5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
El blog de Belén Navarro
27 de marzo de 2022 / 2 Comentarios
Comparto este texto de vez en cuando porque me encanta. Forma parte del libro Pequeño glosario para el uso del trabajador social. Sus autores son dos trabajadores sociales franceses que bordan un libro cargado de ironía y humor. Es curiosa la reacción de muchas compañeras y compañeros al leerlo. Comprobado: Cuanto más competentes se muestran en el desempeño profesional más se ríen con el libro y es que, amigas y amigos, la ausencia de autocrítica es señal de mediocridad, en nuestra profesión y en cualquier otra.
Dediqué la entrada anterior a analizar algunas incompetencias que padecemos en la interacción con otros sistemas de protección social. Hago una puntualización y es que no todas las interacciones son ineficaces ni quienes trabajan en otros sectores, incompetentes, lo que ocurre es que el éxito cuando hay que trabajar en red con otros sectores es infrecuente.
Estas incompetencias suelen ser en cierta medida el resultado de endiñarnos las patatas calientes de cada sector. Habitualmente se trata de problemas fronterizos entre un sector y otro en el que la persona que los sufre se encuentra en exclusión social, por ejemplo una persona sin apoyos con trastorno mental grave. No obstante, el problema de fondo es grosso modo la archiconocida indefinición de nuestro sistema, que da lugar a la percepción de camión escoba, sustentada por políticas cada vez más asistencialistas. Aprovecho para compartir esta magnífica definición de lo que debieran ser los servicios sociales. Es de Fernando Fantova.
Hoy toca tratar de ofrecer algún remedio —más o menos eficaz— a las incompetencias perpetradas por otros agentes. Doy por hecho que todas las lectoras y lectores de este blog intentamos hacer nuestro trabajo lo mejor que podemos, faltaría más. Aquí todas somos compañeras competentes. Vamos al lío pues.
Las competencias o más bien las tareas que desempeñamos en servicios sociales crecen, crecen y crecen mientras paralelamente menguan, menguan y menguan las competencias ajenas cuando se trata de personas en procesos de exclusión con problemas que afectan a varias esferas de la vida, como he dicho antes. Lo de las políticas activas de empleo, por ejemplo, es un ejemplo sangrante. Nos las han endosado by the face, al menos en Andalucía con un servicio andaluz de empleo cuyas competencias son precisamente esas. Alucino. En fin, a lo que iba, los remedios.
Para contrarrestar el modelo frontón no queda otra que la insistencia ¿Informes? Informes ¿Reuniones? Reuniones. Lo que pidan. Es más, si es posible contraataquemos con documentación, fotos ¡vídeos incluso! (con las salvedades éticas y el respeto a la protección de datos, claro). Es además muy importante que absolutamente todo esté debidamente registrado. Todo ello salpimentado con el consabido va a pasar algo...
No hay que perder los papeles en ningún momento, eso no nos ayuda en ningún caso. Lo comentamos en equipo e incluso colocamos un saco de boxeo en la sala de reuniones si eso nos alivia. Perder los papeles, jamás. Y si el otro servicio no reacciona convendría pasar el asunto a niveles superiores (siempre y cuando los niveles superiores sean a su vez competentes, de lo contrario mejor no hacerlo).
El modelo embudo más que insistencia requiere paciencia y mirada larga. Hay que ir tratando de apretar poco a poco, poco a poco, y tomárselo con calma para que poco a poco la cosa vaya bajando. Por su parte el modelo fantasma es, en mi opinión, el más difícil de manejar. Un servicio o profesional que directamente desaparece es muy difícil de implicar. Yo optaría por hacer los contactos presenciales (para que den la cara) y todas las derivaciones por escrito (como es debido, vaya) y si no las atienden, que es lo más probable, continuar sin ellos.
El problema es que a veces el servicio fantasma es el que tiene o bien la mayor responsabilidad sobre el problema que queremos resolver o bien la capacidad de desatascar el problema. Estos casos son los que a mí particularmente me agotan más, como trabajadora social y como directora. Y como directora acabo esta entrada con una triste conclusión: Hay que intentarlo hasta cierto punto, ahora, de cierto punto en adelante tenemos que bajar los brazos. Si el otro servicio tiene la responsabilidad del problema y tras mil contactos no reaccionan, se cierra el expediente en servicios sociales. Nuestras competencias y por ende nuestras posibilidades de actuación llegan donde llegan.
Se mantiene el contacto informal con la persona —siempre y cuando mantener el vínculo sea lo adecuado— pero si no hay nada más que podamos hacer, formalmente, cerrojazo. En demasiadas ocasiones la movilización propia genera desmovilización ajena.
Por otra parte, mantener el expediente abierto de cara al resto de instituciones es asumir una competencia impropia y por lo tanto imposible. Ante las incompetencias ajenas, competencias propias, trabajo riguroso, intervención ética, un número razonable de intentos y si nos dan calabazas cerrojazo y punto ¡Hombre ya!
Buganvilia es una competente DJ afincada en Granada que lleva la música dentro desde que era un microbio. Lo sé muy bien porque Buganvilia es mi sobrina Elena. No he podido resistirme a compartir esta sesión que acaba de estrenar. Dura una hora, advierto. Cosas de tía orgullosa... Hace dos días, dos, bailaba con ella en mis brazos y la niña, que no andaba aún, movía sus piernitas al ritmo de la música. Ay, señor...
2 Comentarios
Gracias a ti por leer y comentar.
Besos desde el Sáhara Norte.
Me ha encantado la entrada, tratando de proponer alternativas a las incompetencias del anterior artículo. Gracias Belén! Por arroparnos con esta visión critica pero constructiva de nuestra profesión. Un abrazo gallego