Hola de nuevo:En estos momentos de huracán tijeretil peperiano se hace difícil encontrar momentos en el trabajo proclives a la carcajada o al menos a la sonrisa. A mí me gusta mucho reirme e intento encontrar en cada situación la parte humorística, eso me ha congraciado con muchas personas y, como es natural, me ha enemistado con alguna que otra, afortunadamente suelo salir bien parada en mis payasadas con los clientes, me dan bola porque me conocen y eso es un alivio.Cuando conseguí mi primer trabajo en servicios sociales comunitarios mi tarea fue sustituir a una compañera en baja maternal, muy experta y con muchos años en la zona. Yo era una especie de animalillo salvaje, con muy buena voluntad y muy pocas luces. Tuve que entrevistar junto con la psicóloga del equipo a una familia que ahora calificaría como multiproblemática, pero que en ese momento me pareció simplemente graciosa.Tengo que aclarar que la psicóloga del equipo era una consumada terapeuta sistémica y yo el único sistema que conocía era el sistema métrico decimal. La entrevista comenzó con las consabidas preguntas circulares y tal y tal; yo no entendía a qué tanto rodeo y tanta milonga e iba interviniendo con puntualizaciones del tipo "dígale a su marido que no le pegue al niño", "vaya mala suerte ha tenido usted". En cada una de mis brillantes puntualizaciones la psicóloga me propinaba una patada en la espinilla por debajo de la mesa, por lo que intuí que algo no estaba haciendo bien...En fin, la señora, además, era un prodigio en el dominio de la lengua de Cervantes y describió a su hijo como "droguista y efrénico" entre muchas otras perlas. A mí cada vez me costaba más aguantarme la risa y llegó un momento en que no pude más y comencé a reir en un total desenfreno. Sorprendentemente, al verme reir, la mujer me dijo "es normal que usted se ría con el cuadro flamenco que tengo, me da risa hasta a mí" y comenzó a reírse conmigo. Y así terminó la entrevista. Pobre la psicóloga, a punto de estrangularme...Posteriormente he ido aprendiendo a reirme de mi misma y con la gente (con más acierto) en mi actuación profesional y ello me ha ayudado mucho en la relacion. Considero que el humor juega un papel muy importante en nuestro trabajo: con las familias es una herramienta para relajar el ambiente, para relativizar los problemas y para que te observen desde un punto de vista menos rígido y a mí me ayuda a sobrellevar el dolor que me causa la observación y la implicación en el sufrimiento ajeno. Es por eso que me preocupa constatar que cada día me río menos en el trabajo y además me cabrea que esta situación de mierda me esté quitando hasta el sentido del humor. Me niego, coño.Por eso he sacado de la estantería un librito que compré hace unos años, escrito por dos trabajadores sociales franceses, Thierry Darnaud y Guy Hardy. Lleva por título "Pequeño glosario para el uso del trabajador social" pero en realidad es una guía para que los clientes aprendan a interactuar con nosotros y da consejos para las entrevistas.El libro se ha escrito con mucha ironía y alguna compañera a la que se lo he prestado ha llegado a picarse incluso por la ironía que destila, pero yo lo recomiendo porque es muy mordaz, aquí va una muestra de los consejos:“El rol del trabajador social no es precisamente ayudarlo aunque pretenda hacérselo creer. No olvide nunca que él tiene la misión y está esencialmente allí para que usted acepte lo que él le va a proponer.” Y puestos a recomendar, os recomiendo para el fin de semana que os alquiléis en un videoclub (que es como conseguimos todos las pelis) alguna película de mucha risa, que es como me gusta llamar a las comedias y con vuestro /a churri de turno y unas palomitas os olvidéis del mundo. Me gustó especialmente "Un funeral de muerte" (británica) y una desconocida, pero muy graciosa "El favor" (argentina).Por mi parte, pienso contar a mis amigos la última en el trabajo. Verídico. Llama una mujer por teléfono y dice: "haced algo con mi madre. Tiene hidrógenes"Feliz fin de semana. Hasta la semana que viene.
¿Tú que opinas?