Hola de nuevo:
Hace semanas que tengo ganas de hablarte sobre el libro cuya portada tienes a tu derecha. He intentado hacerlo pero no he podido porque los temas se agolpan dándose topetazos unos a otros dentro de mi cabeza como adolescentes en concierto de Death Metal.
Me pasa esto porque últimamente es como si le hubiesen dado cuerda a la realidad. Me explico: antes de Mariano (en adelante a. M.), cuando éramos un país casi normal, pasaban cosas tales como recortes, corrupciones, follones y demás, pero de vez en cuando. Es decir, aunque se producían escándalos, nos duraban más, como la peseta. Ahora,
gracias a Mariano y sus muñecos, los españolitos-itas vamos de sobresalto en sobresalto. ¡Vamos, que los jueves por la noche yo me acuesto como si acabara de ver Cuarto Milenio!. Bueno, la verdad es que Fátima Báñez y las Caras de Bélmez son casi lo mismo.
A lo que voy.
Esta semana "pegaría" hablar del 25 S y de que los Superdisturbios tienen más peligro que un bautizo de Gremlims. No lo voy a hacer por tres razones, la primera, porque si toco el tema me desquicio y digo más de un disparate. En segundo lugar, porque el infra-ser de Rajoy no me va a imponer los temas y en tercer lugar porque ellos quieren que nos dediquemos a despotricar, no a pensar y mucho menos a leer.
¿He dicho infraser? No te digo...
Hace poco me leí este libro:
Ética, teoría y técnica. La responsabilidad política del Trabajo Social, escrito por seis autoras, cuya dirección corre a cargo de mi admiradísima Teresa Zamanillo. Tengo que decir que a Teresa (la nombro así para que parezca que la conozco personalmente, pero no es el caso) prefiero escucharla que leerla. Ambas cosas son altamente recomendables, pero su lectura no es fácil porque parte de un conocimiento tan profundo sobre ciencias sociales que los que somos menos instruidos podemos perdernos de vez en cuando. Su redacción tampoco es muy coloquial que digamos, ¡coñe, que a veces puede ser un ladrillo! Trabajo Social con Grupos y Pedagogía Ciudadana, muy bueno por cierto, da para echar el verano.
A pesar de ello,
si la leemos con atención y sobre todo, con detenimiento, es una fuente de conocimientos (no lo arregles Belén, después de lo dicho dudo que a Teresa le apetezca conocerme. Sigamos).
El libro lo escribe con cinco autoras más, cada una escribe uno de los seis capítulos; esto de los libros corales no me seduce demasiado, en cada capítulo se tiende a recapitular lo dicho ya. Prefiero los libros escritos por una sola persona.
Aún así, el libro me ha gustado mucho. Voy a tratar de explicar cuales son las
ideas fundamentales que en él se exponen:
1.
La responsabilidad política de los trabajadores sociales proviene de una actitud vital crítica y de un posicionamiento profesional ético que tiene que imbuir todo nuestro desempeño profesional.
2.
Pensar en la ética únicamente desde la práctica profesional, es decir, la casuística, supone olvidar las dimensiones teleológicas (relativas a los fines) y deontológicas (relativas a los deberes) de la profesión y
nos sitúa, por tanto,
en un ejercicio desprovisto de intencionalidad transformadora.
3.
La transformación social parte también del empoderamiento de la ciudadanía a través del trabajo comunitario.
Debemos entender la implicación política de la que hablan las autoras como la asunción de responsabilidades como ciudadanos y como profesionales en la vida pública; recordemos que el origen etimológico de política es ordenamiento de la ciudad. Creo firmemente, descubriendo la pólvora, que uno de los males de esta sociedad es que
los ciudadanos hemos pasado de ser actores de la vida pública a espectadores de las idas y vueltas de los partidos políticos. Así nos va.
El libro también señala algo que me preocupaba enormemente con anterioridad: la
aversión de los trabajadores sociales y profesionales de lo social hacia la política. Es como si fuese chapapote. En el momento en que muestras ciertas tendencias ideológicas estás estigmatizada; no digamos si militas en algún partido. Entonces directamente estás contaminada. No eres objetiva. Cuando me lo dicen, yo siempre pronuncio la famosa frase de no me acuerdo quien: como soy sujeto, soy subjetivo, si fuese objeto sería objetivo, asumiendo el riesgo de quedar como una "repelente niña vicente".
Y como, además de sujeta,
soy partidaria de la implicación política en sentido estricto, dedicaré el próximo escrítulo a defender esta postura (no me negarás el valor torero, eh), siempre y cuando a Mariano no se le ocurra esta semana alguna cosilla de interés, entre Cohiba y Cohiba. Mientras tanto, te enlazo, por si te interesa,
este artículo de Teresa Zamanillo y Maribel Martín Estalayo, sobre el tema.
Yo me quedo preparándome para enfrentarme a los superdisturbios, al escrítulo de la próxima semana, a la posible aparición en la pared de mi dormitorio de la cara de Fátima Báñez, a mi vuelta al trabajo o a lo que presagie el vuelo de la gaviota...
con este vídeo.
Hasta la semana que viene.
2 Comentarios
Hola Belén: el otro día te envié mi agradecimiento por tus comentarios al libro nuestro de ética pero no sé si te llegó pues soy neófita en este tema. Me gustaría colaborar contigo enviándote trabajos que tengo recopilados en una carpeta que se llama trabajo social crítico. Tendría que seleccionar pues es un cajón de sastre y ahora no tengo mucho tiempo. Me encantan los blogueros, es un nuevo descubrimiento desde que me puese en contacto con Joaquín Santos en did. Yo también soy acuario.
FELICIDADES Y TODO MI AGRADECIMIENTO POR ESTE ESPACIO QUE REPRESENTA TODO UN ESTILO DE GENEROSIDAD IMPORTANTE, AL MENOS PARA MÍ. Un abrazo. Teresa Zamanillo
He descubierto hace poco este sitio y cada día me gustan más tus comentarios y pensamientos. Me encanta que recomiendes libros. GRACIAS