Hola de nuevo:
Una vez más, me resulta imposible sentarme a escribir y abordar cuestiones relacionadas con el Trabajo Social. No puedo. Me hierve la sangre. En mi pueblo solemos decir “estoy que me pinchan y no echo gota”, así me siento porque han condenado a Garzón.
No soluciona el atropello que se ha cometido que yo escriba en este blog sobre la vergüenza, la pena, la rabia y la indignación que siento. No lo leerá ningún miembro del tribunal que lo ha condenado, no lo leerá ningún miembro del PP con conciencia crítica. No lo leerá ningún votante del PP. No lo leerá nadie que piense que la sentencia es justa y a quien pueda convencer de lo contrario. No lo leerá Garzón. No lo leerá nadie que no esté tan indignado o indignada como lo estoy yo y, seguramente, las pocas personas que lean esto suscribirán, total o parcialmente mis palabras. Ni siquiera soy original.
¿Y por qué escribir entonces? ¿Por qué perder mi tiempo, mi energía y mis ganas de disfrutar el fin de semana? ¿Por qué amargarme la vida describiendo la tristeza que me embarga estos días?
Pues porque toda esta derecha fascista que cree que España es su cortijo nos podrá robar la democracia, el bienestar, el progreso, las libertades, la alegría, la protección social y la justicia pero no podrán robarnos la palabra. Somos muchas las personas que estamos en contra de esta forma de entender el poder y somos muchas las personas que estamos hartas. Ese hartazgo no debe convertirse en apatía, es lo que ellos buscan, ese hartazgo debe traducirse en lucha. Y en denuncia. España ha perdido un reconocido jurista pero a mucha gente se le ha atragantado la noticia. A mucha.
Debemos seguir alzando la voz, aunque las palabras se las lleve el viento, seguro que vuelan en alguna dirección. Que nadie se equivoque: bajar los brazos es darle oxígeno al fascismo. No podemos permitirlo. Mucha gente se ha dejado la libertad y la vida en el intento de una España democrática para que ahora nos entreguemos a los obispos, arzobispos, Camps, Correas, Bigotes, Botella, Aguirre, Botín, y demás gentuza. Un dicho popular afirma: podrán engullirnos, pero tendrán que masticarnos. Que lo intenten.
Hasta la semana que viene.
¿Tú que opinas?