes de continuar, uno: no cuestiono las redes vecinales ni critico las excursiones al despacho del alcalde cuando la preocupación es genuina (a continuación me explicaré mejor), y dos: intervenir respetando las decisiones de la persona conlleva riesgos emocionales que hemos de gestionar de una manera profesional.
La intervención que estoy desarrollando ejemplifica por qué se necesita formación para ser trabajadora social y no basta con tener buena intención, al contrario de lo que viene pareciendo en estos tiempos de bancos de alimentos. Lo fácil y lo cómodo aquí es ingresar a Hipólita a través del juzgado. Seguro que no aparecería muerta en un balate, pero sin la mirada experta para comprender la complejidad del ser humano la implicación suele terminar dañando a la persona sujeto de la intervención, en este caso Hipólita, a la que le horrorizan las residencias y cuya ceguera empeoraría aún más la adaptación. Recordemos que esta mujer ha vivido siempre en su cortijo, en el campo, donde se desenvuelve perfectamente.
Decía que no cuestiono las implicaciones vecinales cuando la preocupación es genuina. En este caso no lo es, los vecinos tienen una agenda oculta, relacionada con tierras, acequias, horas de agua y demás. En este punto, sintiéndolo mucho, se les acaba la legitimidad para opinar pero, lo más importante, la intervención se complica aún más porque desde el equipo nos vemos obligados a remar contra corriente, es decir, nada menos que contra los intereses de los vecinos de la anciana con todo lo que ello supone. Dejo el suponer a la imaginación del lector o lectora.
¿En qué se concreta este remar contracorriente? Desoyendo el clamor popular, hemos descartado por el momento el ingreso residencial y hemos respetado el deseo de Hipólita de quedarse en casa, a pesar del deterioro cognitivo, incipiente. Para llegar a esta decisión hemos valorado los riesgos que supone para Hipólita la permanencia en el medio y las consecuencias que acarrearía una intervención tan agresiva como un ingreso residencial involuntario. Hemos entendido el deterioro cognitivo como un proceso gradual y hemos valorado como un elemento central la ceguera de Hipólita.
En intervención social, la suerte juega un papel crucial. Hipólita tiene dinero ahorrado y propiedades, lo que facilita ostensiblemente poder permanecer en casa ¿Qué hemos hecho? En primer lugar, le hemos buscado un abogado a Hipólita de fuera de la localidad (conocido nuestro y buena persona), con el que ha hecho muy buenas migas. El abogado ha conseguido espantar a vecinos desaprensivos, reorganizar sus propiedades y vender una de las tierras para poder tener liquidez, finca que Hipólita accedió sin problema a vender y eligió en presencia nuestra. El abogado tiene la misión de proteger sus intereses. La vertiente judicial del caso la obvio para no alargarme más.
Hemos reorganizado el servicio de ayuda a domicilio, para que abarque distintas franjas horarias y hemos buscado una persona particular para las noches (también conocida) que duerme con Hipólita y evita que presuntamente pueda escaparse, lo que los vecinos dicen aunque no nos lo creemos. Contamos con la valiosísima ayuda de la auxiliar de ayuda a domicilio, una persona muy formada y de plena confianza, que nos informa regularmente de la situación.
Los vecinos están muy enfadados con nosotros, pero Hipólita se encuentra bien por ahora y es feliz. Cuando se le pregunta por la situación ella dice que no entiende a qué tanto jaleo si ella donde quiere estar es en su casa. No descartamos el ingreso residencial involuntario, pero siempre y cuando sea la única salida. Estamos contentos, la verdad.
Me siento reforzada además porque hace poco tuve la oportunidad de conocer la interesantísima línea de investigación sobre toma de decisiones de la Universidad de Deusto y la teoría va muy en la línea de lo que estamos haciendo en la práctica con Hipólita. Aprovecho para felicitar a la profesora Usue Beloki Marañon por su trabajo acerca de la vulnerabilidad social en la toma de decisión y animo a la Universidad de Deusto a continuar por este camino. Muchas Belenes y muchas Hipólitas lo agradecerán.
PD para quienes leen desde Latinoamérica: Desenseñar a desaprender como se deshacen las cosas es una frase de un programa infantil muy subversivo que se emitía en España en los años 80 (La Bola de Cristal). Vena patiño se refiere a María Patiño, una periodista española de prensa rosa que cuando se enfada se le hincha la vena del cuello. Balate es un muro de piedra para allanar los campos y poder cultivar.
El piano es el gran desconocido en la música flamenca,
aunque existen maravillosos pianistas flamencos como este.
7 Comentarios
Muchas gracias a tí por comentar. Por cierto, tengo pendiente la compra de tu último libro. Tiene una pinta estupenda (el pequeñito del diagnóstico lo uso a diario).
Muchas Belén por tu entrada y a Luis por su oportuno comentario.
La autonomía del sujeto ha de ser el criterio prioritario a la hora de enfrentar dilemas éticos.
Como bien comenta Belén, es lo que nosotras también deseamos para nosotras mismas.
Besos a todos!
Gracias por comentar. Y sí, interesante aportación de Luis ¡A ver si vamos a tener que aprender de EE.UU)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Totalmente de acuerdo Belén, gracias por compartir,también estoy cada día más obsesionada por el respeto a la autonomía de las personas y su dignidad. Muy interesante la aportación de Luis.
¡Muy interesante! Yo estoy muy obsesionada con esto del respeto a la autonomía de las personas y demás, por eso no paro de buscar herramientas al respecto. Y además, yo querría morir como me diese la gana también.
En 1997, el Estado de Oregón (EEUU), aprobó (no sin polémica) la Death with dignity act (Ley de muerte digna). Desde entonces, 991 personas han puesto fin a su vida voluntariamente (132 en 2015). Anualmente se ofrece un detallado informe (ya podíamos aprender) en el que se da cumplida cuenta del procedimiento y de los perfiles de quienes se acogen a la muerte asistida (generalmente por auto-administración de Secobarbital o Pentobarbital). Os pongo el enlace al informe 2015: https://public.health.oregon.gov/ProviderPartnerResources/EvaluationResearch/DeathwithDignityAct/Documents/year18.pdf
Desde la primera entrada de Hipólita en este Blog se me vino a la cabeza este informe y una de las tablas en las que se explican las RAZONES QUE LAS 991 PERSONAS ADUJERON para poner fin a su vida (ver Tabla 1 – apartado "End of life concerns" del informe -pregunta multi-respuesta-):
RAZONES PARA QUERER MORIR:
– Incapacidad para realizar actividades que hacen la vida agradable (89,1%)
– Pérdida de autonomía (91,6%)
– Pérdida de dignidad (78,7%)
– Pérdida de control de las funciones corporales: (48,2%)
– Ser una carga para familia, amigos, cuidadores… (41,1%)
– Dolor no controlado o preocupación al respecto (25,2%)
– Implicaciones financieras de los tratamientos (3,1%)
Yo de estos datos sacaría mis conclusiones. Sobre todo las implicaciones de decidir por otros en qué consiste SU DIGNIDAD…
La VULNERABILIDAD EN LA TOMA DE DECISIÓN (en el caso de Oregón hablamos, generalmente, de enfermos terminales) y el mantenimiento escrupuloso del RESPETO a las decisiones personales es uno de los elementos que más quebraderos de cabeza pueden dar a la intervención social.
Termino con otro dato del informe…
– El 94% decidió morir en su casa o la de un familiar/amigo.
– El 4,7% murió en centro residencial.
– El 0,1% (1 caso de 991) murió en un hospital.
Por cierto, un 6,5% de los casos no quiso informar a su familia.