Hola de nuevo:
Suelo escribir en este blog los viernes porque me permite observar la semana con cierta perspectiva, pero el viernes pasado se iba a acabar el mundo así que pensé: "¿me pongo a escribir y con el texto a medias que llegue el meteorito en forma de Teotihuacán y nos reduzca al tamaño del nanoátomo?" Paso.
Po zí Amparo, el viernes acabó y el meteorito no llegó, que digo yo que podían los mayas haber enviado al hijo de Teotihuacán a Madrid, y más concretamente a La Moncloa.
España se lo hubiese agradecido eternamente y los españoles, más.
El sábado me desperté de un salto a las 7 de la mañana, hay que ser masoquista, y sin siquiera quitarme la legaña me senté frente a la TV para ver el
Sorteo de Navidad, al que soy adicta y mi pareja también. Las dos, ahí, entregadas, dándolo todo, con los décimos en la mesa, los mantecados, una rama de romero y toda nuestra energía chi enviándosela a los Niños de San Ildefonso ¡vamos Faisal, vamos Sheila, sacad el 54, el 54! El 58. Mierda.
Todo esto que te cuento y que no te debe interesar para nada, me llevó a pensar en
lo importante que es la esperanza. Yo el viernes tenía la esperanza de que Rajoy se desintegrase en la antimateria. El sábado tenía la esperanza de ser rica y así poder hacer lo que me diese la gana, empezando por decirle a mi diputada que no le va a salir una urticaria por felicitarnos la navidad, y así ir subiendo hasta llegar a Mariano, jajajajajajajaja (risa histérica Dr. Gun).
A lo que voy.
La sociedad española está indignada. Por fin nos hemos caído del guindo y nos hemos dado cuenta de que algo falla. Ahora, afortunadamente, miramos con lupa los sueldos de políticos y banqueros. Eso está muy bien porque significa que somos críticos con este sistema que nos ha tocado vivir. Bienvenida sea, por tanto, la indignación a nuestras vidas.
El problema es que gran parte de la gente nos hemos quedado ahí. Vivimos permanentemente indignados, cabreados, crispados y atormentados por la situación que atraviesa este país. Oigo en las conversaciones de barra de bar críticas a los políticos, a los banqueros y a la troika, pero
no oigo soluciones. ¿Por qué? Bueno, contestar a esta pregunta daría para muchas entradas, pero yo hoy quiero quedarme con una de las posibles respuestas: la falta de esperanza.
Si la utopía es el horizonte hacia donde caminar, la esperanza es el motor de nuestros pasos. Si no somos capaces de imaginar un futuro mejor es muy difícil que lo podamos dibujar. Si no hay esperanza en remontar la goleada, el futbolista baja los brazos. Si mi usuario no cree que haya luz al final del túnel no dará los pasos para encontrar la salida. Si yo no creo que sirva para nada hacer una huelga, no se escucharán mis gritos en las calles. Eso, por desgracia, el poder lo sabe muy bien. Lo utiliza aún mejor. La desesperanza y la resignación son sus armas.
Por eso creo que hay que pasar página. Hay motivos de sobra para la indignación, pero también
quedan motivos para la esperanza. Yo busco todos los días uno diferente:
- La sonrisa de Mª Carmen al despedirse es un motivo para la esperanza.
- La compañera de trabajo que decide quedarse embarazada a pesar de que van a despedirla es un motivo para la esperanza.
- El alta hospitalaria de mi madre es un motivo para la esperanza.
- La luz del sol y el cielo azul infinito de Almería, inundando la casa un domingo de invierno es un motivo para la esperanza.
- El abrazo con compañeros de IU al llegar a la sede para la asamblea es un motivo para la esperanza.
- El Paseo lleno de gente gritando contra el régimen es un motivo para la esperanza.
- La conversación entre amigos, risas y una botella de vino es un motivo para la esperanza.
- Ver cómo crecen mis sobrinos, cada día más maduros, cada día mejores, es un motivo para la esperanza.
- Despertar cada día al lado de alguien que, sorprendentemente, te ama es un motivo para la esperanza.
- Conocer a personas que luchan por dejar un mundo mejor del que encontraron es un motivo para la esperanza.
- Y saber que estás ahí, tan lejos y tan cerca, leyendo esto que te escribo es un motivo para volver a encontrarnos cada viernes.
Si ellos quieren escribir la historia, de nosotros depende arrebatarles el relato.
Feliz Navidad desde la esquina de la península. Hasta la semana que viene.
Kiko Veneno, un artistazo. "Esperanza"
2 Comentarios
Feliz Navidad a ti también, Belén. Que haya gente que dedica parte de su tiempo a hacer pequeñas cosas en favor de sus semejantes, probablemente no cambiará el mundo, pero también es un motivo para la esperanza. Un abrazo.
¡Gracias por el post! leer, escuchar, hablar y reflexionar sobre los motivos para la esperanza en estos días es un soplo de aire fresco… y sirve de bálsamo curativo!
¡Felices Fiestas!