¿Cómo sería la intervención social tras la implantación de una renta básica incondicional? Es una interesante pregunta que pude escuchar en la Jornada que celebró el
Colegio de Trabajo Social de Alicante el pasado 7 de septiembre, con la presencia de Daniel Raventós, presidente de la
Red Renta Básica.
La pregunta fue formulada por Víctor Pérez, miembro del colegio y moderador de la mesa de debate. Una pena que la reflexión posterior fuese tan corta, porque es un asunto central para el colectivo de operadores de lo social, especialmente para las trabajadoras sociales, habituales prescriptoras de recursos. En esta entrada pretendo contestar a la pregunta partiendo del planteamiento del compañero Víctor.
Debo aclarar, o mejor dicho advertir, que soy partidaria de una renta básica no condicionada, es decir no sujeta ni a ingresos ni a un proyecto de inserción social ni a una combinación de ambos. No quiero enrollarme mucho aquí porque no es el objeto de la entrada, así que me limitaré a expresar tres pensamientos en los que creo firmemente:
- Considero que las personas deben tener garantizada su subsistencia por el hecho de nacer.
- Opino que el empleo no dignifica.
- Reniego de las intervenciones basadas en el palo y la zanahoria porque no las considero eficaces.
Dicho esto, vayamos al grano. En primer lugar, la garantía de subsistencia que supone la implantación de una renta básica eliminaría de un plumazo el sesgo de la beneficencia: Desde servicios sociales no tendríamos que dedicar ni un minuto a dar de comer al hambriento y, por lo tanto, no tendríamos que ocupar nuestro tiempo en comprobar, primero, si la familia merece tal o cual ayuda y después qué uso ha hecho la familia del dinero. Tiempo libre para destinarlo a otras cuestiones más interesantes profesionalmente hablando ¿No? Obviando los costes monetarios que conllevan los procesos de valoración.
Con una renta básica se eliminarían, también de un plumazo, los bancos de alimentos y las actividades caritativas de bancos, cajas, grandes supermercados y demás aberraciones del no-sistema de bienestar capitalista que ni de lejos acaban con la pobreza, pero suponen un estigma horroroso para quien se ve obligado a frecuentarlos. Por no hablar, claro, de la famosa cronificación de la que tanto nos quejamos los trabajadores sociales.
Dado que los servicios sociales no estarían dirigidos a dar de comer al hambriento, podríamos
repensar la intervención social y dedicarnos a la
interacción, concepto acuñado por Fernando Fantova, que combina la la autonomía funcional (capacidad para el desenvolvimiento cotidiano) con la integración relacional (vinculación familiar y comunitaria). Mucho más bonito que lo de las ayudas ¿verdad? Y no solo eso: al ofrecer otros servicios no vinculados necesariamente a la gente pobre acudirían a nuestras oficinas otros perfiles de usuarios, como ha sucedido con la ley de dependencia, y alcanzaríamos el paraíso de la universalidad.
¿Y a los usuarios, como les sentaría este cambio? Por lo pronto, en palabras del compañero Víctor, la relación sería más simétrica, ya que no tendrían que situarse en una posición de complementariedad down para conseguir tal o cual ayuda, y, por otra parte, no se producirían con tanta frecuencia
deslizamientos de contextos, o dicho de manera coloquial, confusiones entre lo que los operadores sociales proponemos y la familia espera de nosotros. Las mentiras de los usuarios, que tanto nos preocupan, serían menos frecuentes ¿no crees?
Y, por último ¿Qué mayor ejercicio de emancipación que poder exigir un derecho y no pedir una limosna, que es, no nos engañemos, nuestro no-sistema actual de garantía de ingresos? ¿O no es la emancipación de la gente el objetivo último del Trabajo Social? ¿Por qué tanto miedo a una renta básica?
La respuesta es otra pregunta: Después de tanta queja y tanto lamento por gestionar miseria ¿Estamos los profesionales preparados para esos servicios sociales hipotéticos?
Las Migas es uno de mis grupos preferidos. Nadie como ellas
ha revisado recientemente el flamenco con tanta elegancia.
El single
de su nuevo álbum lleva por título
10 Comentarios
Totalmente de acuerdo, precisamente porque aborrezco la palabra usuarios, en el texto va en cursiva, para indicar la ironía ¡Gracias por comentar!
¡Gracias Sergio! Y, sí, es de lo que se trata, de repensar el trabajo social a la luz de otros servicios sociales, ojalá lo veamos…
Me parece genial que estos debates vayan cuajando entre el personal de los servicios sociales, derechos no ayudas. Un matiz nada más, cuidemos el lenguaje, desechemos la palabra "usuarios".
Muy buena entrada, Belén (como siempre). Pero este tema me fascina y sobre todo, la pregunta final. Ojalá podamos ver qué hacemos con una Renta Básica. Seguramente leeremos más, nos formaremos más, investigaremos más, debatiremos más…
Totalmente de acuerdo ¡Qué envidia que tengáis una herramienta medio útil! Gracias por tu comentario
Hombre, ayudaría mucho ¡Gracias por comentar!
Pues sí. El asunto, en mi opinión, es abrir debate con la renta básica para que pase de lo utópico a lo discutible.
La clave la tienes al final, estamos los trabajadores sociales preparados para ese cambio de mentalidad? Es más fácil tramitar prestaciones preestablecidas y no implicarse, claro que eso para mí no es trabajo social. Ojalá se llegue a la renta básica. Yo recuerdo los tiempos anteriores al Ssb, que con sus fallos, al menos supone un mínimo para muchas personas que antes no tenían, ahora hay que dejarse de mínimos, limosnas y ayudas energéticas varias y dar dignidad y capacitación.
Yo me atrevo a decir que sin una Renta básica no se hace verdadero trabajo Social.
Ojalá algún día tengamos que abrir este debate de qué Trabajo Social hacer tras haber puesto en marcha la Renta Básica… De momento lo veo lejos.