5 diferencias entre el trabajo social y los servicios sociales
15 de octubre de 2016 / 15 Comentarios
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El blog de Belén Navarro
7 de febrero de 2023 / 0 Comentarios
Yo tampoco quería escuchar. De hecho me planteé pasar del libro, el que toca en el club violeta de lectura en el que me acabo de apuntar. Berja cuenta con un club de lectura general, otro club de lectura violeta y un tercero sobre filosofía. Para que luego digan de los pueblos...
No me apetecía nada leer La revuelta de las putas pero me parecía una descortesía saltármelo recién aterrizada en el grupo, así que me resigné y lo retiré de la biblioteca municipal. Mi amiga Meli, socia insigne del club, debió de notármelo en la cara porque me dijo al dármelo se lee rápido, la letra es grande.
El sábado me puse manos a la obra. Leo bastante por lo que calculé que a toda velocidad me lo acabaría esa mañana saltándome los párrafos más truculentos. El caso era poder comentar el libro en el club, sin más.
Había escuchado intervenciones de Amelia Tiganus, su autora. Me gustaban, sin embargo desconfiaba de sus dotes como escritora y (lo confieso) de lo que me pudieran aportar sus reflexiones. Por eso he querido comenzar con el fragmento que abre la entrada, porque leyendo esta obra me he dado cuenta de mi absurdo y clasista prejuicio hacia su autora que, aunque no leerá esta entrada, puede estar satisfecha pues me ha propinado una merecida bofetada intelectual.
El libro merece la pena por varias razones. En primer lugar, porque está bien escrito. Por una mujer además cuya lengua vernácula no es el español con lo que el mérito es mayor. Tiganus maneja estupendamente el estilo llano y lo explica en este párrafo, que no tiene desperdicio:
Tras dar cientos de charlas y conferencias me han dicho infinidad de veces que a mí se me entiende cuando hablo. Yo también entiendo muy bien a quienes —tras intentar llegar a fin de mes— no le quedan fuerzas o energía para adentrarse en el mundo de los libros teóricos y entenderlos.
Y afirma seguidamente:
Sin embargo, es muy importante comprender que si a mí se me entiende es porque me he nutrido y me nutro constantemente con ensayos feministas, sociológicos, filosóficos y psicológicos. Adquirir vocabulario y divulgar conceptos traducidos al lenguaje coloquial requier una inmersión en los conocimientos estudiados, pensados y creados por otras mujeres, las teóricas. Asimilar la unión indispensable de estos dos mundos es clave. De manera bidireccional, mejor. Por eso os recomiendo algunos libros y autoras, por si queréis profundizar en este tema. Saber es (tener) poder.
En efecto, en segundo lugar, Amelia Tiganus es una gran conocedora de la teoría feminista, que aplica a lo largo de todo el libro. No se trata, como yo pensaba, de una especie de autobiografía; es un ensayo que denuncia negro sobre blanco el ataque a los derechos de las mujeres que supone el sistema prostitucional en su conjunto. Aunque ella narra parte de su vida lo hace para mostrar el horror que viven las mujeres prostituidas. No pierde en ninguna de sus páginas el trasfondo feminista y combina su experiencia personal con datos que nos debieran avergonzar como país. Es un tratado sobre abolicionismo que no deja lugar a dudas.
El horror que describe con crudeza Amelia Tiganus tiene culpables: Son los proxenetas, el estado que mira hacia otro lado y, por supuesto, los puteros, denominados con eufemismos tales como clientes o consumidores de sexo. Eufemismos para amortiguar la dura realidad de fondo que sostiene la prostitución: Que, en palabras de Amelia Tiganus, hay hombres que no están dispuestos a escuchar un no y por eso van a comprar un sí.
Desde mi tierra, Almería, escribo casi semanalmente sobre el Trabajo Social en particular y lo que me inquieta en general. También imparto formación de vez en cuando y todos los lunes comienzo la dieta.
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