Hoy, día 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, no pretendía escribir. Me proponía hacer el paro y acudir a los actos programados sin más, pero un incidente acaecido ayer en la página de facebook de la
Plataforma en Defensa del Trabajo Social me ha empujado a hacerlo, y es que me dejó un regusto de vergüenza ajena e indignación que no logro sacudirme de encima.
En resumen, las integrantes del grupo asistimos atónitas a una demostración de
cuñadismo sin parangón por parte de dos trabajadores sociales -una de ellas mujer- a través de la defensa de
tesis neomachistas tales como el importante número de denuncias falsas por parte de las mujeres y también el número de hombres que son maltratados a manos de mujeres. Afortunadamente hubo compañeras que pararon el despropósito con argumentos, compañeros que se echaron las manos a la cabeza y una intervención posterior por parte de las personas administradoras de la página.
Lidia Falcón suele decir en sus charlas que es demasiado vieja como para ponerse a explicar el ABC del feminismo cada vez que se reúna o cada vez que intervenga sobre el particular. Salvando las distancias, yo también voy cumpliendo años y la paciencia, como a Lidia Falcón -o a Meryl Streep- me va menguando, así que no me voy a detener en contraargumentar ninguna de las dos barbaridades, que deberían ser objeto de chanza y regodeo si no fuese por la sangre que esconden. En este sentido, nadie tendría que rebatir semejantes disparates en un contexto no me atreveré a decir científico, al menos sí profesional. Sin embargo, hubo que hacerlo, lo que califico como muy grave.
Es muy grave que se atente contra uno de los principios generales del
Código Deontológico, que promulga la superación de categorizaciones derivadas de esquemas prefijados. Afirmar que existe un número importante de denuncias falsas es una categorización derivada de un esquema prefijado introducido sibilina y eficazmente por el lobby carca, que va en contra de cualquier evidencia científica. No diré lobby cristofascista, la mejor definición a mi juicio sobre la caspa de este país, no se me vaya a ofender nadie.
Esto sucede porque existe una corriente cada vez más relevante dentro del trabajo social imbuida del ideario neoliberal, digámoslo de una buena vez, que ha reemplazado la ciencia por seudociencias que no dudaré en nombrar en mejor ocasión y por posverdades como defender la existencia de maltrato hacia los hombres como realidad sociológica, una
posverdad en toda regla, ya que no importa las veces ni los medios con los que se argumente que no es una realidad científica. Da igual, sigue grabada a fuego en el imaginario de muchos, y lo peor, de muchas profesionales.
La sustitución del pensamiento científico tradicional por las seudociencias cumple una importante función de cara a promover un auge del trabajo social desideologizado. En palabras de
Luis Barriga, un trabajo social amenazado
por los peligros de la ausencia de ideología, esto es, de direccionalidad en la intervención social. Así, el Trabajo Social se podría acabar convirtiendo en sirviente de lo “situacional” (un Trabajo Social reactivo; a salto de mata) y entrar en una espiral de activismo institucionalizado. Parapetados en la neutralidad científico-técnica (cuya existencia es muy discutible) no podemos hacer una intervención profesional dirigida en última instancia hacia la justicia social. Sela Sierra no dijo: algunas acciones; dijo: toda acción.
(...) En nuestras intervenciones profesionales, ¿toda acción tiene una intencionalidad última hacia la transformación social?; o dicho de otro modo: ¿Cuántas de nuestra acciones profesionales no sólo no van dirigidas hacia una mayor justicia social sino que coadyuvan a perpetuar determinadas situaciones de injusticia y desequilibrio sociales?
Un trabajo social sin la brújula de esquemas conceptuales referenciales operativos es un trabajo social desnortado, ya lo formuló brillantemente
Teresa Zamanillo. Esa ausencia de ECRO tiene como consecuencia lo que
Silvia Navarro describe como el síndrome del
aprendiz de brujoEl «síndrome del aprendiz de brujo» viene provocado al confundir los fines con los medios, al activar procesos, procedimientos y mecanismos que acaban perdiendo de vista los fines para los que fueron creados y que, llegados a un punto, no podemos dirigir ni controlar porque ellos han tomado el mando de la nave y empujan nuestras prácticas a su merced, después de vaciarlas de todo aquello que les confiere alma, que las conecta con los principios y valores que las sostienen, con la vida, con las personas. No sé si siempre los fines justifican los medios, de lo que estoy convencida es que jamás los medios deberían perder de vista los fines, ni tan siquiera atreverse a ponerlos en jaque.
No nos engañemos, no existe un trabajo social al margen de la ideología. Lo que ocurre es que el pensamiento neoliberal ha ganado la batalla epistemológica, haciéndonos creer que ciencia e ideología nada tienen que ver, es más, que son antagónicas, con la misión de que sus adalides hayan ido deslizando la suya, una ideología reaccionaria que sobrevuela el pensamiento científico actual, parapetada tras una máquina del fango que escupe neutralidad, objetividad, sentido común, gestión, política ineficaz sin alternativa, tecnocracia, mamandurrias que anulan de las ciencias cualquier atisbo de mirada crítica hacia el sistema actual.
No es cierto tampoco que en el seno del trabajo social no existan paradigmas que nos guíen. Claro que existen, lo trágico es que en la mayoría de los casos no somos conscientes de que lo hacen. Y el resultado es bien palpable: profesionales del trabajo social hablando de las denuncias falsas de las mujeres, del maltrato hacia los hombres, de los pobres que malgastan, de las putas por elección, de los trabajadores absentistas, de los gitanos fraudulentos, de las abuelas cuidadoras porque las mantiene jóvenes y de Rita la Cantaora ¿Que hay muchas denuncias falsas por maltrato? ¿Que hay hombres que sufren maltrato? ¡Que no me toquen las palmas que me conozco!
8 Comentarios
Muchas gracias por comentar, Marta, efectivamente estaba muy cabreada, veo que se ha notado jajjaja. Lo de "sacar la lengua a pacer" me ha encantado. Un abrazo desde aquí abajo.
PARABÉNS!!!
Equivalencia a las felicidades "a la gallega",pero con un pequeño gran matiz, hoy creo que muy importante: lo que has reflexionado y has "escupido" desde dos puntos de vista: el visceral y el racional (argumentado brillantemente para mi gusto)era de una necesidad acuciante.
Lo triste no es que los profesionales tengan que convivir con comentarios absurdos, lo realmente triste es que lleguemos a creérnoslos, y que admás puedan llegar a influir en esa visión que debería ser limpia, objetiva, realista y sensata… para que las intervenciones reúnan esas características y, sobre todo, sean serias.
Efectivamente seamos sinceras: nadie nunca quiere ser puta, ni las muertes de mujeres a manos de hombres, muertes!!, deberían estar ni cerca, ni unidas, ni relacionadas con determinadas argumentaciones.
… no en boca de una/un profesional del Trabajo Social.
Por eso, moitos parabéns Belén: tu reflexión es "para bien" de todo nuestra profesion. Ahí está ese PEQUEÑO/GRAN matiz.
Recapacitemos y pensemos antes de sacar la lengua a pacer… porque es nuestra obligación. Marta Capeáns
¡Muchas gracias por tus amables palabras! Intentaremos estar a la altura de la expectativa.
Ole ole ole y ole!!¡¡¡
Gracias a ti recupero un poco de esperanza en la profesion
Buenooo una fan, pues me sonrojas, que lo sepas, compañera ¡Muchas gracias!
¡Exacto! No sé si has leído un artículo sobre ética y perspectiva de género. Lo cuelgo en mi página de facebook ¡Verás qué dice! Muchas gracias por comentar.
Holaaaaa que tal? Me declaro tu fan, enhorabuena!
Boquiabierta y aplaudiéndote me he quedado! Verdaderamente que poco reflexionamos en nuestro quehacer. Yo me indigno de las compañeras y compañeros que no "perdonan" una mala madre porque es valor de mujer dicen y consienten padres ausentes e incumplidores. Metiendo presión a las mujeres por ser las que acuden a nuestros servicios….. visión y conocer desde donde ejercemos me parece fundamental y, después ya de paso hablamos de prestaciones y de acompañamiento.