"El infierno son los demás"
Hola de nuevo:
Me encanta que los amigos me regalen libros, sobre todo ensayos. La satisfacción es doble si además se trata de un autor al que no conozco; me hace ilusión el regalo material, pero aún más el descubrimiento del autor. Con la música me pasa lo mismo, por eso me gusta tanto escuchar Radio 3, todos los días descubres talentos que te conquistan y que incorporas a tu sintonía vital.
Lamento y me alegro a partes iguales de no decir lo mismo del cine; soy consumidora de cine basura, lo confieso sin pudor. Habitualmente me dedico a ver truños que me resultan de gran utilidad para desconectar-me. Por cierto, me han comentado que la última de Almodóvar es un callo; no me extraña, yo no he pasado de la primera etapa de Almodóvar (me fascinaba), sus películas posteriores me parecen todas iguales: siempre sale una madre, un viaje en coche, papel pintado, el pueblo, un bar y Chus Lampreave. Resumiendo, en Hable con Ella me quedé frita, para incredulidad de mis acompañantes (Leonor Watling me ayudó bastante a conciliar el sueño)
Fuente: http://www.oliversacks.com
A lo que voy. Por mi cumpleaños, mi amigo y compañero de fatigas Pepe Lillo, psicólogo, me ha regalado un libro que acabo de terminar, cuyo autor es Oliver Sacks, un desconocido para mí. Oliver Sacks es un neurólogo inglés que ha escrito un número considerable de obras basadas en su experiencia profesional. Seguro que lo conocerás por la película Despertares ¿te acuerdas? Es esa en la que Robin Williams hace de médico que descubre una cura para pacientes catatónicos. Despertares está basada en un libro de Oliver Sacks del mismo nombre.
El libro que yo he leído se titula “Un antropólogo en Marte (siete relatos paradójicos)” y me ha atrapado desde el principio, tanto por su estilo narrativo coloquial, que suelo agradecer, como por su interpretación paradójica de la enfermedad. En su relato describe, a modo de casos clínicos, la historia de siete personas: un pintor que se vuelve ciego al color tras un accidente, un hippie aquejado de un tumor cerebral, un cirujano con síndrome de tourette, un ciego que sufre una terrible depresión al recuperar la visión, un cocinero que se ve empujado a pintar imágenes de su pueblo una y otra vez, un chico autista con una asombrosa capacidad para dibujar y una mujer autista, ingeniera y profesora universitaria, que se siente "como un antropólogo en Marte"
Estas siete personas lograron vivir en equilibrio con su enfermedad y, en algunas de ellas, una mejoría destruyó ese equilibrio que habían conseguido alcanzar, de ahí la paradoja. La tesis que mantiene el autor es que no se trata tanto de "curarse" de la enfermedad - pues algunas de las que aquí aparecen no admiten el concepto de curación - sino de aprender a vivir con ella, a pesar de lo grotescos que puedan ser algunos síntomas, de lo diferente que pueda sentirse el paciente respecto de los así denominados "normales" (extracto de la contraportada del libro)
Me ha llamado especialmente la atención el caso de Virgil, un hombre ciego, que consigue adaptarse a su ceguera y vive de forma autónoma trabajando como fisioterapeuta (con éxito). Virgil es moderadamente feliz hasta que conoce a Amy, con la que se casa. Amy se empeña en operar a Virgil para que recupere la visión. La operación es un éxito pero Virgil pero es incapaz de adaptarse a un mundo que le es totalmente desconocido hasta el extremo de caer en una profunda depresión.
La historia de Virgil me ha dejado bastante tocada porque me ha recordado a un incidente que he tenido en el trabajo esta semana: el miércoles fui con Pepe, el psicólogo, a visitar a una familia de la que ya hablé hace tiempo en este blog
(aquí). Es una familia bastante compleja, con hábitos higiénicos muy deficitarios, usuaria del servicio de ayuda a domicilio a través de la Ley de Dependencia, tras mucho esfuerzo y mucha negociación. Pues bien, nos personamos en el domicilio con el objetivo de tratar de comprender por qué ahora no aceptan a ninguna auxiliar, por qué se niegan a abrir la puerta,
por qué se muestran tan hostiles después del trabajo tan concienzudo que hemos hecho y los avances conseguidos.
Al llegar, me quedé helada: el hijo, que es una persona bastante huidiza e inexpresiva, estaba furioso con nosotros. Se nos acercó y nos dijo: "¡desde que habéis aparecido en nuestra casa todo está peor, tenemos muchos problemas porque las mujeres nos roban, no encontramos nuestras cosas, todo está mal, todo está mal!" Mi compañero, para tratar de ofrecerle otra perspectiva le dijo: "tu madre tenía la pierna muy mal, casi se la cortan, y ahora está mucho mejor" pero la madre replicó: "pero nos han quitado nuestros recuerdos, la cadena de oro de mi hija, que murió de cáncer, se la han llevado. Se lo llevan todo..."
Creemos que les ha afectado mucho la marcha de la primera auxiliar, con la que establecieron un fuerte vínculo y sabemos que les hemos generado responsabilidades que anteriormente no tenían. Han experimentado un cambio vital brutal.
A estas alturas de mi vida profesional soy plenamente consciente de que en este caso o interveníamos nosotros o intervenía el juzgado, pues la casa era un foco infeccioso para el vecindario y un riesgo para sus habitantes, pero no puedo evitar pensar que en los cinco camiones que sacamos de aquella casa nos llevamos, además de basura, sus tesoros más preciados, aquello que constituía su modo de protegerse de los demás, de estar en el mundo. Su equilibrio.
Hasta la semana que viene.
(Oliver Sacks. Un antropólogo en Marte. Anagrama. Colección Compactos. 2001)
9 Comentarios
Estupendo Belén, me queda más clasro. Haré lo que me has pedido. Buen finde
Hola, trataré de responder a todos en un solo comentario. Es evidente que estos casos nos generan muchísimo malestar a los profesionales. Con esta familia se realizó una ardua tarea de negociación (no imagináis hasta qué punto) lo que ocurre es que hubo que tirar muchas cosas porque habían incubado las cucarachas en ellas (sí, da mucho pelofrío, lo sé). La familia se deterioró mucho porque se negaban a colaborar y el Juzgado no es precisamente el colmo de la rapidez. Aprovechamos el empeoramiento de salud de la madre para que nos permitiesen entrar. Todo esto no trata de justificar nuestra intervención (que seguro que contiene muchos errores) tan solo de explicar lo difícil que es a veces…Tan difícil, que solo pertrechados de ética, teoría y técnica podemos garantizar cierta pericia en este mundo de incertidumbres que constituye la acción social.
Estupenda reflexión Belén al hilo de la tesis de Sacks, pero me deja colgada, tendría que pensar más en todo esto, con más perspectivas teóricas, por ejemplo, de intervención familiar. Una pregunta: ¿no se hizo una labor de negociación previa? ¿Por qué arrasaron con todo? En este sentido, lo que dice de los trabajadores sociales más arriba Pablo es indudable. No sé, es duro esto porque tampoco se puede dejar que una familia se deteriore tanto…
Por otro lado, quiero enviarte un escrito sobre José Luis Sampedro que he hecho hoy y se lo he enviado a Joaquín. Un beso y buenas noches
Si lo que querías era provocar reflexión, objetivo conseguido. Llevo desde ayer dándole vueltas al tema. Me surgen ideas sobre lo que fue la reforma psiquiátrica, el establecimiento de la norma, la relatividad universal,… y todo se me arremolina de manera atropellada.
Seguiré cavilando.
Un beso de tu cuñaíno.
Interesante tu entrada, interesante el dilema e interesante la lectura. Me la apunto esta última porque me parece muy interesante los relatos que cuenta e incluso interesante darlos a conocer contandolos (ya sabes, yo siempre maquinando con mi mente de narrador oral :P)
Algo parecido nos ha pasado en nuestra zona,pero al contrario que "tu" familia,ésta se mostraba bien, pero no entendían por qué se lo habían tirado TODO!!!y la verdad es que yo tampoco. Me fui de la casa con un pellizco en la barriga de "esto no está bien"
Una vez más te has saldo amiga. Eres muy grande!!!
"Aprende a mirar a la gente desde sus zapatos y no desde los tuyos. Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades" dijo Jackson Brown, pero es tan difícil…
Muy interesante Belén. Los trabajadores sociales nos metemos/invadimos el mundo de la gente, sus vidas… y eso siempre es un gran riesgo que nos obliga a controlarlo con escrúpulo… El buen hacer, la metodología, la deontología pueden ayudar… pero el riesgo siempre está y la reflexión sobre estos temas se hace imprescindible. Reflexión a la que ayudas con tu entrada. Gracias Belén.
Impresionante el caso que cuentas. Tengo sobre la mesa un caso similar y me genera un dilema brutal porque sé que voy a romper ese equilibrio del que hablas, y me parece tremendo. Me reconforta saber que hay más profesionales con estos dilemas.