5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
10 de marzo de 2025 / 3 Comentarios
Estos días ando leyendo Sin relato, de Lola López Mondéjar, psicoanalista y filósofa. Ha ganado el premio Anagrama de ensayo 2024 y no me extraña porque el libro es buenísimo.
La editorial resume el ensayo con estas palabras: En el capitalismo de la atención, donde está siempre rodeado de estímulos, el ciudadano parece abocado a convertirse en un yo mínimo, sin apenas autoconciencia y, paradójicamente, desatento, incapaz de conversar, de rozarse, de comprender al otro.
Y si la incapacidad de trasladar al lenguaje nuestras experiencias nos vacía de ellas, nos uniformiza y nos convierte en analfabetos afectivos, en ciudadanos acríticos e individualistas, la pregunta que surge en este inciso y extraordinario ensayo es: ¿Somos hoy menos humanos?
Uno de los capítulos de la obra está dedicado al concepto de fricción. La autora se apoya en la antropóloga Anna Tsing y define el término fricción como un tipo de interacción o interconexión de carácter extraño e irregular, inestable y creativo al mismo tiempo, producto del encuentro. La fricción produce tensión y conflicto, choque de diferencias, sin embargo también es creativa y puede ser constructiva, abriendo horizontes nuevos.
Para la antropóloga estadounidense la fricción no es sinónimo de resistencia sino, como digo, un producto de la interacción que es parte indispensable del movimiento. Y continúa argumentando que la fricción ha de domesticarse a través de un lenguaje común que disuelva o amaine las tormentas de los malentendidos, generando un tiempo y un espacio para que se cree algo nuevo.
Sin embargo, explica la psicoanalista, el mundo digital ha creado la ilusión de un mundo sin fricción, que se ha trasladado al mundo analógico. Huimos del contacto: las llamadas de teléfono han dado paso a los mensajes de WhatsApp. El deporte colectivo ha ido perdiendo fuelle en pro de los gimnasios, a los que acudimos como autómatas, pertrechados de auriculares para aislarnos de los demás y teléfono móvil para fotografiarnos y mostrarnos en las redes sociales. Es una triste paradoja.
Las sobremesas posteriores a las celebraciones familiares son cada vez más cortas. Las visitas a nuestras amistades cada vez más espaciadas. Los saludos entre vecinos del mismo edificio, menos frecuentes. Asuntos menores que antes se hubieran solucionado con una conversación entre personas adultas ahora se llevan al juzgado. Lo vemos a diario en servicios sociales con las derivaciones de la fiscalía de menores. Una gran parte de ellas son absurdas.
La agresividad crece en el día a día porque las altas expectativas que genera la no fricción se ven fácil y rápidamente frustradas en la vida real. La polarización ideológica nos empuja a huir del conflicto o a situarnos en uno de los bandos y aguantar el chaparrón de insultos provenientes del otro. No hay conversación, no hay intercambio, no hay diálogo. La fractura del feminismo es el mejor ejemplo que se me ocurre. Lamentablemente.
Frente a las fricciones propias de la vida social, la autora introduce el término lubricación para referirse a las estrategias para evitarlas. Hace referencia explícita a una generación de padres que hacen lo indecible para que sus hijos no se enfrenten a las resistencias del medio, con los resultados que conocemos.
El trabajo social no es ajeno a todo esto. La bunkerización emocional, fenómeno sobre el que vengo escribiendo desde hace un tiempo, tiene que ver con la necesidad de evitar la fricción. Sin embargo creo que afortunadamente también pervive la demanda de muchas compañeras de abandonar el despacho y salir a la calle. Es una reivindicación que sospecho oculta algo importante.
Ese algo importante es el deseo, no siempre explícito, de ir al encuentro del otro. En palabras de Silvia Navarro, nuestro yo, vulnerable y limitado es el que hace posible un encuentro con el otro en condiciones de intercambio auténtico, sin el cual no es posible hablar de diálogo. Ese viaje es, qué duda cabe, la gran aventura que nos brinda esta profesión.
3 Comentarios
Querida Belén qué sugerentes tus reflexiones, me ha conectado con el autor de La Salvación de lo Bello, Byung-Chul Han. El dice que lo pulido, lo pulcro, lo liso es una seña de identidad actual que no ofrece resistencia, que elimina toda negatividad de lo contrario, de lo distinto, que sólo quiere agradar o coleccionar «me gusta». Lo pulido, sin fricciones, con muchos filtros convierten obras, palabras o rostros en inexpresivos y vacíos. Si, creo que nos hace menos humanas. El contacto, como dices, nos acerca a lo real, al diferente. Cargadas de cicatrices y marcas de vida nos perturban, friccionan y nos empujan a reconocernos y reencontrarnos.
Gracias y un abrazo
Muchas gracias Belén por tus elucubraciones y tus lubricaciones.Abrazos sin fricción.
Gracias a ti por dar calor a este rinconcillo… Un abrazo.