Hola de nuevo:
Vuelvo con el caso que describí la semana pasada, el de mi amiga Francisca y los conflictos con sus tres hijas, pero me vas a permitir un pequeño paréntesis dedicado a los niñatos de Nuevas Generaciones que se rieron de algunas personas estafadas por las preferentes durante la comparecencia de Mª Dolores de Cospedal.
Podría denunciar la absoluta falta de empatía de estos impresentables y hacer una disertación sobre las neuronas espejo y demás, pero mi incultura general y mi indignación particular tan solo dan para desearles de todo corazón que en alguna ocasión se sientan tan estafados como estos ciudadanos, más que nada para que experimenten en su piel algo tan sumamente gracioso; en ese momento seré yo la que me reiré a carcajadas. Lamento parecer tan borde, es que de empatía también ando un poco justa, especialmente con gentuza como esa.
Dicho esto (si no lo suelto, reviento) me pongo de nuevo en situación: la semana pasada te conté un caso en el que vengo trabajando, uno que me está generando algunos quebraderos de cabeza. Me quedé justo en el momento en que las hijas vuelven a requerir mi actuación porque la madre, que convive con la hija menor y recibe el servicio de ayuda a domicilio, empeora en su comportamiento y tiene a las tres hijas en jaque. ¿Que había pasado para que Francisca continuase con esta actitud a pesar de haber obtenido, en teoría, respuesta a todas sus reivindicaciones?
Mª Jesús Brezmes, una trabajadora social y consultora a la que admiro mucho, explicó en un curso al que asistí la diferenciación del profesional frente al técnico; lo menciono porque me parece crucial en todo esto que trato de transmitir. Dice María Jesús que el profesional es el experto en comprender, mira donde otros no ven. El técnico, en cambio, tiene una batería de soluciones ante una batería de problemas determinados.
Tras algunas entrevistas individuales con Francisca y sus hijas, esta vez por separado, conseguí identificar el nudo del asunto: la relación entre Francisca y su hijo Eduardo bloquea todos nuestros intentos de adaptación de Francisca.
A estas alturas ya sabrás por dónde van los tiros. Francisca tiene algunos ahorros y quiere dárselos a su hijo para que éste reflote su empresa de construcción; las hijas están indignadísimas porque Eduardo jamás se ha ocupado de su madre, encima fue el mayor beneficiado en el reparto de la herencia familiar. Aún así, Francisca quiere el control total del dinero, que el padre encomendó a las hijas en el lecho de muerte, y las hijas lo que persiguen con desesperación es que Francisca se percate de que su hijo no la quiere como ellas, que tan solo busca expoliarla. Hay que recordar que las hijas han renunciado a la PECEF para que su madre se sienta más atendida, digo esto para subrayar que estas mujeres no son unas "peseteras", se trata de una cuestión emocional.
Francisca amenaza con irse al cortijo si no le dan el control total del dinero y las hijas me amenazan a mí con permitir que se marche si no abandona su actitud.
En este punto, si fuese una trabajadora social algo más pardilla iría derechica a meterme en el jardin de mediar en la cuestión del dinero, que es justo lo que Francisca pretende, pero no lo voy a hacer. También podría entrevistarme con Eduardo pero tampoco lo voy a hacer porque no encuentro la utilidad del contacto en este momento de la intervencion.
He actuado, hasta ahora, como correveidile de las partes. Se acabó. Deben llegar a un acuerdo o romper la baraja. He verbalizado en una larga entrevista a las hijas que Francisca está en su pleno derecho de irse al cortijo (que cumpla su amenaza o calle para siempre, recordemos que cognitivamente se encuentra bien) y he dejado claro a Francisca que el dinero está a nombre de las hijas así que no tienen por qué dárselo, así lo decidió su marido y ella estuvo de acuerdo. Si Francisca quiere irse al cortijo, que se vaya (está en su derecho), siempre queda la baza de planificar con los ahorros que tienen las hijas la organización de sus cuidados combinando SAD y una persona que apoye de forma privada, si es que Francisca así lo acepta.
Lo que trato de hacer es dejar que el conflicto aflore de verdad. Deben tomar una decisión. Unas y otras. Para conseguirlo, debemos alejarnos. Una vez que la pelota de tenis ha desaparecido, se acabó el partido; las cosas, curiosamente, se han calmado.
Con este caso quería mostrar algunas cuestiones importantes en intervención familiar:
1. Las cosas no son lo que parecen si solo las observamos desde la gestión de recursos. La mirada profesional es la mejor herramienta.
2. El poder de los ausentes es muy importante independientemente de que los incluyamos o no en la intervención.
3. La gestión de recursos está sobrevalorada, sobre todo con algunas problemáticas.
4. A veces hay que retirarse para que la familia genere sus propios procesos.
Y por último:
5. La mamá mediterránea está obsesionada con el hijo varón, sobre todo si es el único entre mujeres. Irrefutable. En mis 41 años de vida solo he encontrado una excepción, que confirma la regla.
¡Gracias genoma humano de Gabriel y Encarna por no darme un hermano chupóptero y gachón!
Espero que la descripción de este caso te haya resultado interesante.
Hasta la semana que viene.
3 Comentarios
Un buen ejemplo de la complejidad de nuestra profesión y de las dinámicas familiares. Gracias por compartirlo y demostrar que hay vida más allá de la "prescripción de recursos".
me ha gustado. si es q mejor "retirarse a tiempo" en según q casos .
Como siempre genial. Muy didáctico el caso, es para libro. Desde aquí te animo para que te pongas manos a la obra y seas capaz de sacar un manual de supuestos. Yo me comprometo a ilustrártelo de gañote.
Con respecto a que tus padres no te han dado un hermano, tu hermana se ha encargado de darte un “cuñaíno” que piensa en chuparte la sangre cuando llegues a ocupar el puesto que te corresponde en función de tus excelentes competencias profesionales. Cuidado con él que es muy sibilino, parece un hombre blandengue, pero tiene el colmillo retorcio, ya ves,… trabajó en servicios sociales especializados y todo.
Un beso. Tu “admirador secreto”