5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios


El blog de Belén Navarro
3 de noviembre de 2025 / 1 Comentarios
La semana pasada analicé las escasez de series sobre trabajadoras sociales. Expliqué los motivos por los que, a mi juicio, somos poco atractivas para la ficción. Me dejé un tema que, por su importancia, requería una entrada para él solo. Me refiero al excepcionalismo.
Encontré este término en el libro Madrid, ¿la suma de todos?, de la editorial Traficantes de Sueños. Abro paréntesis para hacer publicidad de esta editorial, que además es librería y, sobre todo, es un proyecto de producción y comunicación política que aspira a aportar contenidos y animar debates útiles para la acción colectiva transformadora. También es un proyecto de economía social, esto es, una entidad sin ánimo de lucro y sin jefes, implicada en el mercado social y en el desarrollo de otra economía. Como muestra, el libro que he citado al principio puedes descargarlo gratis. Cada vez que voy a Madrid, paso por allí y me traigo lecturas magníficas. Te recomiendo que te pases y si compras, mejor paga en efectivo.
Prosigo. Copio un fragmento del capítulo ¿Quién puede habitar la ciudad? Fronteras, gobierno y transnacionalidad en los barrios de Lavapiés y San Cristóbal, escrito por Débora Ávila y Marta Malo:
¿Qué es el excepcionalismo? Un modo de representación de la realidad, de construcción de los problemas y sus soluciones, diríamos. Un acontecimiento excepcional atrae la atención de los medios de comunicación. A través de una retórica sensacionalista, lo sucedido se magnifica y simplifica. Como en una película de Hollywood, se pinta a brocha gorda a los malos y los buenos, los héroes y los portadores de la solución.
A través de la machacona repetición de titulares espectacularizantes, se insiste en la peligrosidad de lo sucedido y se alimenta una sensación difusa de pánico social. La excepcionalidad de lo acontecido hace imposible afrontarlo con los medios ordinarios con los que se suelen afrontar los problemas: hechos excepcionales imponen soluciones igualmente excepcionales. La urgencia de una respuesta cierra el camino a la reflexión, a la consideración de alternativas. En medio del clamor del «hay que hacer algo», los poderes instituidos llegan para imponer una medida o plan de excepción.
Las críticas no caben, tan alarmante y apremiante es lo que acaba de ocurrir. Pero las medidas excepcionales se mantienen una vez que el acontecimiento excepcional que las motivó ha transcurrido: hay que estar prevenidos, lo peor siempre puede volver. Así, el resultado de esta secuencia es una relegitimación de los poderes instituidos y una limitación de los espacios para el pensamiento y la acción.
¿Qué tiene que ver el excepcionalismo con las series? Que aquellas que narran situaciones excepcionales nos describen como villanas o como incompetentes. Rara vez somos parte de la solución. El colmo de los colmos, la película En los márgenes, de la que ya me ocupé en su día. Aunque, por desgracia, no describe una situación excepcional, sirve como ejemplo del uso torticero de nuestra profesión.
Sin embargo, mi mayor interés en este momento es aplicar esto del excepcionalismo a los servicios sociales, porque desafortunadamente se da y sus efectos son devastadores. Me explico. Hace años, en mi comarca se vivió un problema con una familia atendida que acabó en la muerte de un menor. Lo cuento aquí ya que salió todo en prensa. Fue un escándalo mediático debido a la muerte violenta del niño y a nuestra supuesta incompetencia: se nos culpó, injustamente, de la tragedia. Fue muy doloroso para las compañeras, que en modo alguno fueron negligentes. El negligente fue el juzgado.
Sin entrar en más detalles, el caso es que a partir de ese hecho puntual —y trágico— se generó una histeria colectiva que ha desembocado en la implantación de protocolos leoninos para casos de menores, protocolos que nos traen de cabeza tanto a las profesionales como a las familias. Cada vez que se da un escándalo mediático por un hecho excepcional —y aislado—, las políticas de servicios sociales se endurecen de manera definitiva. Seguro que te ha ocurrido algo parecido. Es una muestra más de lo que muchas venimos denunciando hace años: que lo importante no son las personas, son los expedientes. Y la prensa, por supuesto.
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1 Comentarios
Cuánta razón … tengo conciencia desde hace tiempo del sector donde trabajamos. Por desgracia los Servicios Sociales son el tan renombrado «cajón de sastre» y donde menos presupuesto se invierte. Vamos tirando del carro diario como podemos, son excepcionales los reconocimientos, por no decir inexistentes, y sin embargo, muy socorrido echar la culpa de malas prácticas a los servicios sociales. … la lectura final de esta publicación es desmoralizadora pero, real. «lo importante no son las personas, son los expedientes y por supuesto, la prensa»