5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
29 de abril de 2021 / 4 Comentarios
Aunque este blog se dirige al sector profesional, académico y estudiantil, a veces me escriben personas atendidas por los servicios sociales. Suelen pedir ayuda con un problema concreto, casi siempre relativo a carencia de ingresos y prestaciones económicas. También contactan para denunciar la mala praxis de alguna compañera. Si piden ayuda me siento impotente ya que no es nada fácil orientar a las personas a través de correo electrónico y más con lo que hay. Me pone, por otra parte, de muy mal humor el sufrimiento inflingido a las personas que solicitan prestaciones monetarias. Para colmo, el Ingreso Mínimo Vital ha venido —elemental— a empeorarlo aún más. La guía elaborada por la seguridad social para la colaboración de los servicios sociales pone los pelos de punta.
Cuando se trata de correos que denuncian la supuesta mala praxis de una compañera me debato entre el enfado por su actitud y la precaución, pues desconozco los infiernos personales que profesional y ciudadana puedan padecer y los entresijos de la situación. En cualquiera de los casos contesto lo mejor que sé y aprovecho para pedir disculpas si mi respuesta no alivia el dolor de quien me escribe.
Hace unas semanas lo hizo una persona, como casi siempre agobiada por una situación de carencia extrema. Enredada en la maraña burocrática y enfadada, muy enfadada, por la actitud exigente, controladora y poco respetuosa de una trabajadora social, empeñada en hacer una visita domiciliaria para la gestión de la renta mínima. A medida que crecía la insistencia de la trabajadora social aumentaba la negativa de la persona solicitante. Si la escalada se produjo tal cual lo narra la persona desde luego tiene mi absoluta repulsa. No entrar en estas dinámicas con las personas atendidas es elemental. Digo yo.
Aún sigo perpleja ante la insistencia de la compañera en realizar la visita a domicilio ¿A qué ese empeño? En el mejor de los casos supongo que será de las que piensan que hay que hacer visitas a domicilio porque sí, atrapada en el absurdo de lo procedimental. Las técnicas, como la visita domiciliaria, dependen de la intervención, el contexto profesional y esas cosas, no al revés. No quiero especular con la posibilidad de que la pretensión fuese saber de qué tamaño es la TV y obtener conclusiones, prefiero descartar esa opción porque la gran mayoría de profesionales de este país están muy por encima de semejante cutrerío. Gracias a dios.
De cualquier forma es una muestra de lo que vengo sosteniendo desde que abrí este blog: Que la visita a domicilio como técnica está sobrevalorada. Si es que se puede considerar una técnica, que no lo tengo claro. No obstante, suponiendo que lo fuese, las técnicas son neutras en sí mismas, pero no en su aplicación y este es un ejemplo de una aplicación nefasta. Al margen del hecho, también elemental, de que la intervención en su conjunto tiene toda la pinta de ser de traca la barraca (expresión de una volcánica amiga). El desenlace de un planteamiento desastroso, es evidente.
El problema —elemental— no es la visita a domicilio como tal, sino el rol que de un tiempo a esta parte estamos asumiendo o más bien nos están endosando: Inspeccionar las raquíticas ayudas para personas empobrecidas que, con suerte, se gestionan en los distintos territorios de este país. De esos polvos estos lodos. Que una persona se niegue a abrir la puerta a una trabajadora social dice mucho de la deriva de los servicios sociales y del consiguiente riesgo para el trabajo social en este sector. También dice mucho de la interpretación que algunas hacemos del encargo social. Me da mucha pena, mucha. El rol que se nos viene encomendando es causa de honda preocupación, al menos en mi caso. Más aún la incompetencia o desinterés (no sabría decir) de las administraciones en la erradicación de la pobreza. La visita a domicilio, como el vigilante, es el síntoma. Elemental.
Continuará...
4 Comentarios
Hola, Belén
Estos temas me ponen de muy mal humor, en los centros de trabajo este discurso se oye más de lo que debería de oírse y lo peor es que esa necesidad de controlar la estoy viendo en profesionales muy jóvenes y algunas veces yo me hago la siguiente pregunta.¿Es inseguridad o es qué sienten que tienen poder para joder un poco más al que ya de por sí está jodido.?
Pero hay algo bueno, las personas a las que atendemos utilizan , cada vez, con más frecuencia los buzones de quejas y sugerencias cuando no se sienten bien atendidas.
Un abrazo y buen finde. Cheli.
Lo de la juventud es algo que a mí me ha llamado también la atención y sí, los buzones de quejas y sugerencias son fundamentales…
Gracias por asomarte de nuevo…
Cuanta razón, Belén, entre esto y el artículo de la seguridad en los centros de atención, nos alejamos cada vez más de la realidad y estigmatizamos más la pobreza, siendo «reconocedores de situaciones de vulnerabilidad»
Pues sabes, a seguir cambiando el mundo, que nos hicimos profesionales de lo social y trabajamos con personas, que caramba!!
«a seguir cambiando el mundo, que nos hicimos profesionales de lo social y trabajamos con personas». Olé olé y olé…
Un abrazo.