No es Verónica Forqué

No puede ser que Verónica Forqué se suicide y la respuesta tan solo sea: tenemos que reflexionar sobre salud mental. No puede ser porque parece que invisibiliza todo lo demás: sí algo tenia Verónica era dinero para pagarse un profesional de salud mental o los que le hiciesen falta y aún así seguro que vivió las violencias de la psiquiatrización.

Lo que no puede ser es el machismo que hacía que no existiesen papeles para una actriz que llevaba 50 años trabajando en la industria del cine tan solo por ser mujer. Lo que no puede ser es que haya realities que llevan la vida de la gente al límite con la excusa de que “no hay que rendirse”. Realities que pertenecen a la televisión pública.

Lo que no puede ser es esa gente que insulta desde un sofá, que le decía a Verónica frases como que te metan en un psiquiátrico y no salgas nunca. Gente que alguna vez tendrá sufrimiento psíquico, vulnerable de ser psiquiatrizadas y que su minuto de gloria habrá sido cuando le contestaron a esos mensajes.

No puede ser esta sociedad de mierda, no puede ser que nos hayamos reído todas con Kika o Pepa y Pepe… y tratemos así a una persona porque no nos gusta lo que hace en un programa de televisión.

En defensa de Verónica, no hay muchas ganas de quedarse por aquí.

@orgullolocomadrid en instagram.

Todo lo que querría decir sobre la trágica muerte de esa pedazo de actriz que fue Verónica Forqué lo ha expresado Orgullo loco Madrid mucho mejor que yo. Además, no conocía a la persona por lo que su muerte me duele relativamente. En cambio me duele una chica con trastorno mental a la que estamos intentando ayudar. No es Verónica Forqué, es decir, no es famosa y su más que probable muerte importará a muy poca gente. Total, tampoco tiene familia.

Las instituciones del pueblo que estamos implicadas en su vida estamos muy preocupadas porque aventuramos un mal final para ella: Violada o muerta por un atropello (se lanza a los coches), de una paliza, de un coma etílico o de una combinación de todo lo anterior. En el mejor de los casos vivirá muy probablemente con las secuelas de una enfermedad de transmisión sexual que casi seguro ya padece u otras patologías que probablemente se estén cebando ya con su cuerpillo de menos de cuarenta kilos.

Estamos tan preocupadas y nos sentimos tan impotentes que nos hemos reunido todos los servicios excepto salud mental. Lógico teniendo en cuenta que según el psiquiatra no padece trastorno mental, bueno, sí, trastorno adaptativo.  El caso es que a muchas de nosotras nos cuenta que los ángeles le hablan y que los demonios la persiguen y muchos más delirios de ese tipo que no merece la pena relatar, delirios propios de un trastorno mental grave.

Sin embargo ¿Qué puede saber una simple trabajadora social, una simple educadora, un simple psicólogo acerca del trastorno mental? Poco, según parece. A pesar de que sí sabemos mucho sobre la chica que no es Verónica Forqué ya que ese psiquiatra la ha visto cinco, diez minutos porque su unidad está saturada no lo siguiente y esta que lo escribe la lleva atendiendo junto con el equipo casi veinte años. A lo mejor si el psiquiatra tuviese a bien hablar con servicios sociales... Pero no. Mi equipo está desesperado.

Podría contar muchas cosas sobre esta chica que no es Verónica Forqué. Podría contar el sufrimiento que ha vivido desde que nació y lo poco que le importa a nadie. Bueno, a casi nadie. Porque a nosotras nos importa. Estamos jodidas. Estamos muy jodidas. Cabreadas e impotentes porque sin un diagnóstico de TMG no hay recursos para ella, por no hablar de la medicación. Cualquier día aparece muerta. Y es navidad. Y al igual que mis compañeras, me siento como una mierda. Esta no debería ser una entrada para navidad, es cierto. Tampoco deberíamos permitirnos como sociedad abandonar a las personas a su suerte y aquí estamos ¡Maldita sea mi estampa!