5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios


El blog de Belén Navarro
1 de diciembre de 2025 / 2 Comentarios
En cualquier artículo o libro sobre trabajo social o servicios sociales es frecuente encontrar referencias al post estructuralismo. Términos como biopolítica, gobernanza, meta narrativa, giro lingüístico... son difíciles de comprender a menos que conozcamos la filosofía de Michel Foucault, Jacques Derrida, Judith Butler, Gilles Deleuze... y toda esta gente.
Aunque no acabo de pillar el post estructuralismo —y tampoco lo conozco en profundidad— subrayo su relevancia en la filosofía actual y su potencia para interpretar la realidad. Una de sus tesis es, dicha de forma simple, que las profesionales tienen el poder de modelar el comportamiento de las personas que atienden, castigando conductas supuestamente desviadas y premiando aquellas que normalizan a los individuos en una sociedad disciplinaria. Entiéndase la disciplina como un tipo de poder que crea individuos dóciles a través de técnicas específicas, como la vigilancia, la normalización, la sanción y el examen.
Cuento todo esto para enmarcar una situación que vivimos hace poco en el trabajo. Mi propósito es ilustrar como las profesionales podemos llegar a modelar el comportamiento de las personas sin siquiera ser conscientes. Cuando digo modelar el comportamiento no me refiero a un acto intencionado dentro de la relación de ayuda, sino a una forma de disciplinar a las personas para que actúen como nosotras queremos.
Hay una chica que pertenece a una familia con muchas dificultades para costear los estudios universitarios que acaba de iniciar. Recuerdo que nos encontramos en una zona rural a 100 kms de Almería. Con los ingresos de la familia no alcanza y la beca tarda en llegar. El asunto de la tardanza de las becas es un temazo, pero no quiero desviarme.
El caso es que la madre de la chica nos pidió ayuda económica para sus estudios. No tenemos ayudas de este tipo, pues precisamente para eso están las becas de educación. Después de un debate entre los miembros del equipo sobre si era conveniente o no hacer una excepción, se acordó tramitar una ayuda económica, ya que las circunstancias de la familia también son excepcionales. Mucho.
Yo no suelo intervenir en este tipo de debates a menos que me incluyan. Me limité a pedirles que se pusieran de acuerdo. Fin. O eso creíamos. Al poco de comunicar a la familia que se le aprobaría una ayuda de alimentación, vinieron tres chicas más al servicio de atención de la trabajadora social en cuestión solicitando una ayuda para estudiar. La trabajadora social se enfadó. Se quejaba, con cierta razón, de tener que dar explicaciones al resto de chicas. También protestaba por el efecto llamada al tramitar una prestación que en realidad no tendría que haber gestionado.
Apareció el dilema: ¿Qué hacer con la ayuda en trámite? ¿Paralizarla? ¿Continuar el procedimiento? El equipo debatía y yo seguía observando, como siempre. Hasta que se planteó la solución: Continuar el trámite y hablar con la chica o su madre para amonestarlas y pedirles que no lo difundieran más. Ahí intervine para hacer la siguiente reflexión:
Que esta chica revelase a sus amigas la aprobación de la ayuda no solo era normal, era un gesto de solidaridad. Igual que nosotras hacemos en nuestra vida —o deberíamos—. Ella no tiene la culpa del cutrerío de sistema de becas ni de las contradicciones del sistema de servicios sociales, que no ha salido de la beneficencia en pleno 2025. Hizo lo deseable en una joven: ser solidaria con sus amigas, aunque su gesto nos generase dolores de cabeza. Sancionarla por ello era, en mi opinión, modelar su comportamiento hacia lo individualista.
Me indigna escuchar a profesionales que se quejan de que las personas empobrecidas crean grupos de whatsapp para intercambiar información ¿Cómo es posible? ¿Acaso no lo hacemos nosotros? ¿Pero qué esperamos que hagan? ¡El apoyo mutuo es lo que les queda en este capitalismo de mierda horrible! Voy más allá: ¿No es una conducta deseable? ¿No se supone que debemos fomentar la solidaridad, el apoyo? ¿Solo el que nos conviene?
¿Que nos critican en esos grupos de whatsapp? Hacen muy bien. Tienen derecho a hacerlo. Algo habremos hecho. O puede que no, da lo mismo. Da lo mismo: Igualmente tienen derecho a quejarse, tengan razón o no. Como todo el mundo. ¿O es que hasta el derecho al pataleo se lo vamos a negar?



2 Comentarios
Totalmente de acuerdo con el contenido de este post. Tenemos argumentos y criterios para decir que no o que sí, porque la ayuda económica va acompañada de una intervención, y aunque nos equivoquemos (muchas veces) sabemos porqué se hace la excepción.
Gracias por animarnos a reflexionar, estas situaciones están en el día a día.
Esa es la clave, en el actual sistema birrioso que padecemos decir sí o no con criterios, claro que sí.
Muchas gracias por comentar.