Al llegar el invierno, una lluvia persistente empezó a caer, y la lluvia trajo el cólera. Finalmente fue contenido y, a fin de cuentas, sólo ocasionó siete mil muertos en el ejército.
Adiós a las armas, Ernest Hemingway
En literatura se usa mucho una técnica denominada Show, don´t tell. Dice la IA que en español se traduce como Mostrar, no contar y consiste en presentar situaciones, emociones o características de personajes a través de acciones, diálogos y situaciones que viven, en lugar de explicar directamente las emociones o los pensamientos de éstos. De este modo la audiencia experimenta la historia de forma más inmersiva. Suelo decir en mis talleres de escritura que es más potente mostrar las expresiones de rabia del personaje que explicar como se siente. Ernest Hemingway, que es un maestro en esto del Show, don´t tell —y de las frases cortas y lapidarias— lo resumió con la icónica frase: Se venden zapatos de bebé, sin usar.
La técnica del show, don´t tell o mostrar, no contar, me gusta mucho. Como explico en mi inacabado libro, quizá sea porque me manejo mejor con el show que con el tell, es decir, soy más hábil describiendo situaciones que emociones. En la vida me ocurre algo parecido: si he de predicar, prefiero hacerlo con el ejemplo.
Al escribir esta entrada he recordado a mi tía Mercedes, que murió hace años. Mi tía Mercedes era una mujer taciturna, sin embargo todos los sobrinos la adorábamos. Cuando éramos chicos, ella nos metía en el corral de su cortijo, y, con toda la calma del mundo, nos enseñaba los conejos, los pollitos y las gallinas. Cogía un huevo y nos lo enseñaba con una sonrisa victoriosa. Nos hacía bocadillos de Tulicrem y no nos regañaba cuando saltábamos sobre las camas. Eran otros tiempos, no mejores, pero sí edulcorados con el recuerdo de la infancia.
Ahora las cosas están bien para algunos y mal para muchos. Crece la desigualdad y mengua la justicia social. Los sistemas de protección social están raquíticos, las profesionales, agotadas y el Trabajo Social cada vez más cuestionado, pero lo cierto es que la gente sigue viniendo a los centros de servicios sociales, a los hospitales, a las entidades del tercer sector y a cualquiera de los otros mucho lugares donde habitan trabajadoras sociales. A pesar del cuestionamiento, seguimos trabajando.
Por eso voy a formular dos deseos para el 2026: El primero, mantener la fuerza y la serenidad necesarias para dirigir el centro pensando en personas y no en expedientes. Para atender a la gente con una sonrisa. Para saber escuchar a las profesionales y ofrecerles una palabra de aliento que les ayude en el desempeño diario. Creo firmemente que la mejor manera de legitimarnos como profesión es mostrar nuestro valor con trabajo bien hecho. Ayuda a dormir. A pesar de las órdenes de arriba, de las políticas infames, de la tiranía del documento y de las ganas, legítimas, de mandarlo todo a paseo.
El segundo deseo es que seamos capaces de reformular el show don,t tell en show and tell. Si trabajamos bien, tenemos que contarlo. Dentro y fuera de la profesión. En redes sociales, medios de comunicación, artículos, libros... Quieran escucharnos o no. También ayuda a dormir.
Feliz 2026 para todas las profesionales de buena voluntad.
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