5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
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El blog de Belén Navarro
26 de octubre de 2025 / 0 Comentarios
Hace tiempo alguien, no recuerdo quién, me preguntó en una formación —tampoco recuerdo cuál— por qué hay tan pocas series sobre trabajadoras sociales. Aunque en ese momento no supe dar una respuesta, la pregunta se quedó flotando en mi cabeza. He reflexionado sobre algunas series en las que aparecen trabajadoras sociales y me han ayudado a encontrar una posible respuesta.
La mayoría de las profesiones de ayuda contienen una buena dosis de heroísmo, de épica, que se manifiesta en actos espectaculares: mujeres y hombres bomberos sacando a niños de un edificio en llamas, médicos haciendo una traqueotomía con un boli, enfermeras practicando una reanimación cardiopulmonar en plena calle o policías que atrapan a un malhechor después de una trepidante persecución... Como es obvio, en la vida real estos actos no conforman el grueso de su trabajo, pero forman parte de él. Son, por lo tanto, material de primera para una serie.
El ejercicio de la psicología, sin embargo, carece de esta espectacularidad. A menos, claro, que traten de evitar que una persona se tire desde un octavo piso. Podríamos decir que estas actuaciones son la excepción a la regla, por eso hay menos series sobre psicólogos que sobre policías o sanitarios. Sin embargo, las hay, porque hay algo que todas estas profesiones tienen en común: hacen el bien.
Sin embargo, las trabajadoras sociales no.
La nuestra es una profesión que nace atravesada por lo que Álvarez Uría denomina ambigüedad constitutiva y constituyente. Emma Sobremonte lo explica más fácil: el trabajo social controla y libera al mismo tiempo. Son muchas las autoras y autores que, al igual que Álvarez Uría, han descrito estas tensiones en las que nace y se desarrolla el trabajo social. Josefa Fombuena las denomina mitos fundacionales, Saúl Karsz, falsos dilemas... espejismos, etc. El caso es que mientras trabajamos en los malestares que atraviesan a las personas, no podemos perder de vista el contexto social que las oprime.
Podría continuar explicando estas tensiones porque es un asunto bien interesante, pero en esta entrada no viene al caso. La cuestión es que las profesionales del trabajo social somos, a ojos de la ciudadanía, buenas y malas a la vez. Y más ahora, con el estigma que la ultraderecha está construyendo acerca de nuestro desempeño. Cito un texto mío del artículo Qué herramientas para qué epistemología: la tiranía de los instrumentos:
A este paso el trabajo social corre el riesgo, en palabras de Fombuena, de convertirse en una profesión imposible. Por trabajo social imposible se entiende aquel cuyo ejercicio produce un malestar insostenible tanto en las propias profesionales como en la ciudadanía. En el caso de la ciudadanía que atendemos, debido a que nos identifican con las necropolíticas. Con respecto a la ciudadanía no atendida por el trabajo social también hay un malestar creciente con la profesión porque va calando el mantra de que apoyamos la indulgencia y despilfarramos el dinero público.
Después de lo dicho, es fácil concluir que no somos la protagonista perfecta. Las series quieren héroes y villanos. Sin más. Es verdad que aparecemos bien representadas en algunas series y películas. The Pitt ha sido la última que he visto. Me la recomendó una compañera de Burgos. Es una serie sobre las urgencias de un hospital en Pittsburgh. Aparece una trabajadora social, la de la imagen que abre la entrada. A pesar de que su papel es secundario es muy bueno y la serie en general es fantástica.
Veo difícil que aparezcan series protagonizadas por trabajadoras sociales y, teniendo en cuenta nuestras últimas representaciones en pantalla, prefiero que así sea, por nuestra salud mental. Bastante tenemos ya.
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