Hoy
Hilaria pasará la Nochevieja en el hospital. Hace unas semanas su perro, Pistolas, comenzó a ladrar desesperadamente, cosa que es rara en él. Pistolas vive en un corralón anexo a su casa, así que Hilaria tuvo que salir de la casa y entrar al corralón para ver que le pasaba a su amigo. Hilaria se cayó en el escalón de acceso y se fracturó la cadera derecha.
Teresa, la auxiliar de ayuda a domicilio de la franja de tarde se encontró el pastel. Hilaria estaba tumbada en el suelo y Pistolas sentado al lado lamiéndole brazos y cara. Llamaron al 061 y la llevaron al hospital. Los vecinos asistían al espectáculo con caras de cuñada satisfacción, sentados en el pollete del porche, mascullando para que la auxiliar lo oyera ¡Esto se veía venir, en una residencia es donde tendría que estar!
Teresa, que no tenía ninguna obligación de hacerlo, se fue con Hilaria en la ambulancia y me contó que durante el trayecto hacia el hospital, Hilaria no paró de rogarle hecha un mar de lágrimas que no permitiese que la llevasen a una residencia. Ahora Hilaria está pendiente de mejorar en su estado general para ser operada de la cadera. Los trabajadores sociales del hospital, unos profesionales como la copa de un pino por cierto, están interviniendo con Hilaria tratando de acelerar el proceso porque está muy, muy nerviosa. Nunca, es decir, nunca ha estado fuera de su casa, mucho menos en un hospital. Pregunta por Pistolas.
La búsqueda de un hogar para Pistolas ha sido digna de una entrada en este blog, pero esa es otra historia. El caso es que tanto Hilaria como Pistolas están atendidos por el momento, aunque el final de ambos es, por desgracia, muy incierto. Yo no sé si Hilaria saldrá del hospital y de no hacerlo no sé que vamos a hacer con Pistolas, pues su alojamiento es temporal. Lo que sí sé es que pase lo que pase habré respetado los deseos de Hilaria, tal y como reza el artículo 13 de nuestro
Código Deontológico. Aún así tengo mucho miedo.
Tengo miedo de que Hilaria muera en el hospital y de que los vecinos me acusen de negligencia. Que me critiquen en el ayuntamiento, en la calle. Tengo miedo de que hayamos fallado fiándolo todo a la permanencia de Hilaria en casa y de haberla expuesto a situaciones de riesgo y tengo miedo de que el caso no tenga un final feliz, que sería tan perfecto como que dentro de mucho tiempo Hilaria fallezca plácidamente en su cama.
El miedo me genera mucha inseguridad, pero por suerte tengo la ciencia de mi parte, que ha conseguido torcer el brazo a la odiosa pareja formada por el miedo y el sentido común y me indica el camino a seguir. La ciencia del trabajo social es una amiga que me susurra cosas al oído: Hilaria también podría haberse caído en una residencia, me dice. Hilaria vive en un estado social y democrático de derecho que le otorga derechos, me dice. Hilaria está amparada por la
Convención de Nueva York, me dice. Y me dice que es muy probable que su deterioro cognitivo se acelere en una residencia, porque es ciega y no conoce otra cosa que su casa y a su Pistolas, eso también me lo dice. Que yo sé que siempre hay tiempo de tomar otras medidas, me dice. Y me insiste en que no haga caso a los cantos de sirena del sentido común, que es un mal compañero de travesía y como Ulises me ate al palo mayor y los ignore.
Así que aquí estamos, mis compañeros y yo navegando en el proceloso mar de la incertidumbre que es este caso, sin más aperos que la obstinación. La obstinación, junto con la ciencia, es la mejor ayuda que se puede tener en este caso y en la intervención social en general, al menos en lo que a mí respecta, por eso yo no le pido al 2017 otra cosa que obstinación para seguir trabajando lo mejor posible a pesar del ascazo general que me produce la sociedad actual, obstinación para sujetarme con fuerza a la ciencia por encima de gurús de la autoayuda y demás mamandurrias del nuevo milenio y obstinación para perseverar en la idea de que mi grano no hace granero pero ayuda al compañero.
Dame, 2017, obstinación para no dejar de creer que es preferible pensar que siempre hay elección. Dame 2017 el ánimo para seguir escribiendo aquí y así continuar conociendo a personas tan valiosas como la que ahora lee estas líneas.
¡Feliz Año Nuevo!
Daft Punk por Antony Nova
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